Concierto en Valkyntoch

¿Testigo?

 

Luego del último hallazgo la ciudad nuevamente suspendió actividades, esta vez se dictaminó un toque de queda, lo que se quería era evitar que la gente circule por la ciudad, una medida bastante extrema pero a la vez muy necesaria, no obstante esto también haría que el asesino de la ciudad tampoco deambule sobre este enorme territorio en el que se ha camuflado como un ciudadano común y corriente –cosa que no es, ─¡para nada que lo es!– un lugar tan pacífico donde ahora las circunstancias nos ha convertido a todos en potenciales sospechosos. Paquinni realizó varias llamadas a algunos colegas con los cuales había colaborado anteriormente como parte de su experiencia previa a lo laboral, necesitaba opiniones que puedan ayudarle a despejar dudas, parecía haberse atascado en pensamientos errados, escuchaba y apuntaba en su agenda todo aquello que le pareciera útil. Después de casi dos horas extenuantes de marcar números y apuntar datos se quedó sentado, con la cabeza sobre el escritorio, casi dormido en la oficina que le fue otorgada por el tiempo que durara el caso, que por cierto, se le había tornado psicológicamente longevo. Paquinni era bastante bueno en su profesión, esto a pesar de no haber trabajado un caso en solitario como en el que se encontraba ahora, el problema es que el tiempo era apremiante, y ha tenido relativamente muy poco, además el homicida ha actuado sin cesar, lo que no le ha permitido poder al menos tener ya un perfil definido, sin contar que testigos no existen en ninguno de los casos anteriores al último suceso, en el que si bien es cierto existió uno, no era muy ocular que digamos.
En lo particular me preocupaba en demasía toda esta situación, mi concierto sería pronto, pero con el toque de queda "gracias" al psicópata empedernido, este sueño empieza a convertirse en utopía, soy un "Pavarotti" con ímpetu y me muevo con la misma pasión que Paquinni tiene por la psicología, empiezo a sentirme afectado, ojalá pudiera yo mismo salir y atrapar al culpable, lamentablemente no es tan fácil como decirlo, he estudiado y he practicado tanto para llegar a ese momento, no puede ser posible que una sola persona nos saque a todos de las calles y nos haga prisioneros en nuestra propia casa, viviendo más de dos meses en desasosiego debido a los acontecimientos que ya están volviendo paranoico al más cuerdo.
Después de varias horas de trabajo, Paquinni tenía un informe más completo y muchísimo más detallado, las conversaciones telefónicas sirvieron para darle relevancia al tema de las flores, ya que por consejo de los otros expertos era algo que por ningún motivo debía pasarse por alto, de hecho, son un factor clave para anotar y trabajar sobre el perfil que se quiere dilucidar, alguien en algún lugar de Valkyntoch debe tener un gusto por estas flores, y ese gusto debe tener un precedente, una conexión con su forma de actuar y perpetrar los delitos. Averiguar ¿cómo las ha conseguido?, es uno de los principales objetivos ahora, bajo estas primicias en la aduana empezaron a llevarse a cabo las indagaciones, no debía ser tan difícil ya que las importaciones de flores de cualquier tipo no han sido muy habituales dentro del comercio diario y de mayor movimiento en el mercado, se revisaron los registros de hasta cinco años atrás, las noticias no fueron del todo alentadoras, nunca se han recibido estos ejemplares ni siquiera en las funerarias que son las entidades que registraban el mayor índice de ingresos en esta materia, se buscaron en diez años atrás, luego en quince, de igual manera sin éxito, por ello, cualquier otra manera de descubrir como llegaron a manos de algún ciudadano entre más de dos millones de habitantes se convirtió en una tarea mucho más ardua. Vamos por partes; ─por un lado hay una flor que se conoce como corazón sangrante─, llevándolo a un plano psiquiátrico como lo ha manifestado Paquinni, se deduciría como un dolor causado por algún asunto sentimental, o a la vez en un trauma que ha detonado como bomba de tiempo, porque recordemos que absolutamente todos poseemos un índice de psicopatía, luego está, claro, el detonante que nos transforme en esta clase de persona, mejor dicho en el monstruo que sea capaz de cometer cualquier atrocidad, tal y como hasta hoy ha ocurrido; en segundo lugar pero no menos importante la flor de cerezo que es la otra especie hallada en conjunto, quizá sea simplemente un complemento, un aderezo a este arte terrible, que no está clara todavía para los investigadores. Como dos últimos puntos importantes: las víctimas por sus características estarían describiendo el tipo de mujer que seguramente ha influido en la vida de “nuestro asesino”, el