“Se respira en el aire amor.
Que bendición.
Y con el final, se demuestra que el sentir vence si es real.
Dándole paso a nuevas historias, que se tienen que contar.
Porque todos tienen derecho a amar, luchar por su para siempre jamás”.
✧♚✧
(Andalucía- España)
Belalcázar - provincia de Córdoba.
28 de diciembre de 1809…
Las viejas costumbres y anhelos no cambiaban.
Ese era su día especial, y lo seguiría siendo por el resto de sus existencias, y por eso, es por lo que no dudaron en realizar la reafirmación de sus votos de amor, el mismo día, teniendo como sede el mismo lugar.
Tirando de manera literal la casa por la ventana.
Con una boda digna de recordar por la siguiente década, siendo regida por el mismo párroco, que sonriente les dio de nueva cuenta la bendición.
No escatimando en gastos, ni mucho menos en esfuerzos para que aquello fue de ensueño.
La familia al completo.
Los allegados presenciando la unión desde sus puestos.
Aplaudiendo por la reafirmación de ese amor, que se merecía su final de cuento.
Con las lágrimas bailando por los ojos de la mayoría, al apreciar cómo se miraban.
Como si para ellos no hubiese pasado un día.
Porque los Duques de Beaumont, demostraban solo con mirarse, que si se podía amar más que la propia vida.
Que se demostraba el sentir sin siquiera abrir la boca.
Y para que todo quedase como de ensueño complementando el traje de la novia de un blanco impoluto y una kilométrica cola, un beso de amor selló ese pacto, de que se amarían por una eternidad demasiado corta para su gusto.
Sin la recepción quedarse atrás, porque el casillo de Belalcázar estaba alojando a la mayoría de los invitados extranjeros, entre esos sus familiares que parecían tan relajados, que no les importaba guardar las formas y se desenvolvían como si estuviesen en el patio de sus casas.
Como Duncan, y Ángeles MacGregor, los Duques de Rothesay, que corriendo detrás de los trillizos jugado a la pelota se ensuciaban sus elegantes ropas, aprovechado tener campo despejado pese a estar en pleno invierno, y ser la recepción en su mayoría para los adultos dentro, pero con un ambiente tan familiar, que se podía disfrutar de cada espacio de la propiedad, mientras las mellizas en extremos diferentes del salón principal abarrotado de gente, acaparaban la atención de un primo en particular.
En el caso de la pelirroja, Lady Blair MacGregor, no desamparaba a Babette, que la observaba con hastío, intentado soportar su carácter engreído, pese a su corta edad de no más de ocho años.
Conociendo su manera de actuar, al haber convivido con esta por unos meses cuando sus padres y hermanos se fueron de viaje, y a decir verdad no le quedaron ganas de volver a soportarle, pero lo estaba haciendo por sus tíos y padres.
No deseaba dañarle el día nadie.
Y la rubia, Lady Elsbeth MacGregor, sin pedirlo y de manera silenciosa fue abordaba por Thierry, que en silencio daba un paseo con ella alrededor de la pista de baile, que de a poco los dirigía lejos de las personas para tener un respiro de la fiesta, al no gustarle estar rodeada de gente, descartando uno de los jardines para la tregua, porque el pelinegro era alérgico y ella no apreciaba del todo la naturaleza.
Haciéndolo sonreír, mientras le acarició el brazo cuando llegaron a uno de los pasillos de la propiedad, dándole a entender el lugar que buscaba, y que los dos disfrutaban.
La biblioteca.
La niña amaba perderse en el mundo que desencadenaban los libros, y él no podía ni quería negarle nada.
Era, sin pretenderlo, su melliza favorita.
Reservada, callada, y con curiosidad en el mundo sin parecer obsesionada.
Que tenia preguntas que le apetecía responder, porque lo ponían a pensar.
Hacer un esfuerzo considerable para replicar con racionalidad.
Una niña bastante particular, que se tornaba única y especial.
…
En el caso de Adler y Freya Somerset, lo Duques de Beaufort, no estaban tan lejos de imitar a la otra pareja de Duques amigos, pero dentro de la propiedad.
La diferencia es que Daryl se les había escabullido, porque era tan tremendo como su madre, que no paraba de hacer y decir cosas con su media lengua a gente desconocida y conocida. Pareciendo el perfecto caballerito siendo herencia de su padre, mientras que sus ojos grises demostraban la picardía que cargaba en el cuerpo.
Una combinación letal, que con los años la iba a perfeccionar.
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Editado: 17.02.2023