Alberto IV
El agente Alberto Méndez tenía la vista pegada a la computadora frente a él, llevaba todo un dia trabajando en la desencriptación de los documentos robados en ese ataque donde habían perdido a un integrante importante del equipo, poco después de que Oswaldo viera el cuerpo de Adriana, firmaron el alta voluntaria de Iván poniendo rumbo a su nuevo escondite, la casa a la que la agente Adriana los había mandado no era en nada como su departamento, era una casa bastante amplia, de dos pisos y con muchas habitaciones, también contaba con mas tecnologia que su anterior escondite, comprendía porque la joven mantuvo en secreto la ubicación por tanto tiempo, el lugar estaba repleto de artículos, notas y documentos acerca de su trabajo, así como de cosas relacionadas a las carreras ilegales.
El joven tomó algo de café para ayudar a mantenerse despierto, desde que puso un pie en ese lugar tomó lo necesario y se puso a trabajar, de igual manera cada par de horas iba a la habitación contigua para revisar el estado de su compañero y amigo Iván, el hombre decía estar bien, pero había que estar checando que estuviera medicandose, ya que el doctor les aseguro que sufriría de dolores fuertes por un tiempo.
Solo él e Iván estaban en casa, Oswaldo estaba ocupado con el funeral de Adriana y Mónica, al no querer dejarlo solo, le estaba ayudando, Alberto no quiso asistir al funeral, no llevaba conociéndola mucho tiempo como para asistir, pero más importante, se sentía culpable por su muerte, si hubiera estado más atento a su alrededor, tal vez, habria visto al atacante desde que entró a la sala de servidores y se habrían deshecho de él antes de que activará la granada
—vamos, no debería ser tan difícil desencriptar todo esto— se decía mientras aporreaba el teclado con su única mano funcional, la lentitud con la que estaba llevando a cabo su única tarea comenzaba a tensarlo, si los sujetos detrás del ataque se daban cuenta de que los intrusos en la bodega se habían llevado sus archivos más importantes, escaparian del país antes de que fueran llevados a la justicia, definitivamente necesitaba un pequeño descanso, el dolor de cabeza comenzaba a aumentar al igual que el dolor en su brazo derecho, dejó corriendo el programa de desencriptación antes de salir de ese estudio
—Iván, ¿estás despierto amigo?— preguntó desde el alfeizar de la habitación en la que su compañero se quedaba
—¿ocurre algo?— respondió el aludido desde la cama, sostenia entre sus manos una laptop, el mayor trataba de ayudar con lo que fuera, por lo que Alberto le paso los archivos que ya había desencriptado para que Ivan los examinara —Alberto, te ves horrible—
—lo sé, necesito un descanso por lo que saldré de aquí un par de minutos—
—¿estás seguro?— cuestionó Iván con algo de preocupación, después de todo no sabían con certeza si lo ocurrido los había puesto en la mira de los atacantes
—estaré bien, no me alejaré mucho, hay un puente cerca de aquí, ire ahí por un poco de aire— dijo Alberto, de igual manera llevaría consigo un arma, por las dudas, una vez que Iván diera su visto bueno, el joven salió de la casa por primera vez desde que se instalaron, la calle estaba vacía, Alberto suponía que era debido al frío, después de todo estaban en invierno y siendo de noche el frío azotaba con más fuerza, camino hacia su destino apretando en su mano un paquete de cigarros, llevaba mucho tiempo sin fumar, pero las actuales circunstancias lo forzaron a volver.
Cuando por fin llegó a su destino se llevó uno de los cigarrillos a la boca, mientras llenaba sus pulmones de humo se percató de un par de cosas, no era el único que estaba en ese puente y que conocía a quien estaba ahí
—¿Diego?— cuestionó acercándose a la figura, el aludido lo miró con desinterés antes de llevarse una botella que tenía en sus manos hacia su boca, Alberto pudo ver que se encontraba rodeado de botellas vacias, ademas de que el joven corredor estaba sentado en el borde del puente
—¿qué quieres?— dijo Diego después de terminar su trago, los ojos del chico estaban rojos y continuaba derramando lágrimas, el agente no pudo evitar compadecerlo un poco
—lo siento, solo me sorprendí de verte, ¿vives cerca de aquí?— por toda respuesta Diego solo señalo hacia el mismo vecindario donde los agentes se escondían, cosa que también tomó por sorpresa al joven, lo más seguro es que uno de los dos jóvenes eligió ese lugar para estar cerca aunque no pudieran verse —ya veo, ¿qué haces aquí afuera?—
—por alguna razón no puedo estar en mi casa demasiado tiempo, tampoco he dormido en los últimos días— respondió Diego arrastrando las palabras, Alberto se acercó un poco más logrando captar el olor a alcohol que despedía
—escucha, lamento lo que ocurrio con Adriana— comenzó a hablar el oficial sin poder evitarlo —yo estaba con ella cuando nos atacaron, tal vez si no hubiera tratado de protegerme, ella seguiría viva—
—intente que dejara esa estúpida investigación, pero ella estaba tan obsesionada con saber quién estaba detrás de eso, me prometió que tendría cuidado, ahora ya no está— mencionó el corredor volviendo a llorar, continuó tomando de la botella, Alberto no pudo encontrar palabras de consuelo, entendía cómo se sentía el joven, el mismo había estado en esa situación hace años
—escucha, sé cómo te sientes, yo ya pase por eso— dijo Alberto logrando que el corredor dejara de beber para mirarlo, eso le dio pie para continuar hablando —cuando estaba en la universidad conocí a un chico, se llamaba Pedro, era alguien increíble, inteligente, bastante atractivo y el se fijó en mí, cuando estábamos a punto de graduarnos, hubo un accidente, un camión perdió el control y subió a la acera, yo logre sobrevivir con solo una pierna rota, pero Pedro no tuvo tanta suerte, cuando él murió creí que el mundo ya no tenía sentido, el vacío que queda después de algo así, jamás se llena, sin embargo, tenemos que continuar viviendo, por ellos, porque seguramente es lo que hubieran querido—