—Vístete —me ordenó, mientras él hacía lo mismo.
Yo sólo llevaba una playera que me llegaba a las rodillas, de inmediato empecé a buscar mis jeans para ponérmelos antes de que las pisadas llegaran hasta aquí, sentí un miedo terrible, nos habían encontrado y la luna de miel estaba por terminar. Una figura se paró en el marco de la puerta un señor de altura descomunal, de tez apiñonada, su cabello largo amarrado, una barba de candado y unos ojos hundidos vestía todo de negro y una gabardina del mismo color.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Travis.
—Iba a preguntarte lo mismo, ¿Por qué te busca la policía? ¿Qué hiciste?
—Nada, soy inocente —se defendió.
—¿Esa es la muchacha que están buscando? Te están acusando de secuestrarla. ¿Qué demonios has hecho Travis? —lo reprendió de forma brusca.
—No me secuestró —lo defendí, aunque aún no sabía la identidad de aquel sujeto.
—Eres menor de edad y él tiene veintiún años —me recordó—. Esto no es correcto —nos advirtió al sospechar lo que había pasado en la habitación.
A pesar que nos habíamos alcanzado a vestir, con la cama destendida y totalmente desalineados los dos, no necesitaba ser detective para saber lo que había ocurrido. Me sentí un poco avergonzada por haber sido descubierta.
—No hagas conjeturas, sólo nos quedamos dormidos, es todo, además no eres policía Valentín —le dijo Travis de forma despectiva.
—En efecto, no lo soy, pero soy tu padre y esto no lo apruebo.
—No eres mi padre— le dijo molesto.
—Tenemos que hablar —le pidió mientras daba media vuelta esperando que Travis lo siguiera.
—Espera aquí, no tardo —me dijo.
Travis se calzó y salió detrás de él, me pegué a la pared guiada por la curiosidad, trataba de escuchar la conversación, pero sólo oía susurros y palabras sueltas que no lograba hilar la conversación que sostenían. Estuve así por unos minutos hasta que alzaron la voz y pude escuchar con claridad, al parecer habían olvidado que estaba yo cerca de ahí.
—¿Qué diablos pasa contigo? Nunca hay que intervenir con los carroñeros, te lo he dicho mil veces.
—Lo salvé, eso es lo que importa —se defendió Travis.
—Es un humano, no tiene importancia, podrían regresar a vengarse y lo sabes. Y luego ¿Esa chica qué? Parece que echas por tierra todo lo que te he enseñado, no debes vincularte con los humanos, no son la misma especie, tú eres un ser superior. ¿Y desde cuándo te importan las personas? —lo cuestionó.
—Ella es diferente.
—De acuerdo, te gusta, bien diviértete un rato, pero no te metas en problemas por ella, no vale la pena.
—La amo.
Al escuchar esas palabras mi corazón se paralizó, salí hacia donde estaban ellos con la intención de que me viera y de que supiera que lo había escuchado.
—No sabes lo que es eso, no puedes saberlo, sólo estás encaprichado —le dijo Valentín molesto.
—Valentín —lo interrumpió Travis—. Probé su sangre y desde ese momento puedo sentir emociones humanas.
Valentín se quedó mudo por un momento, volteó a verme, fue una mirada de reproche tan seca que sentí escalofríos.
—Has estado muy ocupado por lo visto, pero será temporal, sólo te durará unos días y volverás a ser el de antes.
—¿A qué viniste a regañarme o me piensas ayudar? —cuestionó Travis.
—Yo me encargaré de todo, como siempre.
—Nooo —le gritó Travis—. No a tu manera, te lo prohíbo.
—¿Acaso te estás humanizando? Porqué entiendo el capricho por la muchacha, pero ¿Desde cuándo te importa lo que le pase a los demás? —su mirada era cruel y despiadada.
—Ya no quiero ser el mismo, quiero cambiar.
—No voy a permitir que todo mi trabajo lo eches a la basura —le gritó enardecido—. Si es necesario, acabaré con ella, acabaré con todos —lo amenazó tajante.
—¿Cuál trabajo? Tú le prometiste a mi madre que me cuidarías —le recordó Travis.
—No —Valentín movía la cabeza de lado a lado con una sonrisa perversa.
—¿Qué?
—Lo hizo Valentín.
—¿De qué hablas? Tú eres Valentín.
—Él ésta muerto, hace ya muchos años, desde el accidente yo… invadí su cuerpo para que no te quedaras solo, y así volverte un ser poderoso, imponente, eres mi hijo después de todo.
