Unos minutos después llegó Mado precipitadamente como si quisiera salvarme de alguna catástrofe. Entró y me vio sentada en la sala.
—¿Qué pasó? —me preguntó.
—¿De qué hablas?
—¿Qué estabas haciendo?
—Nada, acabo de llegar —me desconcertaban tantas preguntas.
Empezó a mirar alrededor obviamente sabía que le estaba mintiendo, pero no decía nada al respecto, subió de inmediato a su alcoba y volvió a los pocos minutos, su mirada me decía que se había dado cuenta que entré a su habitación y esperaba que yo dijera algo, pero no sabía por dónde comenzar. Algo extraño pasaba con ella desde que llegamos a vivir aquí, pero nuestra comunicación estaba fracturada y yo no entendía el motivo ¿Qué podría estar ocultando? Dejé pasar por alto el pequeño incidente y al parecer ella tampoco me diría nada.
—¿Cómo te fue?
—Bien, sabes… siempre es algo triste para mí.
—Te entiendo, regresaste muy pronto.
—Sí, bueno un chico de aquí me acompañó.
—¿Quién? ¿Jordán?
—Travis.
Mi abuela se sobresaltó al escuchar ese nombre, pero guardó la compostura.
—Te caía mal, hasta donde me contaste.
—Sí, eso era antes, pero creo que ya lo conozco mejor y me agrada.
—Estás metiéndote en problemas, no te conviene esa amistad.
—¿Por qué? —salté a la defensiva—. Todos dicen eso, pero nadie me da una razón.
—No es una buena amistad.
—¿Me éstas prohibiendo que le hable?
—Te estoy aconsejando que te alejes de él Deka, es por tu bien, te explicaré todo un día lo prometo.
—Sólo contéstame algo Mado. ¿Tú crees que esté involucrado con los asesinatos?
—Todo es posible —se limitó a responder.
Hice una cara de desaprobación, pero no quería iniciar una discusión con ella, me tenía más intrigada qué era lo que ella me estaba ocultando, ya habría tiempo de hablar al respecto.
Al día siguiente me presenté en la escuela y volví a mis actividades. En contra del consejo de mi abuela salía con Amanda y Jordán a los lugares por la noche, seguía firme con mi decisión de no volver a verlo, pero no podía evitar buscarlo entre la multitud esperando encontrarnos por accidente, pero en los siguientes días no tuve noticias de él. Hasta que un día lo encontré saliendo de la fuente de sodas, yo lo saludé casual, pero en vez de contestarme el saludo me ignoró por completo, su rostro mostraba desagrado al verme como si en los últimos días hubiera intentado evitarme y yo había arruinado sus planes. Creí que habíamos hecho una especie de amistad desde nuestro último encuentro, pero al parecer era todo lo contrario ¿Por qué tenía que ser tan cruel? Me sentí tan enfadada conmigo misma, no podría estar detrás de él, era algo absurdo mi dignidad estaba de por medio, así que tomé la decisión de no buscarle la cara en el futuro.
***
Planeé pasar el fin de semana en casa acompañando a la abuela, nos pasamos la mañana desempacando algunas cajas y abriendo otras que ella tenía olvidadas hacia años, en su mayoría eran recuerdos de su infancia y su juventud. Me enseñó algunas prendas que ella usaba y quería que yo me las pusiera, acepté con la falsa promesa de ponérmelas, puesto que eran muy anticuadas para mí, sin embargo, no quise que se sintiera mal al respecto. Ya por la tarde salió de la casa a ver a su amiga Ori y aproveché para hablar con Megan por teléfono, aunque no tuve mucho que contar a comparación de ella. Le conté sobre mi fugaz visita, ella se sintió algo ofendida por no haberla contactado, yo me excusé de que fue tan rápida que no me dio tiempo. Megan me contó que estaba saliendo con un chico que resultaba ser todo un sueño, la llenaba de regalos, paseos y cumplidos, sentí tanta envidia de su vida, pero no dije nada.
