Con las rosas de tu funeral

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Sus padres y Mérida estaban sentados al igual que el en la mesa, esperando la cena que tanto había exigido con hambre casi voraz. Tenía justo al frente a Mérida, sus padres habían decidido ambientarlos lo suficiente para que al menos pudieran vivir en paz, pero Mariano se sentía algo intimidado con Mérida dentro de lo que creía era su territorio, el la consideraba una chica que solo deseaba atención, y por eso era tan tosca, la veía como una niñata consentida de su madre, y aunque en el fondo la juzgaba porque él era similar, lo dejaba de lado y la odiaba mentalmente. Sabía que la chica era en cierto modo muy brillante, las visitas esporádicas que su madre le hacía a sus padres, la había escuchado de los sobresalientes de su niña, sintiendo celos al oír a su papá comentar lo muy orgulloso que estaba de una niña que nunca se había tomado la molestia de visitarlo ni una sola vez desde que se había convertido en una adolecente. La miró detalladamente, y noto el inicio de sus senos, y como la cintura se acentuaba aun con su ropa holgada, no pudo evitar imaginar lo que la mesa le impedía observar. La encontró sensual aun con todo y su odio interno. Maldijo en lo alto al ver como sus pensamientos lo posicionaron en un escenario sexual y pasional con su prima. La miró esta vez a los ojos más grandes y grises que había visto y con furia abandono la mesa.   

- ¿Qué te pasa Mariano? ten un poco más de educación – espeto su madre furiosa ante la actitud de su hijo

El no respondió a sus riñas, y continuo su camino, no sin antes mirar a Mérida por última vez. Recibiendo una mirada cálida y asustada, que solo lo provocó más. Mérida siempre había sido una tentación para él, se sentía enfermo al sentirse de aquella forma con ella, era su prima y sabía que algo como aquello estaba extremadamente impensable. La trataba como si fuese una gorda horrible todo el tiempo, solo para ocultar su verdadero sentir, la atracción tan atroz a la que lo sumergía cada vez que la tenía cerca, la sentía tan cercana ahora en su casa que le molestaba tener que contenerse para no mirarla demasiado. Incluso la noche que su madre le había pedido que comprara algo para Merida por internet, escogió solo ropa que sabía no le sentaría, pero al verla con la ropa y que le haya quedado tan bien a pesar de su talla, lo enfureció mucho más, su plan solo había sido obstruido por las caderas hechizantes de la chica.

 

Por su parte Mérida engullía con delicadeza, sintiéndose como un animalillo asustado siendo obligada a enfrentarse a su cazador, extrañaba a su madre y no pudo evitar dejar salir un sonoro sollozo en cuanto recordó a su madre que yacía muerta y enterrada varios metros bajo tierra. Su tío la observó embelesado por la chica que solo le recordada la belleza que alguna vez tuvo su hermana; tan sutil, tan delicada y vivaz, a diferencia de Mérida que era más fría, aun así no podía negar su belleza física. Entendiendo a su hijo, sabía que desde que eran unos niños tenían un química especial entre ambos y temía algún día explotara.

 

- Princesa no llores el es un bobo, Mariano puede ser muy rudo a veces, solo deben llevarse mejor-

Le dijo su tía mientras la abrazada, totalmente enfadada con su hijo, pero en cuanto miro los ojos de la chica entendió que su llanto no era precisamente por la actitud despreciativa de su hijo, ella extrañaba a su madre, lo confirmo cuando sintió el temblor intenso de su llanto que solo podía ser producido por un dolor infernal.

 

Mérida recostó su cuerpo en la cómoda cama, y puso frente a sus ojos el sobre que le había entregado su tío, lo miro detenidamente, insegura de abrirlo, temía mucho lo que aquella carta contuviera. Paso sus dedos detallando el delicado papel en sus dedos, curioseando y tal vez tomando un poco de tiempo para abrirla, tomo aire y lo contuvo mientras abría el sobre. Su nombre resplandecía en la pálida hoja, era la letra de su madre, soltó el aire y la termino de abrir.

 

Querida Mérida, sé que te debes estar preguntando porque tenía una carta en caso de que muriera, pero sabía que no podía terminar de verte crecer, así que me adelante solo un poco para decirte lo mucho que te espera y lo mucho que te amo. Sé que para cuando leas ya serás toda una muchacha, así que no mentiré sobre lo que realmente paso, no se qué te abran dicho mi niña pero sabias lo enferma que estaba, te veo trabajar mucho para comprar mis medicamentos, pero esta presión en el pecho será insoportable de por vida, el viaje que hare pronto es a Oregón como bien te he dicho, pero mi viaje es para tener una muerte digna y dejar de sufrir y hacerte sufrir a ti, se que es egoísta mi decisión pero es lo que deseo. Es por eso que te he dejado con tu tío Roberto y tu tía Ana María, ellos te cuidaran y te darán un mejor futuro del que yo te podría dar, se que eres fuerte y lograras todo lo que tengas propuesto, cumplirás la meta de ir a la universidad, ya no trabajaras más, y serás un adolecente normal, Mérida, promete que serás buena, que desempeñaras todo como debe. Te e educado para que ames tanto como mereces que te amen, nunca te conformes con menos de eso. Te ama tu mama… Rosa Montoya.

 

Las lágrimas bajaban por sus mejillas rosadas, y la furia invadió todo su sistema, sentía el corazón palpitante en su pecho y como sus pies parecían flotar al encaminarse en busca de su tío. Que sabía era la persona que permitió la eutanasia en su madre. Corrió en dirección en una de las tantas habitaciones de la caza, golpeteando sin descanso, hasta que en alguna saliera su tío, golpeo sin cesar sin darse cuenta que el único que la podía escuchar era Mariano, quien se levantó de un salto al escuchar el revuelo fuera de su habitación, enfadado y confundido abrió la puerta de un jalón y se encontró de frente con una Mérida llorosa y desesperada. Advirtió la furia cuando sintió fuertes golpes en el pecho producto de la golpiza que Mérida le proporcionaba sin un estivo de rendición. La tomo de las muñecas y con fuerza la hizo entrar en su habitación, con la intención de que sus padres no se dieran cuenta del alboroto. La chica al fin se había quedado sin fuerzas y se rindió ante el abrazo que Mariano le daba, la rodeaba con sus fuertes brazos intentando aminorar los sollozos de la chica.




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