Conciencia Negra - Escucha a tus muertos

Capítulo 8 - La mujer del balcón

Max estacionó su Ford en la puerta de la casa de Samanta. Era un pequeño chalet de una planta con un jardín en el frente, bastante descuidado. Pensó que si la chica analizara también cuanto decía el aspecto de una vivienda de sus ocupantes, sería quizás algo más cuidadosa. No era que él estuviese en posición de criticar demasiado, dado que su departamento era poco más que una madriguera, pero eso no impedía que pudiese estudiar la personalidad de sus objetivos. y Sam parecía mucho más cuidadosa de su aspecto y de sí misma, que de su propio hogar. Por el momento dejó de lado el perfilado psicológico inmobiliario, y tocó el claxon para anunciarse. También envió un mensaje desde el celular, prefería ser tomado por impaciente, que por un psicópata que revisa la basura de su presa con sigilo para sacar ventaja.

 

 Sam sabía que Max estaría al caer en cualquier momento. Desconocía su sentido de la puntualidad, pero en el muelle él la estuvo esperando y no se había retrasado, por lo que pensó que no era alguien ajeno a respetar los tiempos. Si hubiese sido por ella, prefería evitar que él tuviese tanto acceso a su vida privada comenzando por saber exactamente dónde y cómo vive, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que el director le había dicho sobre su calidad de delincuente y mafioso consumado. De todos modos, a ella no le cerraba todo ese cuadro. Max parecía un tipo que siempre tenía la palabra justa, que no pretendía ser encantador en absoluto, y que hacía del sarcasmo una forma de vida. Eso no lo diferenciaba de mucha gente a la que conocía. Pero de allí a pensar que era una mente criminal… Por alguna extraña razón, y por acorralada que estuviera, no le temía. Por el contrario, se sentía hasta un poco protegida junto a él, lo cual la hacía más vulnerable desde la lógica del contexto, pero ¿a qué o a quién debía hacerle caso realmente? Le respondió por mensaje a Max que lo esperaba en su casa, sin ponerle objeciones. Se preparó con un look formal, con poco maquillaje, pero escogiendo bien la ropa. Quería algo no tan llamativo, pero que no fuese digno de la nerd que veía en ella misma, así que eligió una falda más bien corta y unos zapatos de taco alto, que no llegaban a ser stilettos, pero le daban unos centímetros más de altura.

«Un momento» pensó «¿acaso estaba intentando vestirse como para una cita?»

Despejó esas ideas de la cabeza. Si algo no necesitaba ahora mismo, era sentirse atraída por el enemigo número uno de la agencia de inteligencia, justamente.

Escuchó el claxon del Ford Fairlane (menuda forma de llamar la atención en ese cascajo) y recibió el mensaje de “ESTOY AFUERA" casi en el mismo momento. Estaba lista desde hacía unos diez minutos, y no pensaba hacerlo esperar. Después de todo, era su primer día de trabajo, o de doble agente, ya no sabía qué pensar. Se asomó para hacerle una seña por la ventana indicándole que ya estaba por salir, pero él estaba distraído con su móvil. Tomó la cartera, besó a su gato y salió sin más demora.

Al subir al auto Max la miró con detenimiento. ¿La falda sería demasiado corta? ¿Tendría demasiado maquillaje? El silencio era tan incómodo como su mirada escudriñante. Tenía que decir algo antes de ruborizarse.

—Disculpe, no me pidió un uniforme específico, todavía puedo ir a cambiarme en menos de cinco minutos.

—No, no le he dicho nada. No será necesario que se cambie. Somos peritos forenses de tecnología que trabajan con su ropa de civil preferida. Solo tiene que usar un par de guantes descartables, unas gafas y revisar todo con cara de “ajá, lo sabía”.

—¿Dijo gafas? No uso, no tengo problemas de miopía.

Max sacó un estuche y se lo extendió. Sam lo abrió y extrajo un par de anteojos que parecían de diseño. El armazón era negro, pero se veía delicado y muy fino.

—No tienen aumento, pero llevan una cámara. No hará falta que enfoque algo determinado, a no ser que yo se lo pida. Servirá para analizar detalles una vez que quede el material guardado.

Sam los miró impresionada, pensando que debía recordar quitárselos en caso de ir al toilette.

Durante el viaje no hablaron de casi nada personal. Sentía que quizás se había puesto demasiado elegante, pero a Max no parecía importarle. No hizo más referencia a eso en resto del camino, solo le dio instrucciones básicas, le comentó todo lo que sabía sobre lo sucedido con Berardi, y que lo que debían hacer era recabar todos los datos posibles, aunque sonaran poco importantes o triviales. Si bien el interés era el de salvar al científico de que algo le pase y averiguar quien envió la amenaza en video, él debía creer que ambos era únicamente peritos sin otro interés en particular Y que no los movilizaba nada más que el hecho de que el cliente los haya llamado a través de esa tarjeta que le dejó Debra. Si bien la tarjeta tenía una impronta de misterio y resultaba enigmática, no se trataba más que de un recurso de marketing remanido.

—¿Debra es una especie de asistente? —pregunto Sam, casi sin filtro, al revelar su genuina curiosidad. Max la miró, algo risueño.

—Nada de eso, solo es alguien con quien puedo contar esporádicamente. Por más que Debra fuese perfecta para ser mi asistente, no es algo que ella quiera hacer. Así que por ahora debo conformarme con usted. El mercado laboral está difícil.

Sam rio con franqueza, el tipo era tan descarado y poco condescendiente, que en cierto modo la desarmaba. Se preguntó si no sería esa un arma de seducción articulada con precisión, en lugar de un modo de ser particular y natural. Tal vez no, ella no tenía mayores inseguridades, ni solía ponerse a la defensiva, por lo que disfrutaba de esas pequeñas licencias insultantes que se tomaba su nuevo jefe.



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En el texto hay: misterio, crimen, amor

Editado: 05.07.2022

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