—¡¿Gamaliel?! —exclamó Travis desconcertado.
De inmediato se acercó a mí, se puso enfrente como escudo protector y tomó una posición a la ofensiva. Yo estaba paralizada de miedo, no atinaba a decir o hacer algo. Recordé la historia de Travis y cobraba sentido el cambio tan repentino de su padre para con él, era porqué Valentín se había ido.
De las manos de Valentín empezó a salir una especie de rayos negros que dirigió hacia el techo de la fábrica, lo que provocó que cayeran pedazos de concreto en el piso y se llenara de polvo toda la pieza. Parecía ser una advertencia bastante clara de su poder y su alcance, yo entendía que Travis tenía ciertas habilidades, pero nada como eso. En definitiva, no tendríamos oportunidad de salir con vida de ahí, nadie sabía dónde estábamos, podría acabar con nosotros en un instante y nadie se enteraría. Pensé en echarnos a correr, pero la salida estaba del otro lado y Valentín nos obstaculizaba el paso.
—Eso es asombroso —exclamó Travis—. No tenía idea de tu poder padre ¿Sabes lo que podríamos hacer juntos?
—Me place que reconozcas lo que te conviene.
—¿Por qué no me dijiste la verdad hasta ahora? Hemos desperdiciado tanto tiempo —exclamó y sus ojos se volvieron maliciosos.
—¿De qué estás hablando? —le pregunté confundida.
—Lo siento Deka, fue divertido, pero esto que me ofrece Gamaliel es más emocionante. El poder total.
—Pero a ti… ya no te interesan esas cosas —traté de que entrara en razón.
—No, tú quieres cambiarme, pero no soy así, y siendo franco, has sido todo un problema desde que te conocí —hizo una mueca de fastidio—. Soy un prófugo, me hiciste pelear contra los carroñeros, salvar a un hijo de perra que ni las gracias dio. Mi vida era más sencilla antes de conocerte.
—No, estás molesto y no ves las cosas claras, no te dejes impresionar —le imploré.
—Vete —me pidió de forma fría y despiadada.
—Dijiste que me amabas —le recordé como un reproche.
—Sí me atraes y siento algo, pero no vale la pena dejar mi destino sólo por ti —me aclaró.
—Tienes razón, intenté cambiarte para que seas mejor, pero eres el mismo imbécil que conocí ese día.
Volví a la habitación por mis pertenencias, mis lágrimas brotaban sin parar al grado que me impedían ver con claridad, mi llanto era más por la frustración de sentirme utilizada y timada por el maldito Travis. Todo el mundo me lo advirtió y no quise hacer caso, eso pasa cuando te involucras con seres del infierno mismo. Salí de ahí a toda prisa volteé a ver de reojo a Travis que hablaba de forma entusiasta con su falso padrastro, ni siquiera volteó a verme al pasar por ahí, su indiferencia me dolió más incluso que la mordida de serpiente.
Limpié mis lágrimas y me hice de un poco de dignidad, tomé mi vieja bicicleta y emprendí el camino a casa. Me juré a mí misma, que nunca le perdonaría esta traición, aunque era poco probable que me buscara de nuevo, si no es que imposible. Pedaleé tan rápido gracias al coraje que quería sacar de mi ser, que hice mucho menos tiempo que el día anterior. Llegué a la puerta de mi casa y recordé que me esperaba un gran sermón por parte de mi abuela, en esta ocasión sí había actuado como toda una estúpida y me lo merecía por completo.
Vino a mi mente el peligro que correría Aarón, su padre, incluso la policía, Travis aún era fugitivo y su padrastro dijo que arreglaría las cosas a su manera y de ningún modo podría ser algo bueno. Necesitaba conseguir ayuda, advertirles de alguna manera sin que pensaran que estaba loca. Metí la llave en la cerradura y entre con todas esas emociones que cargaba en el pecho.
—Deka, gracias a dios que están bien, pero, ¿Dónde estabas mi niña? —fue lo primero que dijo la abuela al verme entrar.
—Estoy bien —le contesté no creyendo realmente en mis palabras, pero era una forma de tranquilizarla.
—Déjame llamar a la policía, te están buscando, también avisaré a Oriana y Jordán, están preocupados por ti.
La abuela hizo unas llamadas de forma rápida, yo sólo atiné a sentarme en el sillón desilusionada y abatida, cuando Mado colgó el teléfono se sentó a mi lado como esperando una explicación de mi parte.
