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Quedó con una calidez amena en el pecho al comprender el lugar que ocuparían sus hijos, siendo respectivamente los aposentos de su tía y padre, entendiendo así, que de alguna manera sus vástagos se continuarían empapando de sus raíces.
Bette habitando el dormitorio pintoresco que perteneció a Freya, en dónde la esencia a canela impregnaba el ambiente, combinándose con la del chocolate que activaban los sentidos, el lecho enfundado en edredones de satén de colores pasteles llamativos, muebles a juego y un tocador enorme parecido al de una princesa.
Ni hablar del utensilio que resguardaba la ropa de la pequeña, que curiosamente continuaba en los baúles, ya que su tía al ser una diseñadora como pocas, había llenado este de todo tipo de vestidos, logrando que la infanta se sintiera envuelta en un cuento.
Alegre.
Soñando con una futura presentación en sociedad, resguardando esa dulce inocencia que a su madre le habían arrebatado a base de injusticias, pero que, con ella sería diferente.
Merecía vivir ese anhelo como si fuese lo más importante, aunque siendo consciente de las bajezas del mundo, para que su corazón no se rompiese con tanta facilidad.
…
Sonrió con melancolía al recordar a la francesa, y con un beso en la frente se despidió de su pequeña seguida de Alex, que la acuno en sus brazos dispuesto a que se derritiese en su regazo.
Cuanto había extrañado esos momentos, esperando que no se desvanecieran, porque ya eran completamente realidad.
Por otro lado, Thierry ocupaba el de su padre.
Que resultaba ser más sobrio, pero que avasallo sus sentidos cuando se internó en este, dejando que la esencia del hombre que tenía al lado la dominase por entero, promoviendo su sana curiosidad por conocer más de él antes de que su hijo intentara hacerlo suyo, aunque no se veía a gusto, solo alcanzándola para ser el quien le diera un beso en la frente, acunando su rostro afirmándole así, que estaba bien, para acto seguido enfocar a Alex, y sin palabras estrechar su mano un par de segundos y dándoles la espalda facilitarles el entender, que no le apetecía que la reunión se extendiera.
Comprendiéndolo, porque los meses aparte del viaje habían sido demasiado estresantes, para que, si quiera, pretendiese comprender que su padre no era como él lo imaginaba.
Alex no merecía su desprecio, porque si ese fuese el caso la que debería recibir todo el odio era ella.
Solo su persona, al poseer la mayor culpa de su lejanía al separarlos por tantos años intentando hacer lo correcto, pero nuevamente fallando en el proceso.
Errando irremediablemente.
Lo comprendería, de eso se encargaría.
Porque Alexandre solo merecía respeto y admiración, no odio enceguecedor por su propia sangre.
…
Tras el recorrido fructífero, ahora se encontraban en sus aposentos, esos que ocupó la madre de este, causándole una opresión en el pecho.
Su aroma pese a los años se encontraba vagamente en el ambiente pegándosele a la nariz, recordándole que no era lo más correcto, pero lo hacía por él.
Porque era consciente de que le dolía siquiera pisar el lugar, confirmándoselo el hecho que continuaba en el quicio de la entrada admirándole perdido en sus pensamientos, con los ojos sumidos en los recuerdos.
Acrecentando el nudo en su garganta.
Sin pretenderlo llenándola de culpas, que dejarlas en el pasado resultaban imposibles cuando aún sentía tan vivido el día en que la sangre de aquella se derramó, en como el cuerpo perdía su luz, cuando manchaba las sábanas de seda blanca de la cama que ocupaba en el Babette palace.
Los estallidos de la pólvora, los gritos de las personas a su alrededor, la charla con el rubio, Gibs intentando salvar su vida.
—Te culpé por mucho tiempo— lo escucho hablar, aun sin ingresar al completo en el lugar—. Intente odiarte sin éxito, pese a todo lo que te señalaba— se relamió los labios—. Pero, aunque lo pareciese nunca creí que fueses capaz de tal bajeza.
—Yo continúo culpándome por lo que pasó— soltó sin mirarle, en un susurro que escucho perfecto—. Resulto dañada la persona que menos se lo merecía— toco las columnas del lecho, observando que la estancia era igual de cálida que la de su hija, solo que los colores eran menos marcados, intentando no manchar con su tacto aquello que era sagrado.
Suspiró con pesadez, ya que se le estaba haciendo más difícil de lo que caviló poder poner todo en orden, más cuando se le estaba haciendo tan pesado regresar a un lugar que le esperaban obligaciones que, aunque debía, no le apetecía cumplir.
Respingó cuando sintió que la rodeaba con sus brazos por la cintura, y aunque titubeante puso el mentón en su hombro, suspirando con alivio mientras sellaba sus labios.
—Ella estaría conforme con que estuvieses ocupando el que una vez fue su lugar— le susurró al oído—. Porque si se tomó la molestia de buscarte, e incordiarme para sonsacarme el nombre de Thierry, es que enserio si pensó que eras la correcta— negó con los labios temblándole—. No necesitando de mucho, viendo más halla, que el ciego que intenta ingresar de nuevo a tu corazón— besó su cuello, consiguiendo estremecerle.
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Editado: 17.02.2023