Belcú era el único que podía comunicarse con las almas sin necesidad de depositarlas en una nave o “contenedor”, como en el caso de los incorpóreos. Fue por eso que algunos hijos de la oscuridad lo llamaron para que se encargase de cuidar el jardín de almas y administrar las reencarnaciones como era debido. El problema fue que, cuando llegó esa alma en particular, no conseguía que reencarnase de vuelta. Y cuando se lo preguntó, solo recibió esta respuesta:
Así fue como Belcú conoció a Solestelar. Y, también, supo que muchos la buscaban para fines malévolos. Entendió que la mejor forma de evitar más muertes dolorosas era “no nacer” nunca más, refugiarse en la oscuridad y permanecer ahí hasta que la energía oscura absorbiese el universo entero.
Fue ahí que conoció a Adusias, uno de esos negativos obsesionados con Solestelar. Pero al no hallar rastros de su alma en ningún mundo material o energético, deseó ir tras Shael que todavía rondaba por los confines del universo.
Y, además, teorizó que si Solestelar fuese trasladada del lugar sin necesidad de reencarnar en otro ser vivo, conseguiría que ella se convirtiese pronto en una hija de la oscuridad. Pero, en el fondo, deseaba que conservara sus dotes de hija de las estrellas para, así, transformarla en un “creador”.
Pero no podía salir de ahí. Belcú estaba limitado solo a moverse entre los mundos conformados por la materia oscura. Debía confiarle el alma a alguien que tuviese un corazón bondadoso, lo suficiente como para que la usase con el único fin de ayudar a los demás y no para beneficio propio.
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Yael, Clara y Luz se quedaron sorprendidas por la reacción del alma de Solestelar ante Belcú. Éste, por su parte, retrocedió unos pasos y se encogió. En verdad le molestaban las cosas demasiado luminosas.
Belcú y Yael se fueron volando, seguidos de la nave donde se resguardaban Clara y Luz. Clara aún conservaba las pastillas que le dio Israfil para salir de la nave sin traje, por lo que le entregó unas cuantas a su amiga porque, ambas, deseaban hablar con Belcú de frente.
Llegaron al lugar. Yael dejó el alma de Solestelar entre las demás almas. Y fue ahí que, de pronto, otras nuevas aparecieron en el jardín repentinamente.
Yael casi pegó un grito del susto al ver que ambas materiales se arriesgaron a explorar el mundo oscuro. Pero se asombró aún más al darse cuenta de que estaban bien. Incluso escuchó a Luz murmurar algo de que esas pastillas eran fantásticas.
Belcú no le cuestionó lo que hizo. Solo se limitó a responder su pregunta.
Mientras conversaban, Clara vio que un grupo de almas se acercaron a Solestelar y pudo reconocerlas de inmediato: ¡Eran sus amigos! También reconoció a las energéticas negativas que la cuidaron de pequeña. Y sintió un vuelco en el corazón cuando vio a Esmi, Ramiel y Shenar. ¡Esos dos perecieron al final! Pero no halló el alma de Israfil. Y ante la duda, preguntó:
Belcú evitó mirarle a los ojos. Sabía que Israfil y Shael fueron compañeros del alma. Y juró no decirle que desintegró su alma junto con el de Adusias.
Por suerte, no tuvo que responder a esas preguntas porque Yael, de inmediato, se acercó al alma de Solestelar y dijo:
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Editado: 19.11.2022