—¿Están nerviosas? —Oí que preguntó Mel—. Escuché que vamos a combatir con algunas amazonas y que no vamos a tener ayuda de nuestros maestros.
—Y no sabremos quienes son hasta que la ceremonia inicial terminé.
—Estamos listas para esto—Completó Gaby a Aria y después me miró con una sonrisa—: ¿No lo crees, Grett?
Asentí levemente.
—Lo estamos.
—¡Ábranle paso a las Amazonas Divinas, que vamos por esas Armaduras!
Reí cuando Mel hizo un paso cómico al hablar y quise que estuviéramos así por mucho tiempo, porque, al más mínimo error, mi cabeza iba a rodar.
Y ni mis hermanos, ni Milo, iban a poder detenerlo.
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El Patriarca comenzó a hablar sobre el deber que un caballero de Athena debía de tener, sobre los valores que lo regían y como lo daban todo para librar al mundo de cualquier mal, después de eso, anunció que el primer combate sería de Aria y June de Lagarto.
La veía desde lejos mientras que observaba como Mila tenía razón; no había ni un centímetro de perímetro que no estuviera cubierto por caballeros dispuestos a atacar sin dudarlo.
¿En que mierda se estaba convirtiendo el Santuario de Athena?
Deberían temerle a la maldita caja de Pandora. Deberían de estar buscándola y no esperar a que cuatro chicas obtengan sus armaduras. ¿Acaso teníamos algo que nos volviera especiales? ¿Qué teníamos que a ellas las volviera especiales y a mí una amenaza?
Porque sí, yo era una jodida amenaza y aun no sabía por qué.
—¡TÚ PUEDES, HERMANITA! —Chilló Death desde las gradas y Afrodita, quien estaba a su lado, miraba a Aria con orgullo y curiosidad.
En eso, Milo se acercó a mi lado y, con los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido, musitó:
—Te dijimos que no vinieras.
Su voz fue un susurro ronco que solo yo pude escuchar y que me hizo estremecer.
—Y yo les dije que al Santuario le iba a costar.
—No voy a poder protegerte, Grett.
Solté un bufido y no desvié mis ojos del combate frente a mí.
—No te he pedido nunca que lo hagas, Milo—Mustié—. Además, sí no te importé cuando teníamos algo, mucho menos debo de importarte ahora que ha pasado un buen tiempo.
—Claro que…—Pero Milo no pudo decir algo más, pues lo que estaba por ocurrir lo interrumpió y desvió toda mi concentración al coliseo.
De pronto, el cosmo de Aria se elevó un sentido más, como si estuviera en el séptimo—O quizá en uno más allá—, y, en un parpadeo, su técnica impactó contra el cuerpo de June, mandándola contra las gradas y destrozándolas a su paso.
Solo pude ver como los guardias se prepararon, como mis amigas se angustiaron y como Death y Afrodita intentaron correr hacía ella…
Y, entonces, realmente temí lo peor.
2/5
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