—¿Crees en las almas gemelas?—me remuevo un poco entre sus brazos mientras lo pregunto, cargada de nervios.
Sus dedos siguen acariciando mi cuello, provocandome cosquillas. A veces me pregunto porqué es tan dulce conmigo; Jaziel es tan tierno en la manera tan cuidadosa en que me trata.
—Antes no tanto, pero...—hace una pausa y suspira—desde que te conocí muchas cosas han cambiado para mí. Así que sí, ahora creo que tú eres mi alma gemela.
Mi corazón revolotea alegre en mi pecho, yo vibro de emoción y me volteo entre sus brazos para así ver el destello de felicidad en sus hermosos ojitos oscuros.
—¿Quieres ser mi novia?— su voz y su sonrisa me emboba por completo, como cada vez que lo veo.
—¿Lo preguntas de verdad? —la emoción no cabe en mí cuando él asiente. Me siento en las nubes, ahí donde solo él ha podido llevarme solo con su presencia. —sí quiero, ¡claro que quiero ser tu novia!—dejo el celular que antes tenía en las manos a un lado nuestro y lo beso con muchísima emoción, sus labios me reciben brindandome calidez; haciéndome sentir segura una vez más.
El sabor de sus besos, sin duda alguna, se ha convertido en mi favorito; dulces como la miel, suaves como la seda y llenos de ternura, tal como su mirada cuando me mira. Perfectos para mezclarse con el creciente sentimiento de amor por él en mi corazón.
Si no es amor, no sé qué podrá ser lo que ambos sentimos. No creo que esta sensación mágica se pueda fingir.
Mientras lo beso disfruto este momento de paz y felicidad, volando por los aires como su lengua juguetendo con la mía y sus mordiditas coquetas. Mis manos recorriendo su espalda y las suyas acariciando mi cuerpo suavemente, sin llegar a lugares donde no quiero llegar aún. Nuestros encuentros han sido únicamente para hablar y contarnos cosas de nuestras vidas, besarnos y, de cierta forma, amarnos de una manera pura, sin llegar totalmente a lo sexual.
Perdí la noción del tiempo, supe que cometí un grave error al no fijarme en la hora que era cuando escuché unos pasos apresurados acercarse a nosotros; y ahí la vi, vi a mi madre casi saliéndole humo de las orejas por el enojo. Y yo... yo estaba recostada sobre el pecho de Jaziel.
—¡Mirella!
Me levanté en una fracción de segundo y Jaziel lo hizo conmigo, siento mi corazón latir con tanta fuerza que siento dolor en mi pecho. Me quedo paralizada, solo veo los labios de mi madre moverse pero mis oídos se niegan a escuchar algo. Jaziel toma mi mano y la aprieta levemente; su calor logra volverme a la realidad. Una realidad donde mi madre me arrebata de sus manos y me empuja, esquivo algunas varillas que pudieron haberme hecho graves heridas en los pies por la fuerza con que mi cuerpo se movió.
Tengo miedo.
Mi madre está totalmente loca y no creo que deje pasar esto por alto.
No digo nada, sé que es en vano cualquier cosa que diga ahora, solo bajo las escaleras con lágrimas en los ojos y un dolor punzante en mi pecho y cabeza.
—No te quiero cerca de mi hija, delincuente, y más te vale que no la vuelvas a buscar o será mucho peor para ella.
Me duele, me quema el alma que pase esto justo cuando me pide ser su novia, cuando me estaba sintiendo tan feliz. Lo escucho explicándole a mi mamá, ambos van bajando; ella diciéndole mil cosas donde nada es bueno y él tratando de hacerla entender que quiere algo bien conmigo, pero ella no entiende ni entenderá razones de lo que sentimos. Para ella sus tatuajes y apariencia dicen más que sus acciones, más que lo que él me ha demostrado.
—Mamá, de verdad yo lo...
—¡Cállate y termina de entrar! —grita tan fuerte que me asusta, vuelvo a llorar, le doy una última mirada cargada de tristeza a Jaziel y él no duda en devolvermela de igual manera.
Niego en su dirección, ambos sabemos que en este momento no hay algo que se pueda hacer. Gesticulo un «te amo» silenciosamente y entro a la casa sin esperar su reacción. Mi papá se encuentra sentado en una esquina mirando a la nada, como perdido, y yo no tengo fuerzas para preguntarle porqué es tan cobarde de permitir todo lo que esa señora hace conmigo y con todos. Él tampoco parece querer hablar con nadie justo ahora.
Camino rápidamente a mi habitación y me lanzo a la cama, lloro fuerte, tratando de sacar todo el dolor que estoy sintiendo. Tratando de sacar toda la tormenta que me ahoga por dentro... queriendo acabar con la opresión que se forma en mi pecho, haciendo que me duela el corazón.
Después de sentir la garganta adolorida y que casi me quedo sin lágrimas por tanto llorar, trato de calmarme para buscar mi celular y ver cómo hablar con Jaziel. Necesito que hablemos y juntos encontremos una solución.
Me levanto, abro la puerta lentamente y me asomo para asegurarme de que ya se han acostado y salgo a pasos silenciosos en busca de algo que no recuerdo dónde lo dejé. En el comedor no está, tampoco en los muebles.
Pienso en la posibilidad de que mi madre lo haya encontrado y se haya quedado con él, pero esa idea queda descartada cuando recuerdo que me lo llevé cuando iba a ver a Jaziel. Mierda, lo dejé allá arriba.
Maldigo a mi madre y su maldita forma de ser, si no fuera por su culpa yo no estaría sintiéndome tan mal y mi celular estaría conmigo.
Voy a la cocina y me bebo un vaso de agua, siento que baja pesadamente por la sequedad de mi garganta. Cuando vuelvo a lanzarme a mi cama, siento unos toquesitos en la persiana a mi lado, al principio no le pongo mucha atención hasta que comienzo a escuchar que susurran mi nombre.
De inmediato me emociono al pensar que es Jaziel, pero al abrirla un poco no puedo evitar sentir un bajón al ver a Yeimi sosteniéndose de la verja.
—Jaziel me dijo lo que pasó con tu madre... —su semblante es de tristeza y preocupación —también me pidió que te diera esto.
Sus manos sostienen una caja de cartón, es fina y al sostenerla siento que tiene algo dentro. La entro con cuidado y la dejo sobre mi cama.
Editado: 27.01.2024