—Debí escucharte, lo siento —me disculpé.
—¿Por qué huiste así? ¿Te fuiste con él? ¿Te obligó? —me interrogó Mado.
—No me obligó, fui porque quise, pero fue un error, tenías razón sobre él. No volverá a pasar Mado lo prometo.
—¿Quieres contarme qué fue lo que pasó?
—Quiero darme un baño primero.
—Claro hija, ve.
Me levanté apesadumbrada, tomé mi mochila y me dirigí a la habitación, mis pies se sentían pesados y mis hombros tensos, tal vez la ducha aclarara mis ideas y despejara mi mente. Me metí a la regadera, dejé salir el agua fría para activar mis sentidos mientras cavilaba si era una buena idea contarle a Mado todo lo sucedido. La tía Ori era un ángel, seguramente ella podría ayudar o podría detenerlos antes de que lastimaran a alguien. Aunque si les contara todo lo que había pasado en estos días, tendría que revelar la historia de Travis y su mamá, algo que yo había prometido no hacer, pero era algo relevante; era mitad humano, no un demonio completo como ellas creían. No quería traicionarlo así, pero él me había abandonado de una forma tan cruel, tal vez merecía que le pagara con la misma moneda. Era tortuosa toda la situación, pero si tengo que pedir ayuda a Ori lo menos que puedo hacer es ser honesta con ella, cualquier detalle que omita podría ponerla en peligro y eso no me lo perdonaría. Al diablo Travis.
Me tardé más de lo usual, pero al fin regresé a la sala, Jordán y la tía Ori estaban haciéndole compañía a mi abuela. Jordán en cuanto me vio se abalanzó contra mí en un abrazo.
—¿Estás bien? ¿Quieres hablar? —me preguntó Jordán con aire de preocupación.
—Claro —mentí sin muchas ganas.
Antes de poder decir palabra alguna la tía Ori intervino.
—¿Pueden dejarnos a solas? —pidió la tía Ori a mi abuela y a Jordán.
—Por supuesto, vamos hijo ayúdame a preparar unas bebidas mientras hablan.
—¿Por qué a solas? —le pregunté de forma suspicaz una vez que abandonaron la sala.
—Tranquila, es para que te sientas más cómoda, no como si estuvieras en un juzgado dando testimonio —me aclaró de forma tierna—. Siéntate —me pidió al mismo tiempo que ella hacía lo mismo.
—Bien ¿Qué es lo que quieres hablar? —le dije mientras tomaba asiento con una actitud aún a la defensiva
—Estoy al tanto de la investigación de la policía y sé que ese muchachito Aarón dijo que estaba en la orilla del bosque cuando Travis lo golpeó y lo acusó de intento de homicidio, también mencionó que estuviste ahí y estabas herida. Yo sé que no fue Travis el que lo atacó ¿Cierto? Y sé también quién está detrás de los ataques —me aseguró.
—Enserio ¿Quién? —le pregunté para ponerla a prueba.
—Sé muchas cosas hija y conozco muchos seres que tu imaginación no te permitiría concebir. Y sí, estoy al tanto de la existencia de los carroñeros.
—Pero si tú sabes de ellos ¿Por qué no los has detenido?, ¿Por qué no has dicho nada? —la cuestioné.
—No es tan sencillo y el que Travis haya intervenido así, lo pone en un gran peligro. La única forma de vencerlos es mandar al inframundo a su amo, ellos siempre tienen un amo al que obedecen.
—¿Tú puedes hacer eso? —quise saber.
—Con ayuda del aquelarre si podría, pero el problema es, que no sé quién es, siempre es un demonio mayor.
—Yo sé quién es —le confesé insegura.
—¿Enserio? ¿Estás segura? —me dijo sorprendida.
—Bueno… creo saberlo.
—Adelante, te escucho.
—Prometí no decirlo, es un secreto.
—Estás enamorada de él —tía Ori dio un largo y profundo suspiro—. Te entiendo cuando amas a alguien, aun cuando no es lo que esperabas, tu conciencia no te permite traicionarlo.
—Pero debo hacer lo correcto, ¿O no? —necesitaba una guía con desesperación en ese momento me sentí tan perdida.
—Yo no te voy a obligar a nada, ni te puedo decir qué es lo que tienes que hacer. Cuando una mujer se deja llevar por el amor, así sea tormentoso, infernal y oscuro. No hay nada que la haga volver en sí, eres muy joven y tienes mucho que aprender todavía y yo sé que para ti no hay nadie en este mundo más importante que él. Pero aun cuando te pierdas por completo, puedes resurgir más sabia y grandiosa.