Cuando se puso el sol, salí a tomar aire fresco en la marquesina de la casa, tenía ganas de ver las estrellas y contarme historias sobre ellas, aparte de disfrutar el paisaje. En la ciudad, gracias a la contaminación lumínica no se ven muchas noches así, con cielos despejados, era de las pocas ventajas de vivir aquí. Escuché un ruido proveniente del bosque, la piel se me erizó y pensé en meterme de inmediato a la casa, pero mi curiosidad no me lo permitió, pude distinguir una silueta a lo lejos, me daba la espalda y no podía ver su rostro. Me quedé observando de forma cautelosa esperando que descubriera su identidad, de pronto volteó con sigilo y receloso que alguien lo viera, fue entonces cuando pude distinguir su rostro, se trataba de Travis. Si antes no me había provocado el menor temor, ahora sí, me pregunté qué hacía saliendo de ahí, si los ataques estaban a la orden del día. Cruzó por mi mente que pudiese ser el responsable, esa forma de expresarse tan cínica e indiferente hacia la humanidad, lo hacían ser un sospechoso potencial.
Días más tarde, iba llegando a mi casa de la escuela y una vez que se habían ido mis compañeros y justo antes de meter la llave en la cerradura escuché una voz.
—¿Deka? —era una voz familiar.
Volteé a todos lados para ver de dónde provenía, Travis salió de la nada detrás del rosal de mi abuela, me hizo dar un sobresalto.
—Necesito un favor —me pidió con excesiva confianza.
—¿Qué quieres? —estaba a punto de ignorarlo y entrar en mi casa, cuando se mostró por completo pude notar que tenía una herida en el costado derecho de su torso, parecía una cortada, no sangraba mucho, pero se veía profunda—. ¡Por Dios! ¿Qué te pasó?
—No hagas preguntas. Me debes una. ¿Recuerdas? ¿Puedes ayudarme a curarla? —dijo tajante sin ganas de dar explicaciones.
—¿Por qué no vas al hospital?
—No puedo ¿Me ayudarás o no? Sólo necesita limpieza —su petición sonó más como una orden.
—Bien, sólo espera un momento —de inmediato entré y busqué a mi abuela por todos lados, pero la casa estaba vacía.
Lo invité a entrar y a sentarse mientras buscaba entre las cajas sin desempacar el botiquín de primeros auxilios, después de abrir un par por fin encontré lo que buscaba. Al sacarlas de manera torpe otra caja cayó al piso, pero yo no le di importancia. Le di unas gasas, agua oxigenada y alcohol. Empapé una gasa con alcohol y se la puse en la herida sin pensarlo, esperé el grito de dolor, pero él se mantuvo tranquilo.
—¿Duele? —le pregunté mientras presionaba más la gasa para ver si lograba alguna reacción de su parte.
—No, está bien —me dijo sereno—. Me recupero rápido.
Le puse una gasa limpia en la herida y la fijé con cinta adhesiva. Una vez terminado mi trabajo guardé silencio esperando una explicación.
—Tu abuela tiene pasatiempos interesantes —me dijo mientras señalaba la caja que tiré en el suelo y su contenido quedaba expuesto.
Velas, amuletos, incienso y otras cosas parecidas. Pensé enseguida en las cosas que Mado me ocultaba últimamente.
—Es muy bonita tu casa —expresó con la intención de desviar el tema.
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Eres un demente? —le reclamé—. Creo que me debes una explicación a menos que quieras que vaya con la policía —lo amenacé.
—¿Con la policía? ¿Para qué? —dijo sorprendido—. Yo soy la víctima.
—Tú no eres ninguna víctima —lo desafié, de inmediato me arrepentí de mis palabras, un miedo se apoderó de mí.
—¿De qué estás hablando? Ahora la loca eres tú —respondió a la defensiva.
Me contuve por un momento, pero necesitaba decirlo, las palabras empezaron a brotar sin que pudiera detenerlas.
—Te vi… hace unos días, ibas saliendo del bosque.