traje como se sospecha, —y suplicando que el ojo desgastado de aquel anciano no lo haya inventado con el ánimo de tan solo asombrar a quienes ya estaban aterrados—, revele al culpable, que como se dijo podría ser algún ejecutivo, empresario, alguien a quién plantaron en el altar o a su vez le dieron el temible "no acepto" en plena ceremonia nupcial. Muchas hipótesis empezaron a surgir, válidas por supuesto, otras no tanto, poco a poco se iban descartando unas cuántas, luego muchas, lo difícil era empezar la minuciosa búsqueda. Robert Paquinni dio los detalles que se conocían de esto en las noticias, se realizó un informe, una especie de documental criminalista en el que exponía los detalles de su investigación a la vez que hacía un llamado a la población para que en caso de tener cualquier sospecha de haber visto las flores en algún jardín vecino, o en el ejercicio de ir y venir del domicilio de un familiar, amigo, conocido, cualquiera de los casos, incluso haber observado a alguien salir de casa o volver a ella con un traje elegante y negro, se prestaría atención y hasta se ofrecía una recompensa por dicha y valiosa información que ayude a la captura. Pese a todos estos datos y esfuerzos no había señales de que alguien sepa algo al respecto, lo del traje era más bien una posibilidad y no un hecho, ya hasta se dudaba del anciano, aunque se mostraba muy seguro de lo que había visto aquella tétrica mañana. No fue hasta el mediodía siguiente en que el teléfono sonó un par de veces, sin embargo, solo era algún listo que quiso hacerse con la recompensa sin importarle lo que estaba realmente sucediendo. Entre la bulla que han generado los crímenes se llevaba a cabo en silencio un convenio entre las ciudades, en cuanto se capture al asesino se le aplicaría la pena capital, será sentado en la silla eléctrica o puesto en la horca, eso estaba por definirse, lo primero, por supuesto, sería hallarle. 
Pasaron tres días, pese a que el toque de queda estaba vigente había algo de movimiento en las calles, las necesidades no esperan y eso se entiende, únicamente se veían hombres transitar por las avenidas, las mujeres aguardaban en casa, ya no era una opción exponerse. Paquinni y su grupo de investigadores no tenían mucho que hacer por ahora, sin testigos que alimenten más el perfil que se ha construido, sin un rasgo físico que los acerque a algo más, era imposible avanzar, era frustrante y parecía ser que la única "esperanza" era aquella que todos pensaban pero que no se atrevían a decir, en el fondo se miraban como sincronizando ese pensamiento frío que se paseaba por sus mentes, estaba claro y aunque nada se dijo era obvio, ─alguien más debía morir─, quizá allí nazca una nueva oportunidad, ese pequeño dato o ese testigo que revele el detalle que le falta al rompecabezas, que le dé un rostro al sujeto, no era algo que realmente quisieran, era solo un pensamiento, un pensamiento tan psicópata como el del propio asesino, por esa justa razón, nadie se atrevió a decir una sola palabra. 
La mañana de un viernes, la penúltima semana de julio una llamada puso en suspenso al departamento de policía, sabían que cuando el teléfono sonaba era por algún motivo que en realidad requería atención, lo que más se temía era que esta sea para contabilizar una nueva víctima, –¿Pero no era eso lo que inconscientemente esperaban?– un oficial finalmente levantó la bocina, se identificó y se puso al habla, todos miraban en su cara la expresión que dibujaba, intentando leer cualquier gesto consciente o inconsciente que hiciese, especialmente Robert Paquinni prestaba exagerada atención al oficial, en principio era como de sorpresa pero de a poco fue ganando un brillo, un esplendor raro para propios y extraños, hasta se podría decir que había júbilo en su mirada, dibujó una sonrisa que confundió a todos quienes se hallaban presentes, cerró el teléfono con la emoción tal que casi lo destroza, miró a todos mientras se tocaba el pecho como si fuese a salirle por ahí mismo el alma, se arrimó a una de las paredes, puso la otra mano al frente como pidiendo calma a los que allí se encontraban y que estaban locos por saber ¿qué le podía alegrar al hombre en momentos como este?, finalmente tomó aire y casi como queriendo gritar, habló, diciendo: "alguien ha llamado, no ha dado mayor detalle de su identidad pero aseguró conocer al asesino, dijo estar segura de saber quien podría estar detrás de todos estos crímenes", llegará aquí en dos días, viene de fuera de la ciudad.



#10147 en Thriller
#4063 en Suspenso
#23899 en Otros
#7152 en Relatos cortos

En el texto hay: crimen y suspenso, crimen y locura

Editado: 11.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.