Jess
—¡Jess!
Kathleen es la persona que abre la puerta para mí.
Ella ni siquiera aguarda a que mi somnoliento cerebro acabe de procesar la información proporcionada por mis ojos, abalanzándose sobre mi cuerpo con vehemencia. Hago lo mismo, apretando mis dedos con fuerza procurando no arrancarle su maraña de cabello negro como la noche. Su dulzón aroma se mete por mi nariz, y puedo recordar varios momentos con ella en solo un instante.
—¡Kath! No puedo creer que estés aquí —hablo sin romper el abrazo—. Me hiciste mucha falta. —Le hago saber. Al fin y al cabo, es verdad. Pese a haber tenido la gran dicha de encontrar a Simone, la chica morena con la que comparto mi vocación por la psicología, Kath es de esa clase de personas a las que puedes recurrir por lo que sea.
Y ella siempre va a estar dispuesta a darte la mano, el hombro, la pata... todo.
Kath se separa de mí, y me una mirada profunda. Tal vez, investigando porqué luzco como un zombi masacrado.
—Me encanta este color —halaga, estirando el brazo para acariciar un mechón rebelde de cabello anaranjado que emerge detrás del lóbulo de mi oreja. Me da una sonrisa dulce—. Te queda precioso, Jess.
Yo hago lo mismo, mirándola de arriba abajo en busca de las diferencias con la antigua Kath.
Solo que no hallo nada que juegue en su contra. Se ve radiante, iluminada, llena de vida.
Sigue luciendo verdaderamente enamorada, y me enternece.
—Tú también estás hermosa, Kath.
Ella se sonroja, y bate sus pestañas con coquetería.
—No me hagas sonrojar, Jess. Ven, entremos. —Atrapa mi brazo, y comienza a arrastrarme hacia el interior del departamento, mientras parlotea sin parar—. Ya conocí a tu prima. Es linda. —Se acerca para susurrarme algo rápidamente en el oído—. Y un poco malvada.
Al cruzar la entrada y abandonar mi abrigo en el perchero, me encuentro con Kenzie. Ella está detrás de la mesada, aguardando con evidente impaciencia por alguna cosa que puso en el microondas. Ese olor... pizza. No he comido desde el almuerzo, pero mi estómago está un poco sensible.
Y además, no para de cuestionar la visita de las hermanas Taylor a la ciudad. Fue inesperada. Katherine lucía nerviosa cuando la dejé en el departamento con Eduardo. Solo espero que no sea nada que pueda estropear todo lo que hemos venido planeando.
Una sensación desagradable me abraza cuando pienso en ellos.
Para nadie es un secreto de que hubo algo entre ellos. Sucedió cuando apenas sabía de los sentimientos de mi mejor amigo por mí. Yo no le correspondí. Y parece que ella tampoco lo hizo, porque terminó casándose con alguien más.
—Te han llegado visitas, Jess —comenta Kenzie al percatarse de mi llegada. No luce entusiasmada.
—Lamentamos mucho no haber avisado antes, Kenzie —se disculpa Kath.
Kenz sacude su mano al aire.
—No pasa nada. —El campanilleo del microondas acapara la atención de mi prima. Ella se dispone a sacar la pizza, y la coloca sobre la madera para cortarla en varias porciones—. Ey, Jess. ¿Y cómo terminó Eduardo? —pregunta, recortando los trozos distraídamente.
Me muerdo el labio, y Kath me pega un rodillazo.
—¿Ese Eduardo? ¿Wardo?
Muevo la cabeza, afirmando.
—Pues... Chester le dio de la buena.
—Hum... —Se lleva un trozo a la boca para degustarlo—. ¿Y sabes por qué se pelearon?
Su pregunta me golpea de lleno en la frente.
Dios... ¿qué si lo sé?
Lo mega ultra sé.
Pero no se lo diré porque no me corresponde a mí terminar con ella. No es mi decisión. Y ahora que lo pienso, ¿Eduardo de verdad ha pensado en romper con ella? ¿O solo ha estado mintiéndome y llenándome la cabeza de falacias como a una reverenda pendeja?
Kath me lanza una mirada, sonsacadora. Pero no le hago caso.
—No tengo idea, Kenzie. —Ostras. Se siente tan mal decir tantas mentiras. Ya quiero que esto acabe. Y cuando suceda, no planeo decir una sola mentira más en la vida.
Pinocho se ha quedado corto a mi lado.
Kenzie sacude la cabeza como si lo pensase, pero termina cambiando de tema, cosa que agradezco profundamente. Ya no aguanto sentirme llena de ansías.
Ella se acerca al mueble en donde nos encontramos Kath y yo. Aprovecha para dejar la madera con las porciones de pizza en medio de la mesita, y Kath no duda en tomar su trozo. Yo me quedo quieta, mirando la mugrienta punta de mis botines que alguna vez fueron completamente negros.
—Tuve una reunión importante con Tom Hanks —anuncia Kenzie.
Kath chilla con medio trozo en la boca.
—¿Tom Hanks?
—El mismo. —Kenzie asiente, dándole otro mordisco a su pizza. Recién me fijo en que no la ha cortado en forma de triángulo. Es un corazón. Arrugo la ceja, y ella percibe mi confusión—. No encontré el cortador de pizza.
—¿Y con qué lo hiciste?
—Con el de galletas. —Se encoge de hombros como si fuese lo común, antes de proseguir la conversación que sostenía acerca de su reunión con el famoso actor de cine—. Y le conté acerca de ti.
El rostro de Kath se ilumina.
—¿Sobre Jess? ¿Por qué?
—Porque Jess se ha ganado una entrevista —replica Kenzie regalándome una sonrisa de madre orgullosa. No hace otra cosa que hacerme sentir una traidora. Siento que no lo merezco. Porque esa entrevista me la he ganado a costilla de involucrarme sentimentalmente con su novio—. Mi primita irá a Ámsterdam —dice con matices de emoción.
Kath me agita un brazo.
—¿Vas a Holanda? ¿Por qué no me dijiste? —Suena igual de emocionada que Kenzie.
También debería estar brincando en una pata. Pero no lo hago.
¿Por qué?
En contra de mis emociones, fuerzo a mis labios a lucir menos miserables.
Observo a Kath por el rabillo de mi ojo.
—Si te conté... a medias.