—¿Y eso qué? ¿Es un delito? —se mostró indiferente.
—Lo es cuando asesinas personas —ya estaba dicho, no podía retractarme, rogué por estar equivocada y no convertirme en otra víctima.
Él me miró de forma curiosa como si estuviera diciendo disparates, no estaba enojado, pero por primera vez se mostraba consternado ante mis acusaciones.
—Gracias por tu ayuda, tengo que irme.
—¿No dirás nada?
—No tengo nada que decir, es absurdo lo que dices, creí que eras diferente pero tu cabeza fue envenenada, ya tienes mentalidad de pueblerina.
—No es eso —le dije ya un poco más calmada—. Pero tienes que admitir que esto es muy raro. Ayúdame a comprenderlo —le ofrecí tratando de ganarme su confianza.
En ese momento llegó Mado inoportunamente acompañada de la tía Ori, nos miraron de forma desaprobatoria, sin disimular su molestia ante él.
—Tengo que irme, gracias por el agua —dijo intentando distraerlas.
Salió sin decir más de forma sigilosa, yo intenté alcanzarlo en el marco de la puerta, pero había desaprecio por completo. Regresé con mi abuela y Ori, ella me esperaba con una actitud aún a la defensiva, su ceño se frunció y me miró como si tuviera cinco años.
—¿Qué hacia él aquí? Te lo advertí —me regañó Mado.
—Sólo me pidió un vaso de agua, es todo.
—No me mientas, ¿Confías más en él que en mí? —me reprochó decepcionada.
—Eso mismo me pregunto yo, tú… no confías en mí.
—Cuida tus palabras jovencita.
—Algo está pasando y lo sabes, ¿Qué significa esto? —le enseñé el contenido de la caja para que viera que no estaba bromeando.
—Es un viejo pasatiempo, es todo.
—No me mientas, tus actitudes extrañas, ¿Qué tienes que decir?
La tía Ori la miró preocupada y asintió con la cabeza como dándole permiso a mi abuela para hablar.
—Siéntate hija —me indicó Mado.
Yo obedecí esperando una respuesta lógica, comenzó hablarme de la forma más dulce.
—Te he mentido en algo y es hora de que sepas la verdad. No juego canasta todos los jueves como te he hecho creer todos estos años.
—De acuerdo ¿Qué es lo que haces entonces?
—Para que entiendas primero tengo que explicarte algo. Temo que será sumamente extraño para ti, pero quiero que abras tu mente y aunque lo que te diga suene a una locura, recuerda que soy yo, y yo no te mentiría Deka.
—Ya Mado ¿Cuál es el misterio?
—Hay criaturas en este mundo —inició su charla mientras se sentaba junto a mí—. Que… ¿Cómo te explico? No son del todo humanas y por lo tanto algunas son peligrosas para nosotros, para cualquiera.
—¿Cómo sabes eso? —le pregunté incrédula.
—Escucha… ¿Has oído hablar de los ángeles?
—Claro, ¿Quién no? —le respondí no sabiendo a donde llevaría la conversación. Era la primera vez que Mado media sus palabras conmigo, siempre era tan directa y en esta ocasión daba muchas vueltas al tema, parecía que era una conversación que no la hacía sentir cómoda.
—En algunas ocasiones… hay ángeles que pierden sus alas, por motivos diferentes, se vuelven mortales y viven entre nosotros —me tomó de las manos y me miró a los ojos intensamente y prosiguió con su explicación—. Esto provoca que su necesidad innata de estar conectados con el mundo espiritual, los lleva a diferentes caminos como convertirse en brujos o hechiceros… es una forma de poder seguir ayudando a la gente.
—¿Me estás diciendo que tú eres un ángel? —la cuestioné, aunque no pude contener una sonrisa algo burlona.
—Yo no —me dijo tajante y volteó a ver a la tía Ori parada al otro lado de la habitación.
