Abrí mis ojos al escuchar el sonido de la puerta, del otro lado de la ventana ya se veía el anochecer.
Había llorado demasiado pensando en todo lo que tenia que hacer y sobre todo en mi familia.
¿Aún seguían los secretos?
—Señorita Fontaine el joven Fortier la espera para ir al baile —escuche decir del otro lado de la puerta.
Me levanté rápidamente y abrí mi valija sacando uno de los vestidos. Me vestí con rapidez y ni siquiera me había tomado el tiempo en maquillarme.
Sali del cuarto y baje las escaleras, encontrándome a Emeric que esperaba en la sala. Su vestimenta era casual como la mía, una camisa y un pantalón largo con zapatillas.
—Estas preciosa —el me miro directo a los ojos.
Aquel comentario que no me lo había esperado me sorprendió y podía sentir el calor en mis mejillas.
—Tu también te ves bien —dije para luego apartar la mirada.
No podía dejar de mirarlo, realmente se veía guapo incluso mucho más que antes.
—La casa del capataz Robert se encuentra cerca de aquí —dijo Nadine con una sonrisa.
—¿El señor Vincent no vendrá con nosotros? —pregunto Emeric.
—Si el supongo que aparecerá después ustedes vieron que el no es muy sociable —ella hizo una pausa mirándonos con una sonrisa tímida— más bien es gruñón.
Miré a Emeric y empecé a reírme. Recordando las veces que lo había llamado de esa forma.
—Se porque te ríes —dijo el chocando su hombro con el mío.
—Por aquel camino se encuentra el sitio donde solían ir sus padres y el lago —ella señalo al camino que adentraba hacia el bosque.
¿Había un lago cerca? Amaba todo lo que eran lugares con agua y fue allí donde recordé el campamento y todo lo que había ocurrido.
Disimuladamente mire a Emeric que iba con la mirada en el camino.
Al final del camino se podía ver una casa que estaba repleta de luces.
Hasta que llegamos y la música estaba a todo volumen.
Era mi oportunidad para compartir con los empleados, ese era el momento que debía aprovechar para demostrarles que nosotros no éramos y tampoco pensábamos igual que nuestros padres.
Recordé el momento en el Cotton y aquellas miradas expectantes sobre mí.
Me quede de pie quedándome un poco atrás.
¿Cómo iba a enfrentarlo otra vez? ¿Por qué tenía tanto miedo?
Nadine fue la primera en entrar pero Emeric se percató de que había quedado atrás.
—Vamos los dos somos la cara de todo esto —el extendió su mano hacia mi.
Lo mire dudosa por uno segundos. ¿Por qué tenia que ser el quien debía darme la seguridad?
—Puedo hacerlo —dije enderezándome y pasando por su lado.
El llego otra vez a mi lado y juntos entramos a la casa.
—Los hijos de los jefes están aquí —dijo una mujer llamando la atención de prácticamente todos los presentes.
El volumen de la música disminuyó un poco y algunos se quedaron observándonos.
A un costado había una mesa repleta de comida y en el centro estaba la pista de baile.
—Continúen por favor —hablo Emeric— esta noche dejemos los títulos de lado y disfrutemos.
No podía creer que Emeric hablara de esa manera.
—Hablas como mi padre —dije soltando una risa.
—¿De qué te ríes? —dijo el bajando la voz.
—De tu intento de querer ser el jefe comprensivo —el levanto una ceja.
—¿Eso piensas? —pregunto el acercándose más a mi.
Su cercanía me hacía sentir nerviosa y mi corazon empezó a acelerarse.
Otra vez aquellos ojos grises me observaban, su altura y aquella camisa blanca que hacía notar los músculos de sus hombros.
¿En qué momento él había cambiado?
—¡Bienvenidos! —dijo una mujer apareciendo con una bandeja de comida entre sus manos.
Junto con ella apareció el capataz Robert y dos jóvenes que parecían de nuestra edad.
—Jefes ella es mi esposa Alais —dijo el pasando un brazo por los hombros de la mujer.
—Estamos encantados de tenerlos aquí hace tiempo que no vienen los jefes por estos lados —agrego la mujer sin dejar de sonreír.
Emeric y yo sonreímos.
—Ella es mi hija Juliet —dijo Robert mirando a la joven de largos cabellos— y el mi hijo Federic.
La mirada de Juliet fue directo a Emeric. Ni siquiera se había tomado la molestia de disimular.
Trague saliva tratando de no pensar en cualquier tontera.
—¡Los jóvenes Fontaine y Fortier! —dijo una mujer que la pude reconocer del Cotton.
—¡Ay Marisa no seas tan escandalosa! —dijo Alais sonrojándose— que pensaran de nosotros.
—Tienes razón lo lamento mi atrevimiento —se disculpó la señora.
Una actitud que me había causado algo de dulzura.
—No tiene que disculparse de nada —dije mirándola con una sonrisa.
—Usted es muy distinta a su familia señorita —hablo ella sin dejar de sonreírme y tomar una de mis manos.
—Los jefes años atrás les gustaba compartir estas celebraciones con nosotros hasta que… —la señora Marisa miro a Robert que solo asintió— sus abuelos dijeron que era poco profesional.
Mire a Emeric que también lucia serio por aquel planteo. Nuestros padres nunca habían hablado de su pasado en la empresa y lo poco que sabíamos era por mi abuela Regine.
—¡Ahí llego Vincent! Ve a ofrecerle algo para beber —dijo la esposa del capataz.
—Sabes como es el —respondió Robert.
Gire mi cabeza hacia donde ellos miraban y allí se encontraba Vincent con su rostro serio.
—¡Es hora del baile! —exclamo Marisa que estaba eufórica— ¡Vamos Señorita Elise! ¡Usted también!
—¿Cómo se baila? —pregunte mirando a la señora Marisa.
Todos a mi alrededor se había colocado en pareja y se movían de un lado al otro.
—Si me permite señorita —dijo Federic que era el hijo de Robert.
Pero su mirada fue hacia Emeric que yo también lo observe.
No veía molestia solo su rostro mostrando una tímida sonrisa.
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Editado: 22.07.2024