Durante toda la semana previa a su viaje, Clara disfrutó al máximo de sus amigos. Siempre los llamaba para saber cómo se encontraban, les ayudaban en lo que podían y, especialmente, se volvió muy cercana a su mejor amiga Luz, a quien le comentó todo lo relacionado con el misterioso joven y le mostró el regalo que le dejó. Luz, al acceder a la información de la esfera, sintió que había ingresado a un extraño mundo. Pero, al fin y al cabo, sabía que Clara nunca le mentiría y le creyó. Sin embargo, no le agradó el hecho de saber que Clara se marcharía. Y se lo hizo saber.
Clara la tomó de ambas manos, la miró fijamente a los ojos y le dijo:
Luz tomó la esfera con ambas manos y se la apretó en su pecho. Su amiga Clara le dio algo valioso, por lo que se juró a sí misma que protegería esa cosa aún a costa de su vida.
Clara se admiró por la determinación de Luz. La verdad no estaba segura de sí regresaría o no, pero sabía que su amiga era lo suficientemente testaruda como para contrariarla. Así que la rodeó con sus brazos y, dándole palmadas en la espalda, le dijo:
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Israfil observó a Clara a lo lejos. La verdad admiró su determinación y lamentó el haberse entrometido en su nueva vida. Pero no tenía opción. Les había dicho a los vecinos que la traería y confirmarían su teoría. En el fondo, se alegró de poder compartir un poco más con su querida Shael.
Y cuando llegó el día del viaje, ella estaba ahí, en el lugar acordado, con una pequeña maleta. Antes de preguntarle que contenía en su interior, le respondió:
En efecto, los padres de Clara aparecieron y se quedaron boquiabiertos al ver a Israfil. No solo se impresionaron por su estatura, sino también por su belleza y sus ojos llenos de misterio. En definitiva, ese joven pertenecía a otro mundo.
La mamá se llevó ambas manos por la cara, ahogando su grito de dolor. El papá, en cambio, se acercó a Israfil y, sin dejarse intimidar por su altura, le reclamó:
Israfil no dijo nada. Simplemente extendió sus manos y salió de ellas unos cúmulos de luz, que se dirigieron a las frentes de los padres de Clara. Al recibir el impacto, cerraron los ojos y se quedaron dormidos.
Israfil sonrió. Esa era la Shael que había conocido.
La tomó de la mano, pronunció unas palabras extrañas y se introdujeron en la nave.
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Esa noche, Luz vislumbró una estrella fugaz en su ventana. Recordó a Clara y volvió a sujetar la esfera que le encargó. Esta vez, dejó que sus lágrimas corrieran libres por su rostro, en ausencia de su amiga.
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Editado: 19.11.2022