Volteé a ver a la tía Ori quien tenía los ojos cerrados y de pronto una tenue luz blanca resplandeció de su silueta, me quedé perpleja ante la imagen frente a mí, podía imaginar todo de ella menos eso, era como si después de todos estos años no la conociera en absoluto, me sentí engañada y mi abuela era toda una cómplice, me hizo preguntar si mi abuela también era una criatura extraña, ¿De dónde provenía yo? ¿Mis padres también lo eran? ¿En qué estaba metida? Siempre fue una mujer de lo más transparente ya que sus únicas preocupaciones eran educarme y trabajar, toda su vida fue así. Pero la realidad era totalmente diferente.
—¿Qué diablos? —fue lo primero que atiné a decir, tratando de guardar compostura, aunque por dentro estaba asustada en verdad.
—No te asustes mi niña, soy yo, no tienes nada que temer —me dijo Ori con una voz angelical.
—Déjenme ver si entiendo —suspiré profundo, mientras me levantaba de mi asiento—¿Ustedes son brujas o ángeles caídos?
—Ambas practicamos la hechicería, pero Ori es la única que viene de allá arriba —me explicó la abuela.
—¿Y hacen pociones y hechizos? —les pregunté algo divertida ya que mi mente todavía no podía procesarlo.
—Por supuesto, pero no es un juego, lo tomamos con mucha seriedad —me externó Ori quien ya había vuelto a la normalidad.
—Esto ¿Tiene algo que ver con Travis?
—Todo mi niña —intervino mi abuela antes de que Oriana pudiera contestarme.
—¿Qué? —le insistí ya algo desesperada.
—El… no es humano —sentenció Mado.
—Por favor, como es qué… ¿Y cómo lo sabes? Eso es mentira… si no te agrada sólo dímelo, pero no inventes historias absurdas —balbuceé al no dar créditos a lo que mis oídos acababan de escuchar.
Caí en el sofá de nuevo, mi mente empezó a revolucionar a mil por hora. Recordaba las veces que Travis carecía de interés por la humanidad, ninguna sensación, ningún dolor, las palabras de mi abuela me hacían eco, parte de mí sabía que tenía sentido, pero mi corazón se negaba a lidiar con la espantosa verdad de su origen. Esperaron pacientes mientras digería sus palabras. Después de pensarlo y pensarlo tratando de encontrar otra explicación, terminé por rendirme.
—¿Qué es? Si no es humano ¿Qué es entonces? —les pregunté temerosa de su respuesta.
—Es un demonio —me dijo tajante la tía Ori—. No puedes estar cerca de él, lo siento hija.
***
Por primera vez el temor dominaba mis emociones. Me imaginaba encuentros con Travis donde me explicaba que sólo era un humano diferente y todo era mentira. La gente de aquí no lo quería, ni lo aceptaba, me preguntaba si alguien más sabía la verdad o era producto de la infamia y rumores. Era una lucha constante en mi cabeza, no podía ignorar las ganas de volver a verlo, pero mi miedo era más fuerte. Por otro lado, el hecho de saber que mi abuela era normal me daba cierta paz, aunque la revelación de Oriana era algo… inesperada ¿Será posible que Jordán supiera la verdad? Eso explicaría que se hubiera alejado de ella, sería interesante indagar al respecto.
Un martes cualquiera Amanda no se presentó a la escuela, creí que sería el momento perfecto para hablar con Jordán a solas, así que esperé impaciente todo el día hasta la salida, las horas pasaron tan lentas, las clases fueron tan tortuosas que se me ocurrió escabullirme en más de una ocasión, pero me acobardé. Mis ansias eran tantas que creí que la hora del almuerzo sería una buena oportunidad para hablar del tema, pero se nos unió a la mesa Astrid una niña bajita y sonriente que mostraba un interés obvio en él, así que no se apartó de su lado. Finalmente, la campana sonó indicando el término de las clases, Jordán y yo tomamos el camino a casa.
—¿Te puedo preguntar algo? —inicié la conversación con un tono serio.
—Dime —me respondió de forma amable.
—¿Conoces a Travis?
