Condenada por amor

Tragos.

Río junto a mi amiga, quien ahora va manejando su pasola y yo detrás de ella. Estamos muy felices porque sacamos una buena calificación en la asignación que teníamos para hoy.

—¡Te dije que saldría bien!—exclama Yeimi alzando la voz para que yo la pueda escuchar, vamos cerca del mar y por la brisa es casi imposible comprender lo que dice.

Ya son casi las seis de la tarde y vamos para la casa, algo cansadas pero emocionadas.

En pocos minutos frena frente a mi casa y me desmonto.

—¿Vienes esta noche?—le pregunto, temiendo de que no quiera volver por culpa de mi madre.

Aunque ella la conoce y sabe que mi mamá no mantiene la boca cerrada y habla todas las tonterías que se le ocurren, creo que desde que es cristiana es peor que cuando no lo era; ahora se cree con el derecho de juzgar y mandar en la vida ajena porque ella está en "el camino del bien".

—Claro, y voy a traer algo para que pasemos el rato.—dice subiendo y bajando sus cejas rápidamente.

—¿Vino La fuerza de nuevo? —inquiero con mala cara. El sabor de ese vino es horrible, al menos para mi.

Ella se ríe y yo intento darle un golpe en la cabeza para que no se burle, pero al estar en la orilla del contén me resbalo y caigo de culo, quejándome por el golpe.

Ella se ríe con más ganas, le pone el burro a la pasola y se desmonta para ayudarme a parar.

—¿Ya viste quién viene ahí?—pregunta al darme la mano, haciendo un ademán con su cabeza para que sepa en qué dirección mirar.

Lo hago, miro hacia la derecha, aún en el suelo,  agrandando mis ojos al ver que viene Jaziel con un botellón de agua al hombro, tiene una bermuda blanca y está sin camisa, sin franela, sin nada en la parte superior; lo que brinda una perfecta vista de su pecho y abdomen marcados , sus brazos fuertes cargan con el botellón como si no pesara nada, y la verdad es que puede ser que para él sea como cargar una pluma.

Dios bendito, está buenísimo.

—Loca, disimula. Al menos cierra la boca —dice Yeimi jalando mi mano que aún está sujeta  a la suya, haciéndome reaccionar y pararme rápidamente del suelo.

Por suerte él no me vio, aún está un poco alejado y viene con la cabeza baja, como si pensara.

—No tenía la boca abierta—me defiendo, limpiandome las manos de un pañuelo.

—Claro que no,  solo faltaba que terminara de  caer el hilito de baba.

La miro mal y vuelvo a mirarlo a él, ya está más cerca, a pocos pasos y aún sigue mirando para abajo. No es hasta que está justo a mi lado que su mirada  se conecta a la mía y detiene sus pasos por un instante, baja la vista  y ríe, para luego decir:

—No sabía que la nueva moda era andar con los pantalones miados.

Y siguió su camino, dejándome pensando en lo que dijo. Toco con mis manos mi culo y miro al suelo humedo, justo donde caí, y sí, ahí comprobé que me había mojado los pantalones al caer.

>♡<

Hoy es miércoles y mi familia va para la iglesia, hoy es días de oración y ya van tarde, son las 07:50 de la noche. Su retraso se debe a que Alexander llegó hace un rato y mi mamá lo está alistando.

Alejandro tiene doce años y Alexander ocho, y mi mamá los sigue tratando como si fuesen aún unos bebés que no pueden, al menos, bañarse solos. Conmigo no fue así porque gran parte de mi infancia la viví con mi abuela.

—¿Segura que no quieres ir con nosotros? Tienes mucho que no vas a la iglesia. —pronuncia al entrar a la sala con los niños.

—No, 'má, tengo cosas que hacer.— me excuso.

Estoy sentada en el mueble con el celular en las manos, estoy esperando que se vayan para decirle a Yeimi que venga. Ella misma lo propuso para no tener que discutir con mi madre y porque no quiere que ellos vean lo que traerá.

—Mirella, yo solo espero que no te me estés yendo por mal camino, ¿me oíste?

Ruedo los ojos. Los niños se sientan y ella permanece de pies, al parecer esperan a papá.

—¿Cuál camino, madre? —inquiero con toda la intención de ignorarla después.

—Ya vámonos, son las ocho y vamos tarde.—dice mi padre apareciendo.

Salen todos y me piden ponerle candado a la puerta, cosa que no hago porque ya le he escrito a Yeimi diciéndole que venga. A los pocos minutos ella aparece en la puerta con algo que parece una botella dentro de una funda negra, le abro y vamos adentro.

—Mira lo que traje.— comenta sentándose.

Descubre un Brugal extra viejo pequeño y yo ahogo una maldición tapándome la boca con una mano.

—Estás loca, yo no pienso probar eso.

—Claro que sí, ya verás que no es tan malo.

Definitivamente sí, es loca. Y yo estoy peor porque  terminé accediendo a tomar un trago, pero solo uno. Subimos las escaleras ella tras de mí, este lado no es tan iluminado y hay algunos mosquitos picandome las piernas, ya que solo tengo un short.
 

Al llegar arriba me fijo en el lado de la vecina Ángela, Jaziel no está.

Jaziel... es un nombre hermoso que no sale de mi mente.

—Ven, pendeja, siéntate y deja de mirar para ahí. Yo quisiera saber si es enamorada a primera vista que estás.

Pienso un momento y no, definitivamente eso no puede ser.

—El amor a primera vista no existe, puede ser atracción o no sé qué, pero no te puedes enamorar de alguien con tan solo verlo... ¿o sí?

—No sé, pero toma.

Me extiende la botella luego de ella dar el primer trago, dudo al tomarla, el holor es fuerte  y estoy segura de que me arrepentiré después, pero igualmente lo pruebo.

El sabor es aún más fuerte que el holor y siento cómo quema en mi garganta.  Yeimi se ríe como loca y yo toso escupiendo, tratando de arrancarme el ardor que siento

—¡¿Por qué no me dijiste que eso quema más que el infierno?!— inquiero a una Yeimi que aún carcajea agarrándose el estómago.

—¿Te has estado quemando en el infierno, Necia?

Volteo inmediatamente al escuchar esa voz. Es él, Jaziel está de pies a la orilla de la división del techo de ambas casas.




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