—¿Me estás aconsejando que lo proteja y no diga nada? —le pregunté confundida por sus palabras.
—No es tu responsabilidad lo que está pasando, no puedes cambiar el mundo, y no tienes que enfrentarte a seres que no comprendes, eso acabará con tu vida —sus palabras me parecían tan sabias y a la vez no podía entender con claridad lo que me quería dar a entender.
—No podría vivir con la muerte de alguien en mi conciencia, tú eres un ángel ¿No es tu deber proteger a la gente? —la cuestioné.
—Claro que sí, mi deber, no el tuyo —me enfatizó.
—Pero quiero ayudar.
—No me decepcionas —me dijo con una sonrisa complacida.
—Bien te diré lo que sé, pero a mi modo —la condicioné.
—Te escucho.
—En primer lugar, Travis no es un demonio, por lo menos no en su totalidad su madre fue humana. No te diré como lo sé, cumpliré mi promesa. Y sí, yo hice que Travis interviniera en el ataque, él salvó a Aarón, pero fue mi idea —le confesé con más culpabilidad que orgullo.
—Estuviste ahí, ¿Tuviste contacto con los carroñeros? —dedujo Ori.
Asentí con la cabeza y destapé mi tobillo para que viera la herida provocada por la mordedura de la serpiente, Ori lo tomó con la mano para examinarlo de forma escrupulosa.
—Estuvo muy cerca —finalmente dijo—. Tengo que invocar un círculo protector para ti, lo antes posible, es probable que regresen a vengarse, son en extremo rencorosos —me indicó.
—Tengo algo que decirte.
—Dime.
—Después de que la serpiente me mordiera, me inyectó veneno, yo me puse muy mal y Travis empezó a succionar el veneno para salvarme, pero al parecer al beber mi sangre, parte de mis emociones, se introdujeron en él —le expliqué lo mejor que pude.
—¿Cómo dices?
—Él podía sentir todo lo que yo sentía.
—Deja ver si entiendo, él bebió de tu sangre y ¿Ahora siente emociones humanas? —quiso saber Oriana.
—No lo sé, pero sí pudo sentir mis emociones —le recalqué.
—Eso es nuevo para mí ¿Hay algo más en esta historia? ¿Cierto? —dedujo Ori.
—Temo que sí, ¿Has oído hablar del demonio Gamaliel?
—Es de los seres más despiadados que existen. Por lo que cuenta la historia es un demonio expulsado
—¿Expulsado? ¿Cómo podría? es decir… todos son malos. ¿Qué pudo haber hecho para que lo expulsaran?
—Es un poco complicado de explicar. Todos ellos tienen un código único; no pueden atacarse entre sí. Gamaliel rompió el código al querer ser superior a los demás, la historia cuenta que mató al hijo de otro demonio.
—Entonces ¿Fue expulsado del inframundo? O de donde sea que vengan ellos.
—No precisamente, no en forma física, ellos no la tienen, pero sí perdió privilegios y por obvias razones tiene adversarios por todos lados, eso hace que deba estar escondido. Al mandarlo al inframundo es el peor castigo para él, además, del hecho que estaría expuesto a sus enemigos y no sería fácil escapar de ahí. La última vez que supe de él un aquelarre le lanzó un hechizo para atraparlo allá y hasta donde sé no ha podido regresar.
—Creo que logró escapar.
— ¿Lo has visto? —sus labios comenzaron a temblar.
—Por desgracia está entre nosotros, ha estado todo el tiempo… ésta en el cuerpo de Valentín.
Tía Ori cerró sus ojos como esperando que fuera una mentira lo que le estaba contando.
—Él debe estar detrás de los ataques —le comenté mis sospechas.
—¿Travis sabe todo esto?
—Valentín, es decir, Gamaliel se lo confesó hace unas horas y decidió quedarse con él y abandonarme, me dijo que no valía la pena dejar todo eso sólo por mí —le conté con un nudo en la garganta.
—Lo siento tanto mi niña. Pero no te preocupes veremos que se puede hacer. Voy a convocar a todo el aquelarre tenemos mucho trabajo que hacer. Y gracias por confiar en mí.
—Ori, ¿Puedo preguntarte algo?
—Adelante.
—¿Por qué perdiste tus alas?
Oriana se quedó muda, me miró de una forma que me hizo sentir culpable por preguntar algo así.
