Ailén se quedó sin aliento ¿Por qué su hijo Ignacio acaba de preguntarle eso? El niño la mira asustada, tal vez no se esperaba esa reacción y se siente culpable por haberlo preguntado.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Ailén sonriendo nerviosa mientras se inclina en el suelo a recoger la comida que se le cayó.
—Tiene ojo color mismo —dijo desordenando las palabras.
—Tiene los ojos del mismo color que tú… ah… es normal, cariño, hay muchas personas en el mundo que tienen el mismo color de tus ojos —intentó sonar natural.
Ignacio titubeó, no parece estar conforme con la respuesta de su madre.
—No he visto otros ojos iguales —replicó.
Ailén colocó su mano sobre su cabeza despeinándolo. Ignacio infló las mejillas, molesto, ordenando su cabello.
—Es que viven en otras ciudades —agregó dándole la espalda, no es capaz de retenerle la mirada.
Suspiró. Tal vez cualquiera pensaría que está siendo egoísta con su hijo de negarle saber sobre su padre, pero teme que Andrés lo rechace, no quiere que Ignacio sufra lo que ella debió pasar cuando la despreció y humilló. Es demasiado pequeño para ser maltratado, más grande le dirá la verdad, cuando ya pueda defenderse.
—A veces… quisiera… a papá —musitó el pequeño con tristeza.
Y eso fue como un golpe doloroso para Ailén.
“Si tan solo papá te quisiera, mi vida” pensó abrazándolo con fuerzas.
—Igual no gusta hombre dragón, da miedo —agregó escondiendo su rostro en el pecho de su madre.
Ailén le sonrió con tristeza, tal vez es mejor así, mientras se mantenga lejos de Andrés será lo mejor. Solo quiere evitarle sufrir y si con ello significa mantener por más tiempo ese secreto así lo hará.
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No pudo menos que descolocarse. Acababa de salir de esa pequeña casa, lista para trabajar, con Ignacio a su lado preparado para ir a su jardín cuando el auto que vendría a buscarlos se detuvo frente a ellos.
La ventanilla bajó en el asiento trasero y Andrés con oscuros lentes los contempló a ambos de arriba hacia abajo con una ligera sonrisa soberbia.
Ailén recordaba perfectamente que el trato de este nuevo trabajo incluía un auto que pasaría a buscarlos, lógicamente salir de ahí por sus propios medios era difícil, casi como cruzar un bosque entero a pie para salir a una carretera donde con suerte encontrarían un taxi. Llevarían a su hijo al preescolar y luego al trabajo, pero no que en ese mismo auto viajarían junto a Andrés Almendares. Esta segura que ese no era el trato.
Se masajeó las sienes y verla en ese estado de molestia y confusión hizo a Andrés sonreír aun más. Ni siquiera ha empezado el trabajo como su asistente y ya la está pasando mal, eso es satisfactorio para él.
Ailén quisiera negarse a subir en ese auto, tomar sus cosas, e irse lejos donde jamás volviera a cruzarse en su vida con un Almendares, pero no es posible, por su hijo debe tolerar la actitud infantil de Andrés y su perdida de memoria que parece hacerlo comportarse peor que antes. Es claro que él se esta divirtiendo con la situación, su sonrisa no se borra en ningún momento.
—¿Van a subir o llegaremos tarde? —dijo el hombre dragón desde su cueva móvil.
—¡Vamos, mami! Vamos a llegar tarde —Ignacio tiró la manga de Ailén.
Aquella no dijo palabra y solo le acarició la cabeza acelerando el paso. Pero cuando su mirada se encontró con la de Andrés chasqueó la lengua dejando lucir su fastidio sin intención alguna de esconderla.
El niño se sentó en medio de ambos, y Ailén evitando la mirada de su nuevo jefe solo optó por desviar la mirada hacia la ventana. El chofer volvió a su asiento y echo andar el vehículo saliendo de la propiedad.
—Oye niño, te gustan las golosinas —dijo Andrés abriendo una cajuela repleta de chocolates.
Ignacio abrió los ojos como si acababa de abrir un cofre del tesoro, pero no alcanzó a poner sus manos en tan preciado botín.
—No lo sobre alimente de golosinas, no es bueno a estas horas de la mañana —reclamó de inmediato Ailén y el pequeño detuvo sus manos y solo miró a su madre de forma lastimera.
Aquella al verlo tomó sus mejillas con suavidad y le dio un beso en la frente.
—Mami después te comprara un pastel —le dijo sonriendo.
—Pobre mocoso —masculló Andrés cruzando los brazos.
—¿Disculpe? —Ailén lo contempló seriamente.
Andrés le respondió la mirada para luego alzarse de hombros.
—Estoy pensando que el padre del niño la dejo luego de ese carácter amargado ¿Cuántos años tienes? Porque luces como un viejo amargado de ochenta años que odia su vida —le dijo con gesto de fastidio.
—No me conoce, no hable solo por hablar…—dijo cruzando los brazos.
Andrés volvió a sonreír
—¿Eso quiere decir que me va a permitir entonces conocerla y luego podré hablar de usted? —es claro que esta siendo sarcástico y eso Ailén lo nota.
Como respuesta solo refunfuñó y le dio la espalda, pensando que cuando él recupere su memoria todo esto se acabará.
Al fin llegaron a la humilde escuela de preescolar de Ignacio, en donde él descendió del auto junto a Ailén. El niño luce muy feliz y emocionado por haber llegado a la escuela en auto, usualmente llegaban caminando, claro la casa de su madrina versus el castillo del hombre dragón están a distinta distancia.
Se despidió con un enorme beso y luego levantó su manita antes de entrar a su jardín de infantes. Ailén le dio una amplia sonrisa la cual se borró apenas contempló a el hombre dentro de auto. Suspiró, desde hoy trabajará para él y espera que esto no termine tan mal como lo presiente.
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Editado: 16.03.2023