Es mayo 18, habían pasado 6 meses exactos desde que me fui, mi cumpleaños es hoy, y junto con el, el día que vuelvo a Indonesia, no volví hablar con nadie de allá, solo tía Ellen tuvo contacto con mamá todos estos meses. Regresar a casa nunca fue algo que me entusiasmara. El vuelo de regreso me acercaba a un destino que, a pesar de estar marcado en mi mapa, parecía tan desconocido y lejano como un lugar de ensueño inalcanzable.
El avión aterrizó con un suspiro de los motores, y la realidad se precipitó sobre mí como una lluvia fría. Mientras caminaba por el aeropuerto, cada paso resonaba con una mezcla de nerviosismo y pesar. Las paredes familiares del lugar solo aumentaban mi sensación de encierro. La sensación de claustrofobia aumentaba mientras imaginaba el abrazo apretado de mi Madre, las preguntas curiosas sobre mi vida lejos y las expectativas que se avecinaban. ¿Podría volver a ser la misma persona que dejó esas playas y campos de arroz atrás? ¿O me había transformado en alguien demasiado distinto en este tiempo?.
Mire mi teléfono una vez más, los mensajes de hace 4 meses de Kyo se posaban en mi móvil, hace dos meses dejo de escribirme, y lo juzgaba, yo hubiera hecho lo mismo en su posición. Pero había una esperanza de que el aun sintiera lo mismo y no fuera más que paranoia de mi parte.
Estando en el automóvil que fue por mi pude pensar en todo lo que se avecinaba, y junto con esto la mini competencia de "mayoland", de la que mamá le hablo a tía Ellen por teléfono. Aun que me interesaba saber cada día que hablaban, tía Ellen solo decía que preguntaba por mi. Fueron 6 meses en los que fui a terapia, y en la que la continuaría online, pero, me aterraba la idea de volver aquí, ya falle 1 vez, no podía fallar otra vez.
Al llegar al gran edificio o casa de surfistas que mamá había montado, caminé por la bulliciosa entrada con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. La luz tenue y el suave murmullo de conversaciones creaban un ambiente acogedor, pero para mí, todo estaba envuelto en una neblina de ansiedad. Había recibido la invitación para el mayoland, pero la idea de volver a encontrarme con caras del pasado me llenaba de temor.
Mientras buscaba mis llaves, mi mente revivía momentos compartidos, risas compartidas y secretos guardados entre aquellos amigos que, en algún momento, fueron mi refugio. Pero ahora, después de tanto tiempo, la perspectiva de enfrentar el pasado me aterraba. ¿Estarían decepcionados al ver lo que me he convertido? ¿Habrían cambiado tanto como yo?
Finalmente, la puerta se abrió antes de que pudiera poner mi llave en la cerradura provocando que esta cayera y yo me arrodillara a tomarla, subiendo mi cabeza encontrándome una cara familiar. Me acerqué con pasos inseguros, sintiendo cómo su mirada parecía escrutar mi alma. Las risas y charlas cercanas se desvanecieron en un zumbido distante mientras me sumergía en mi propia ansiedad.
Al hacerme paso entre Marcus, mis ojos se encontraron con los rostros familiares de viejos compañeros. Sus sonrisas eran genuinas, pero mi mente no dejaba de jugarme malas pasadas. ¿Qué pensaban de mí ahora? ¿Notarían las cicatrices que el tiempo había dejado en mi piel?
—Hola— musite.
Los chicos solo sonrieron y vieron a mi madre, esperando alguna aprobación de su parte. Ella se puso de pie y con esto me abrazo fuerte.
—Esperamos que vengas ayudarnos con Mayoland— hablo Aidan acercándose.
El me abrazo y acto seguido todos los demás, pero no lograba ver a Kyo.
—¿Dónde esta Kyo?.
—Con Mack, deben andar dándose besitos en la playa— rio Manu.
"dándose besitos"
"dándose besitos"
"besos"
—Subiré mi maleta.
Aidan y Marcus subieron junto a mi. Al abrir mi habitación todo seguía igual, mis posters, fotografías, mi cama, pero con un olor peculiar.
—Kyo venia a dormir aquí todos los días por 2 meses, creía que no lo notábamos pero no fue así, el nos conto que nos abandonaste, luego tu madre dio otra versión para calmar al equipo.
—¿Y ahora esta con Mackencie?.
—El... el cambio mucho, estuvieron juntos hace 1 mes, ahora solo son amigos.
Al terminar de ordenar las cosas con los chicos bajamos a comer algo, y fue ahí donde vi a Kyo. Vi su silueta al final de la habitación, se veía exactamente igual. Su mirada se elevó y nuestros ojos se encontraron en un instante que pareció eterno. La intensidad de su mirada me atravesó como una flecha, desenterrando recuerdos que preferiría haber mantenido ocultos.
Pero
Ella estaba colgada de su brazo.
Seguí el andar de los chicos y pasamos por la cocina sin decir nada.
La invitación para volver a encontrarnos había llegado, y mi mente estaba llena de nerviosismo y miedo. Después de tanto tiempo, tendría que enfrentarme a él, a quien amo, a quien dejé atrás en un mar de confusiones y miedos.
Me acerqué con pasos vacilantes, sintiendo el peso del pasado sobre mis hombros. La silla se sentía fría, y el silencio entre nosotros era abrumador.
Traté de encontrar las palabras adecuadas, pero mi garganta se cerraba con el peso de la culpa. El recuerdo de cómo hui sin explicaciones resonaba en mi mente como un eco constante. Él merecía respuestas, merecía entender por qué lo dejé solo en medio de la tormenta emocional que nos envolvía.