“Un nuevo inicio abruma, pesa, duele.
Cala en las entrañas de manera mortal.
Algo difícil de sobrellevar, más cuando las cosas siempre fueron tan visibles, pese a que se trataron de hacer lo menos apreciable ante el ojo humano.
Sintiéndose al final usada y con ganas de luchar, más por capricho que por un punto en realidad.
Pero es su duelo, y merece sobrellevarlo de la forma que lo crea conveniente.
Al igual que decidir cuándo iniciar a sanar.
Dándose esa oportunidad para de verdad vivir en paz.
Para aceptar que merece amar”.
♕♚♕
Belalcázar, provincia de córdoba.
(Andalucía- España)
Castillo de Belalcázar.
Abril de 1807.
Absorto.
A la expectativa.
Curiosamente, pese a todo lo que había vivido a lo largo de su existencia, en específico las últimas semanas su Excelencia Lord Alexandre Allard, Duque de Beaumont, así era como se sentía en esos momentos, puesto que pese a todos sus intentos continuaba sin terminar de leer a cabalidad la persona que tenía en frente.
Ese mismo que pese a su sentir bastante claro con respecto a él, lo tenía titubeando después de tantos años.
…
Examino por milésima vez su postura, la manera como la estancia se sentía casi asfixiante con su mera presencia, sin importar que estuviese caminando con parsimonia hasta uno de los muebles para servirse un trago, después de haberse negado a compartir otra cosa con él.
Siendo suficiente con ser familia.
Totalmente consiente de ese suceso, ahora que se había destapado todo lo que Lady Luisa Allard, antes una Borja se empeñó por ocultar hasta hace unas semanas atrás.
Continuo con su análisis.
Detallando cada gramo de soberbia que poseía en el cuerpo, y aunque le calaba entendía que se lo gano con su esfuerzo al liderar el bajo mundo, sorteando aquel terreno mal habido.
El aura apreciándose a cada segundo más oscura, su actitud pese a surcar casi los sesenta era regia, causando escalofríos a casi todos los individuos que se atrevían a toparse en su camino.
El cabello con tintes canos sumándole experiencia.
Pero su rostro resultaba lo más determinante.
Los signos de la edad no contribuyendo en su apariencia, solo sus ojos denotando la sabiduría, al verse más inhumanos que de costumbre, pero también cansados.
Las ojeras lo demostraban, pese a que se observaba más tétrico, sumándole su destacable musculatura a la par de altura.
Pero no se podía esperar menos de Lord Francisco Javier de Borja, Conde de Belalcázar, también conocido como el ajedrecista, al igual que el amo y señor del Averno.
…
En ningún momento le dirigió una mirada, pese a que los dos eran más que conscientes que se encontraba en la estancia, al ser recibido varios minutos atrás.
Lo vio regresar a su silla tras obtener su objetivo, colocando la bebida sobre el escritorio caoba para pasar a estudiar el objeto que los había reunido dándolo por concluido.
Entre cerro los ojos recordando uno de los tantos cuestionamientos que no pudo realizar, por el simple hecho de que este apenas emigro nuevamente al nido.
Se había perdido alrededor de un mes después de ese día, y ahora…
Tenía tanto que no entendía que estaba sediento de verdad, y lastimosamente era el único que se la podía otorgar.
—A veces los deseos pasan a segundo plano, cuando existen personas que tienen más argumentos para ensañarse con el objetivo principal de ambas partes— expuso leyendo sus pensamientos sin siquiera enfocarle—. Se lo debes, después de todo ella ha estado pasando por esto sola, así que es hora de que tomes tu papel, y ya no permitas ser gobernado por una mujer— trato de abrir la boca para replicar, pero no lo dejo cuando levanto la vista para clavar sus ojos marrones en su entidad, con claro desafío para que si quiera se atreviera a pretender soltar algo que dañara la poca cordialidad que se respiraba en el ambiente.
» Es mi hija, criada para reinar— el orgullo en cada letra—. Pero somos conscientes que no debe seguir haciendo su santa voluntad.
Lo miro de forma desafiante sin aun soltar prenda.
Esperando a que culminase.
» Es tu turno— volvió a declarar—. Así que espero que cuando llegue el momento la decepción no sea el sentimiento predominante, a la hora de otorgarte este voto de fe— rio sin gracia—. Solo porque repentinamente, pese a todo lo que ha ocurrido en ti primen los moralismos absurdos, cuando nadie puede ser más importante que mi hija, mis nietos y aunque nos pese nuestra familia— eso era lo que los dos más aborrecían.
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Editado: 17.02.2023