Jordán me volteó a ver de forma curiosa y asintió con la cabeza.
—¿Qué piensas de él? —quise saber.
—¿Te interesa? —su curiosidad creció todavía más.
—Lo he llegado a conocer más a fondo, pero hay muchos rumores y no quisiera dejarme llevar por ellos —le dije evadiendo la pregunta—. Parece alguien amable.
—¿Amable? ¿Travis? Me parece que no estamos hablando de la misma persona.
—Exageré un poco, en fin, me agrada.
—No lo conozco bien, sí he escuchado los rumores, ya te había comentado que son la comidilla del pueblo, pero no me consta nada y no te puedo decir más —me dijo decepcionado de no poder darme una respuesta—. Pero no… no lo sé…no creo que sea una buena compañía.
—Hablé ayer con tu abuela —de inmediato obtuve toda su atención—. No sé si deba decirte esto —balbuceé.
—¿Qué pasa? —me cuestionó preocupado.
—Que estabas alejado de ella y me gustaría saber por qué.
—Mira, me agradas Deka, pero no es tu asunto, hay cosas que no se deben divulgar —me contestó a la defensiva.
—No quiero entrometerme.
—Entonces déjalo así —me interrumpió en seco.
—Sólo…quiero ayudar —le insistí.
—Ya te dije, no te metas y tienes que saber algo, yo sé que la aprecias, pero no es lo que parece —me contestó alterado.
—Lo sabes ¿Verdad? —las palabras salieron de mi boca sin pensarlo.
Él se quedó estático, nos miramos por unos segundos como si tratáramos de adivinar el pensamiento del otro, queríamos decir algo, pero las palabras se quedaban en la boca como si estuvieran atrapadas.
—Te lo dijo —finalmente Jordán habló.
—Así es.
—No lo comentes con nadie —me suplicó.
Retomamos nuestro camino, él ya más relajado me contó cuando descubrió quién era su abuela. Cuando era más pequeño llegó a su casa un día queriendo sorprenderla y la encontró rodeada de mujeres haciendo rituales extraños, Oriana le explicó que era lo que hacían, pero él no estaba conforme con la vida que llevaba, Jordán sólo quería ser un muchacho normal, a pesar que su abuela le dijo que no hacía nada malo, él prefirió guardar su distancia para con ella. Además, culpaba a Oriana por el abandono de su padre, ya que su papá se fue al ver que su mujer era atraída por los rituales de ella. Afortunadamente la mamá de Jordán sólo pasó por un lapso y había dejado la hechicería de lado, eso le daba cierta tranquilidad a Jordán. Yo sólo lo escuchaba y me guardaba mis opiniones al respecto, después de todos estos años no iba a convencerlo de lo contrario. Yo le comenté lo que me dijo Ori sobre el origen de Travis, pero Jordán no supo darme una razón de eso, ya que desconocía todo aquello, sólo me aconsejó que tomara mis precauciones. Nos prometimos guardar el secreto y no contárselo a nadie, ni siquiera a Amanda.
En las últimas semanas Jordán se había convertido en un buen amigo, tenía la sensación de poder contarle todo y eso realmente me reconfortaba, aunque son pocos los momentos en que estamos a solas, pero por ahora era suficiente para mí. Pasaron los días sin saber nada de Travis, los exámenes de la escuela me mantenían lo suficientemente ocupada para no pensar mucho tiempo en él, pero al terminar el día era inevitable.
El fin de semana Mado salió con Ori a uno de sus rituales ya que me informaba la verdad desde ese día. Yo me quedé sola en casa, los exámenes habían terminado y me prometí consentirme un poco viendo películas, escuchando música y el sábado en la noche saldría con Jordán y Amanda al cine a ver una película. Salí de la ducha y me arreglé con mi outfit preferido, empezaba a oscurecer cuando sonó el timbre de mi casa. Creí que Jordán quién había decidido pasar por mí, así que abrí la puerta sin preguntar y ahí estaba frente a mí.