“Los miedos se hacen presentes.
El final está cada vez más cerca y latente.
Siendo indicado por la actitud del dueño del averno, ese que maneja las almas desdichadas que caen en sus garras.
Aquel que dará un intento de respuesta dolorosa, pero que libera el alma.
Una entrega, un puerto.
Una embarcación.
La sirena L.B.
La historia mística que esta conlleva.
Una, que ni con los porques se justifica.
Solo queda terminar de afrontar, suponer y hasta de enfrentarse con lo que el pasado se ha empeñado en ocultar.
El basta como punto determinante.
Una aparición que desencadena el pronto desenlace.
Uno que nadie se espera, pero seguramente acarreará la pérdida de más de un alma, no siendo explícitamente material.
Por el momento solo se continúan necesitando respuestas.
Que dé la cara, y de paso se deje de sandeces. Liberando de responsabilidades al alma que más ha acarreado las consecuencias de decisiones ajenas”.
✧♚✧
Demasiadas emociones que no sabía cómo asimilar.
De eso se había tratado su existencia los últimos meses.
Años.
Tal vez toda su existencia.
Solo queriendo rememorar, desde que había arribado a Francia conocida por todos como la mujer de Alexandre Allard con el ideal de una familia, que para ella no tendría un bonito desenlace.
Era una estúpida por no haber eliminado los pensamientos fatalistas, pero, no podía evitar que los días negativos llegasen a su vida cuando ni siquiera encontraba la manera de solucionar lo que a consciencia arruinó.
Por eso, se había quedado en un punto neutro, esperando a que las aguas se calmasen.
No presionándolo, aunque lo cierto es que quería traspasar las barreras que impuso entre ambos, dedicándole algo que lo reconfortase, pero nunca fue la persona correcta para hacer aquello cuando resultaba ser precisamente la que le causó tanto daño.
Sin contar con que segundos atrás lo amenazó, presa del pánico al solo pensar en perder a una parte de su corazón.
Dejándose guiar como una damisela insulsa que no sabía defenderse, hacia aquella embarcación que tenía tanta historia guardada en su armazón.
Pareciéndose en algo.
No solo en las iniciales del nombre.
Si no en tantas vivencias, en las que no estuvieron de acuerdo, que de a poco sentía como se le escapaba la vida en bocanadas de lo que debería de ser aire puro.
Ese mismo aire, que regresó a sus pulmones cuando vio subir al barco a su pequeño hombrecito sin un rasguño.
Solo teniendo ojos para ella, puesto que, sin prestar atención a su alrededor le alcanzó dirigiéndose a sus brazos, procurando uno de sus maternales abrazos.
Así, consiguiendo exhalar cuando no sabía que estaba conteniendo el aire.
No debió dudar, solo que, dejándolo a la merced del que una vez llamó amigo, no le causaba ni una pizca de gracia.
Pero, como se dedujo, al ser Thierry lo más importante para ella, sería lo último que malograría de los seres que habitaban a su alrededor, aunque quisiese eliminarlo con todas sus fuerzas.
Se permitió tocar su cabello, acariciar cada una de sus facciones. Identificando con esa revisión, que había algo nuevo en su semblante.
Una fuerza deslumbrante, que lo hacía brillar.
Una sonrisa en el rostro más que sincera a la par de temeraria. Tornándose peligrosamente satisfactoria.
—Te dije que podía —asintió con la garganta cerrada, al escuchar cada letra esbozada con orgullo propio —. Que ya estaba preparado para procurarte —los ojos se le cristalizaron.
Ya no tenía a su pequeño hombrecito frente a ella, si no a un adulto en formación, que para su desgracia no lo había gozado todo lo que deseó.
Cuanto habían perdido por esa guerra sin sentido.
» No madre —le acunó el rostro con adoración, enjuagándole las lágrimas con los pulgares que no sabía que estaba derramando —. No tienes que sentirte culpable por habernos protegido —no entendía como podía ser tan comprensivo.
Ni Babette la juzgaba.
Solo se dedicaban a amarla.
» Nos has dado la existencia tantas veces, que entenderte es lo menos que podemos hacer para demostrarte lo agradecidos que estamos, lo orgullosos que vivimos porque seas tú la que nos haya traído a este mundo —es que no podía con su pequeño inexpresivo, que cuando quería le llegaba al corazón como nadie —. Por eso, es que es el momento de que ya no estes sola —eso lo dijo en un tono, que no era del todo dirigida a él solamente o a Alex, que pese a la situación velaba por su bienestar. Sin embargo, antes de que pudiese responderle besó su frente, para abrirle paso a su marido, el cual le dedicó la mirada más directa y llena de sentir de las últimas semanas.
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Editado: 17.02.2023