Narra Liz.
Sexta puta vez que llamo a Albert, esto es demasiado. Está bien que ayer haya salido de fiesta, pero los compromisos se cumplen y el hace promesas que supone deben cumplir, todo lo que se promete se cumple y él ya está quebrantado esas reglas que pusimos en conjunto.
Tengo a Emily lista, yo aún no me arreglo, porque por un lado alguien me tiene que cuidar a la enana que se quiere escapar a correr por todo el departamento y otro punto es que no sé qué usar.
–¿Beba? – Emily me mira, estaba con un dinosaurio.
–¿Mamá?
–¿Con que voy? ¿vestido? o ¿jeans y blusa?
–Todo – dice y sigue jugando.
Busco algún vestido en mi closet esperando tardarme lo más poco posible, mi hija en segundos causa desastres monumentales, mi problema en buscar un vestido es que hay muchos, pero ahí a que me queden, ese es otro tema, entonces ya van siendo más problemas que en un principio.
Elijo uno color crema, tiene encaje, me llega unos 5 dedos por sobre la rodilla. Mi infaltable chaqueta de cuero y mis botines de tacón que probablemente hagan que mis pies queden más inflamados que mi vientre, ok no, nada supera a mi panza.
Vuelvo a llamar a Albert unas 10 veces más, no me contesta y no es Emily la que se está molestando porque ella no entiende nada, pero igual da lo mismo porque la que está molesta en este momento, soy yo.
–Tu padre se va a la verga – tomo mi cartera, el bolsito de Em y bajo al subterráneo.
No pienso perderme el cumpleaños de mis sobrinos, me niego a faltar a una fecha tan especial en nuestra familia y no pienso esperar a que Albert se digne a llegar, porque tal vez me convierta en abuela antes de que llegue a buscarnos.
Luego de 25 minutos de viaje, prudentemente y con bastante tránsito, llego a la casa de mi hermana (Mansión). La casa que Andy compró para su familia es casi del mismo porte de la casa de Miami, no entiendo por qué un lugar tan grande si ellos son sólo 4, pero por más mínimas que sean las cosas, nunca llegó a entender cómo es que piensan Mary y Andy juntos, es que se potencian.
Sam y Mary salen a recibirme, Mary toma en brazos a su primera sobrina.
–Que grande está la Marcianita – dice Sam sorprendida.
–Ha crecido bastante – admito – ¿Dónde están mis sobrinos?
–Andy y Chris fueron a comprar y los llevaron – contesta Mary – ¿Y Albert?
–Teniendo sexo con cualquiera que se le haya cruzado en el camino – respondo fría y sarcásticamente.
–¿Esos son celos? – pregunta Mary riendo.
–No. Es envidia – dice Sam.
–Correcto, es envidia, él puede salir de fiesta y tener sexo con cualquiera y mientras yo, debo llevar a mi hijo en la barriga y aburrirme como ostra.
–¿Cómo se aburren las ostras? – pregunta mi hermana.
–Ni idea – admito mientras nos reímos bajando las cosas del auto.
–Si se puede tener sexo estando embarazada, con Chris aún tenemos sexo y eso que yo tengo un mes más que tu – comenta mi mejor amiga y cuñada – además es muy rica la sensación.
–Pero es diferente, Chris es tu novio y padre del bebé. Yo no voy a salir a pagarle a cualquiera para tener sexo aun embarazada, nadie quiere tener sexo con embarazadas.
–Yo sí, siempre que sea sexo contigo – dice Marcus apoyado en la entrada de la casa.
–Uff, va a subir la temperatura – dice Sam riendo.
–En la segunda planta, todas las habitaciones están disponibles – añade Mary – condones encuentran en cualquier parte de la casa.
Miro incrédula a mi hermana que mueve la mano por el aire dando a entender que puede ser cualquier espacio, Marcus rueda los ojos y yo no entiendo que es lo que hace él acá. Mi hermana con mi hija y Sam ingresan a la casa. Marcus sonríe y se apoya en mi auto.
–No sé qué decir – le digo, frunce el ceño – respecto a tu propuesta.
–Cuando quieras me das la respuesta – se acerca a mi – te ves hermosa – me da un beso en la comisura de los labios y se adentra a la casa.
No es que esté necesitada, pero de verdad tengo que liberar el estrés y tener sexo es la única opción que tengo, después del accidente me prohibieron salir en moto, salir de fiestas y beber alcohol, aparte de consumir cualquier tipo de droga. Es una tortura.
Mi celular está sonando. El papá de mi hija, le voy a contestar sólo para que sepa dónde estamos, tiene derecho a saberlo desde que mi hija lleva su apellido.
–¿Pasó algo con el bebé?
–No, pero es el cumpleaños de mis sobrinos y se suponía que a las 8 pasabas a buscarme a mi departamento, resulta que te llamé, no contestaste, eran las 10 cuando decidí no esperarte. Pero ya estoy con mi hermana, si quieres vienes, no me interesa y no estás obligado.
–Lo lamento, se me pasó la hora.
–No me interesa, recuerda la condición, siempre cumplir con los compromisos. Adiós.
Miro el celular como si de esa manera Albert llegará a sentir que lo quiero matar, luego de respirar y quedar más tranquila, dentro a la casa. Están los tres mosqueteros, mi Princeso, Sophie, Marcus, Luisa, Emily, Rosie, Ben, Jack, Sam, Mary y mi hija. Saludo a los que no había saludado.
–Marcus, ¿podemos hablar?
–Claro.
Salgo al jardín, me encanta como mi hermana distribuyó todo en su espacio, aunque por algo y es diseñadora, ella estudio para poder serlo. Me siento al borde de la piscina y Marcus se sienta a mi lado.
–¿De qué quieres hablar? – pregunta tranquilo, pero con sus ojos grises revueltos.
–Tengamos sexo, lo necesito – me mira sin creerlo, antes ni siquiera dejaba que me bese demasiado – La condición es, no implicar sentimientos y que no podemos mencionar nada a nadie, además de que debemos actuar indiferentes ante todo el mundo.
–Acepto, mañana estoy libre – dice.
–¿Qué te parece iniciar hoy? – pregunto. Está por hablar, pero...
#3233 en Joven Adulto
#17067 en Novela romántica
#3094 en Chick lit
romances prohibidos, errores y decisiones, amigos amor y celos
Editado: 01.10.2022