Los rayos de sol penetraban en la habitacion, apenas podia abrir los ojos. No estaba acostumbrada a tanta claridad en las mañanas — creo que necesitare unas cortinas más oscuras — pensé, mientras intentaba cubrirme la cara con la sábana.
Busque a vanessa con la mirada pero no estaba en la cama, me parecio extraño porque me había dicho que odiaba levantarse temprano. me asome al pasillo pero habia un enorme silencio —¿sabes a donde fueron? — le pregunte al señor coco, quien estaba echado al lado de la mesita de noche — El señor coco era el gato de la mamá de Robert, siempre estaba pegado a mi, amaba lo animales en especial a los gatos, cuando era pequeña queria tener uno, pero mamá decía que no quería "esa cosa, regando pelos por toda la casa".
— te gustaría irte conmigo? — le susurre al señor coco mientras acariciaba su peluda cabeza —
— miau!! — contesta mirándome como si aceptará mi propuesta —
Lo deje con cuidado sobre la alfombra y entre a ducharme, debía investigar dónde estaban los demás y porque me habían abandonado.
me di un rico baño, me puse unos Jean desgastados y una blusa azul. recogi mi cabello en una cola, Tome al señor coco en brazos y salimos de la habitación. El aroma del cafe inundó mis fosas nasales, me deje guiar por el hasta llegar a la cocina.
Estaba tan ansiosa por servirme una taza de café que no me percate de que los demas estaban reunidos alli.
—Acaso somos invisibles?— pregunto verónica exaltandome un poco.
—buen día chicos, pensé que no estaban en casa— dije tomando asiento al lado de verónica—
— fuimos a correr temprano pero regresamos a tiempo para el desayuno — contesto vanessa al momento que me dedicada una tierna sonrisa —
Tenia varios flecos de cabello pegados a su cara por el sudor y un enorme deseo de apartarlos y depositar un suave beso en su mejilla se apoderó de mi. se veía sumamente sexy con ropa deportiva y no podia dejar mirarla.
— así que fueron a correr sin mi— pregunte! Aún con la mirada puesta vanessa —
— ya estas vieja para esas cosas—dijo Robert en tono burlón — Todos rieron y comencé a perseguirlo por la cocina. Éramos como perro y gasto, siempre estábamos peleando por todo.
Cansada de corretear a Robert por la cocina volví a sentarme en mi lugar, y otras vez me encontraba miirando a vanessa, había algo en ella que me impedía enfocar mi atención en otra cosa, quizás eran sus ojos, o tal vez sus carnosos labios.
Me sentía tan frustrada, no entendía que me estaba pasando, no podía dejar de mirarla y en cualquier momento los demás lo notarian. — ¿a
donde vas? — pregunto verónica.
— necesito tomar aire — conteste mientras me levantaba de mi asiento —
camine varios minutos hasta llegar a mi lugar favorito, lo descubrí el año pasado cuando corría en la mañana, era un lugar tranquilo, con demasiado silencio, lleno de hojas secas y un enorme árbol el cual había perdido todas las hojas pero seguía siendo hermoso. debajo habia un viejo pero resistente banco. me gustaba pasar tiempo allí, era un lugar tranquilo y me hacía olvidar lo complicada que era mi vida.
— es hermoso — me sobresalte al escuchar aquella voz. se suponía que nadie sabia de aquel lugar.
— lo es — conteste sin voltear. no hacía falta que lo hiciera, sabía quién estaba detrás de mí.
— que haces aquí —pregunte cuando vanessa se sentó a mi lado —
— si te molesta puedo irme —
— no me molesta! — conteste rapidamente. Tenerla cerca me ponía nerviosa pero me agradaba su compañía.
— pensé que nadie más sabia de este lugar.
— Descuida, Nadie sabe de tú apreciado escondite — contesto!! dedicándome una sonrisa.
Sin duda era la sonrisa más hermosa que había visto en toda mi vida, esos pequeños hoyuelos que se formaban en su mejilla cuando sonreía era simplemente encantador.
— Pues no sabes lo aliviada que me siento — conteste al momento que también le sonreia.
— entonces me estas siguiendo — dije de forma graciosa —
La verdad si — contesto! Al momento que nuestras manos se rosaron y un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo, por como me miraba vanessa sabia que ella también lo había sentido, nuestros cuerpos estaban a pocos centimetros de distancia pero era como si fueran un iman el uno para el otro, atrayendose mutuamente, sintiendo los átomos de nuestros cuerpos luchando. entrelazamos nuestras manos sin dejar de mirarnos y sin articular alguna palabra, no hacia falta, aquello era mágico, diferente pero imposible...