—Si no quieres decirme, está bien, no importa.
—No me agrada hablar de eso, pero tú te has abierto conmigo y mereces la misma cortesía.
Oriana tomó aire y comenzó a contar su historia.
—Los ángeles también tenemos reglas y si las rompes hay consecuencias. Yo... cometí un error, uno muy grave, aunque nunca fue mi intención.
—Estoy segura de eso —la interrumpí.
—Había una muchacha: Dana era su nombre, era una mujer muy deprimida, en exceso, yo intenté ayudarla muchas veces. Cuando eres una luz angelical, no puedes comunicarte con los humanos de forma directa, pero les susurras cosas al oído de una forma tan sutil con el propósito de que se sientan protegidos y haciéndoles sentir que no están solos. Ella tenía ideas suicidas constantemente y yo en mi desesperación por ayudarla y salvarla me dejé ver. Fue un grave error, ella se asustó de forma brutal, eso la hizo acelerar su plan y decidió quitarse la vida.
—Pero eso no es tu culpa.
—Claro que sí, yo la perdí al quererla salvar.
—¿Los humanos no pueden ver ángeles?
—Si no estás preparado mentalmente, puede ser perturbador. Y claro que hay apariciones, pero no debe ocurrir con cualquiera.
—Siento lo que te pasó Ori yo sé que eres una buena persona, siempre lo has sido.
—Aprecio eso, pero cometí un error y acepté las consecuencias —me dijo con un aire de resignación.
—Aguarda. Entonces no conociste a Mado desde pequeña como me contaron.
—Lo notaste, sí era bastante joven, ella solía invocarme y está al tanto de lo que pasó. Pero es obvio que no compartimos una niñez. Al perder mis alas me volví mortal y tuve que adaptarme a esto. Sé que algún día moriré, pero no sé cuándo y no estoy segura qué pasará conmigo entonces.
—Tú te mereces el cielo.
—Eso no depende de mí, pero espero sea perdonada… algún día. De cualquier forma, por ahora eso no es importante, tenemos mucho trabajo por delante —expresó Ori y se levantó del sillón.
De inmediato se introdujo a la cocina en busca de mi abuela, Jordán llegó conmigo de nueva cuenta y se sentó junto a mí.
—¿Me dirás qué pasó? —me preguntó.
—No hay mucho que contar.
—Para que mi abuela se haya interesado quiere decir que es algo grande —sospechó Jordán.
—No te gustan estas historias, no querrás escucharlas —le advertí.
—Ponme a prueba —me retó.
Después de pensarlo por un momento decidí compartir a grandes rasgos algunos eventos que había vivido en estos días, incluso mi pequeño y fugaz romance de anoche hasta la confesión de Valentín, tuve que explicarle algunas reglas que había aprendido últimamente, para Jordán era algo desconocido, hasta el momento en que Travis había sido cruel conmigo. Él me escuchaba atento y hacia muecas de insatisfacción con cada detalle que le contaba, al terminar mi historia me solté a llorar como una niña; el dolor todavía me dominaba.
—Ese maldito abusó de ti —fue lo primero que atinó a decir.
—No, para nada… yo quise hacerlo —le aclaré de inmediato.
—¿Cómo pudiste estar con alguien así? Es mucho mayor que tú —expresó con repudio.
—No es tan viejo —defendí, aunque no entendía del todo su molestia, se supone que éramos amigos y nos contábamos todo.
—Esto me da nauseas —decía para sí mismo.
—No tienes por qué juzgarme así, y no tengo por qué justificarme contigo —le aclaré.
—¿Por qué tenías que fijarte en él? —me reprochó con dureza.
—Estás imposible ¿Qué pasa contigo? —lo cuestioné.
—Yo… Deka… ¿No te has dado cuenta? —balbuceaba.
—¿De qué? —alcé los hombros desesperada.
—Tú me interesas, siento algo por ti —susurró tan bajo que apenas alcancé a oírlo.
—¿Qué? —le pregunté para asegurarme que había escuchado bien.
—Te quiero —me confesó.
Me quedé estática, no sabía cómo responderle, nunca había mostrado interés en mí, o por lo menos no le había puesto la debida atención, de hecho, me daba la impresión que él y Amanda tenían sus cosas a escondidas.
—Nunca te diste cuenta. Claro estabas embelesada con ese tipo —me dijo al ver mi cara incrédula.
—Lo siento, no sé qué decir —susurré.
—No digas nada. Siento que te lastimará así, no te merece.