— ¡Injae!
Injae corría desesperada por un pasillo tan oscuro que no se alcanzaba a iluminar ni siquiera con la vela que llevaba a la mitad, palpaba las paredes tratando de caminar mejor hasta el final donde escuchó la voz aterrada de una chica que parecía conocer.
— ¡Injae, por favor! ¡Ayúdame!
La chica por fin salió del pasillo y sintió la sangre tibia debajo de sus pies descalzos, miró sus manos cubiertas de sangre al igual que su ropa, luego llevó su vista a algo que brillaba en el lago rojizo y se metió con temor para recogerlo. Una cadena dorada con una flecha flotaba sobre la sangre, cuando Injae la alzó, terminó jalando algo hacia la superficie: el cuerpo mutilado y putrefacto de una chica rubia que traía puesto el collar.
El cuerpo abrió sus ojos y con sus manos huesudas apretó el cuello de Injae para sumergirla en la sangre.
—Esto es tu culpa —susurró goteando sangre de su rostro sobre el de Injae.
Injae trataba con manotazos y patadas quitársela de encima, pero lo único que pudo hacer es arrancarle la cadena del cuello y al llevársela con ella alcanzó a ver el nombre detrás de la flecha: Rebecca.
Finalmente, Injae abrió los ojos acostada sobre su cama del instituto de California, pero al mismo tiempo gritaba fuerte sin control y desesperada. La puerta de su cuarto se abrió de golpe y el ver a la persona frente a ella tratando de calmarla, la ayudó a poder volver a respirar mejor.
—Yo… lo siento, lo siento —dijo avergonzando bajando la cabeza—. Fue una pesadilla.
—Está bien, yo también las tengo.
Injae soltó al chico pelirrojo para que este se levantara de la cama y volviera a su cuarto con el vaso de agua que llevaba consigo, pero cuando este llegó a la puerta se detuvo a voltear al escuchar que Injae le habló.
— ¿Podrías…? —Balbuceó avergonzada.
Scott la miró extrañado y al mismo tiempo preocupado por dejarla en ese estado.
— ¿Podrías quedarte conmigo?
El chico asintió con su cabeza y se acercó dejando su vaso en la mesita de noche junto a la cama, se acostó a un lado de Injae dejando que ella recostara su cabeza sobre su pecho.
—Solo hasta que me quede dormida —murmuró abatida.
Scott siseó suave para que no dijera más y al mismo tiempo le acariciaba su cabello cerca del rostro.
— ¿Desde hace cuánto las tienes?
—Desde hace un año… después del ataque en Inglaterra —confesó cerrando sus ojos llorosos.
—Sí… yo también —masculló melancólico.
A la mañana siguiente que Scott despertó, vio de espaldas a la chica castaña descansando a su lado y recordó cómo llegó a ese punto, entonces por un instante tuvo la sensación de haber vivido antes algo muy similar a la escena que estaba presenciando, aunque no fuese así. Scott se marchó primero de la habitación sin hacer ruido para dejarla dormir y más tarde, Injae bajó para enterarse que Scott había regresado al instituto de Oregón con Marco y otros miembros de él para dejar arreglado sus pendientes allá.
Bristol, Inglaterra.
Yurim estaba llegando de sorpresa al apartamento de Stella, llevó unos panecillos y el café favorito de la chica para que desayunasen juntas en la cocina de esta.
—Así que los chicos volverán, los he echado de menos. ¡Celebremos!
— ¿Ah sí? —Arqueó su ceja—. ¿En dónde? Dijiste que la dueña del edificio tiene prohibido realizar celebraciones con mucho ruido y… no somos muy silenciosos cuando bebemos.
—Buen punto. ¿Qué tal el nuevo apartamento de Injae? La convenceremos de celebrar la llegada de los chicos y que ahora tiene un nuevo y muy lujoso penthouse.
La pelinegra se rio al ver que Stella se emocionó tanto que no notó que se había manchado la mejilla con la mermelada del panecillo, Yurim le limpió la mejilla con la servilleta y ambas se quedaron viendo un instante como si supieran lo que debía pasar después, pero Stella rompió el silencio.
— ¿Sigo siendo torpe como cuando nos conocimos? —Bromeó con un puchero.
—Solo un poco torpe —afirmó frunciendo su nariz—. Por cierto, habrá algo más que celebrar… —Le entregó un papel doblado—. En cuanto Scott cumplió veintiuno dejé de ser su albacea y dividimos oficialmente la herencia de nuestros padres así que… esta es mi parte.
Stella desdobló el papel que resultó ser un cheque con una cantidad alta de dólares, agrandó sus ojos sorprendida y luego quedó viendo a Yurim sin entender el motivo por el que se lo daba.
—Es para que pongas tu propia casa de modas y crees tus propios diseños, vi lo que hiciste con el vestido de Injae y fue fabuloso, así como todo lo que has hecho hasta ahora con esa irritante mujer. —Reviró sus ojos con desprecio—. Aún recuerdo lo mucho que te encantaba el estilo de Hermione Francis, tanto así que empezaste a bocetar algunos diseños de vestidos y trajes como los que usaba.
—La vieja Stella podía hacerlo, pero la nueva no sería tan buena para crear un diseño propio y asombroso.
—Claro que sí, solo debes hallar a tu musa del mismo modo en que hiciste con Hermione y recién con Injae. —Encogió sus hombros y sonrió—. Aún tengo algunos de tus bocetos, ¿por qué no empiezas con ellos?
— ¿De verdad los conservaste? —La miró sin poder creerlo, pero enseguida sacudió su cabeza—. ¡No! Olvídalo, no puedo aceptar el dinero, Yurim… es mucho.
—Claro que puedes, seré tu socia capitalista y estaremos juntas en esto. ¿Sí?
Stella bajó su mirada al cheque sobre la mesa y arrugó su boca con inquietud.
—Si no crees en ti, deja que yo lo haga por ti. —Le tomó la mano y sonrió gentil.
Mientras tanto en el instituto de La orden de Inglaterra.
Injae entrenaba a los cazadores nuevos de La orden por mandado de Yurim, pero solía dedicar más interés al entrenamiento de Charles con quien entrenaba a solas un rato de vez en cuando para revisar sus avances y para mantenerse en forma ella también. Tras un pequeño rato de pelear con las varas de madera, Injae paró el entrenamiento y lo vio seria.
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Editado: 04.04.2024