Contigo, hasta la luna

ALEXANDER

La reacción de Emily me sorprendió pero intenté calmarla.

 

–Ella puede saber todo de ti, pero yo no, ¿cierto?– suspiró– Aunque claro, ¿por qué le contarías tu vida a tu novia de intercambio? De todas formas me dejarás cuando decidas irte, ¿no es así?– se veía enojada y tenía los ojos algo rojos.

 

–¿Ella te dijo eso?– pregunté.

 

–¡¿Acaso importa quién fue?!–gritó con voz agitada. Las personas a nuestro al rededor empezaron a mirarnos.

 

–Por supuesto que importa, ella lo dijo para lastimarte.– dije. Emily hizo una risa burlona.

 

–Idiota, ¿no te das cuenta que tú me lastimaste primero? Ese nombre fue idea tuya.– respondió y se levantó de su silla–. No puedo seguir aquí. No contigo.– Empezó a caminar en dirección a la puerta y me levanté a seguirla.

 

–Em.– dije, pero ella siguió caminando–. Emily, escúchame. Por favor. Dame 5 minutos y luego puedes irte.– Emily se giró hacia mí y cruzó los brazos. Sus ojos escondían unas cuantas lágrimas. Yo sabía que su orgullo no las dejaría salir tan fácil–. Em...yo iba a contarte todo. Planeaba hacerlo el sábado en nuestra cena. ¿Recuerdas la reserva que hice?

 

–Dame una razón para no irme ahora mismo Alexander.– dijo cortante. Asentí.

 

–Te amo Emily. Puede que no me creas. Entiendo si no me crees. Pero es verdad. Pienso en ti antes de dormir y todos los días al despertar. Mierda, Emily, me vuelves loco. Me vuelve loco cómo alguien tan pequeña y frágil tiene tanto valor y personalidad. Peleas por lo que crees correcto. Arreglas cosas. Pero yo no soy así. Por cada cosa que has arreglado, seguro yo arruiné otra. Las cosas que te ocultaba...– hice una pausa para pensar en lo que diría a continuación–. No quería que vieras ese lado mío. El lado destructivo. No quería destruirte a ti también.

 

–¿Destruirme? Maldita sea, Alexander. ¡Ni siquiera me has querido decir tu fecha de cumpleaños!– gritó. Sus lágrimas amenazaban con salir.

 

–28 de Junio.– murmuré.

 

–¿Qué?

 

–Nací un 28 de Junio. Mi padre murió en 27.– Me miró confundida. Inhale profundo y proseguí–. Su nombre era Lucas. Lucas Palles. Era un gran profesor de música en UCLA.– sonreí al recordarlo–. El collar que te di.– dije. Ella sacó el collar de entre su cuello y su camisa–. Ese fue el último regalo de cumpleaños que él me compró. También fue la razón de su muerte.– hubo un pequeño momento de silencio. Emily se acercó a mi.

 

–Yo...yo no...

 

–Lo sé Em...Él me enseñó a cantar y tocar la guitarra, mucho antes e que aprendiera a sumar y restar.– Ainsley hizo una pequeña sonrisa y asintió–. Esa era nuestra pasión. Pero ese día discutimos. Me siento un idiota por no disculparme cuando mi madre me dijo.– mi voz se empezaba a quebrar–. Había estado lloviendo en la mañana y él volvía de trabajar. Una vendedora andante pasaba por la carretera. Él se detuvo a...– Emily limpió una lágrima que bajaba por mi mejilla–. Le compró el collar. Además compró una tarjeta de regalo y puso mi nombre...Tuvo un accidente...la caja la encontraron bajo el asiento del copiloto y él...él se había agachado para recogerla...la acera estaba mojada y...– Emily me abrazó. Las lágrimas no dejaban de salir–. Fue mi culpa Em...

 

–No tonto. No fue tu culpa.

 

–Claro que lo fue...El regalo era mío. Él quería sorprenderme...la tarjeta no solo decía mi nombre. También decía lo siento...

 

–No fuiste tú Alex.– dijo Emily. Inhale y su dulce aroma me envolvió.

 

–No te conté esto...ni de Ainsley porque luego de la muerte de mi padre yo era un desastre. Volvía tarde a casa y no asistía a clases. Ainsley salía conmigo a fiestas. Ella bebía conmigo y apostábamos mucho. Nos retábamos y bueno...mucha gente salió lastimada durante ese tiempo. Cuando llegué aquí pensaba que serías como las chicas de allá. Pensé que podía distraerme contigo en lo que volvía a Los Ángeles. Lamento mucho haber pensado así Em...con el tiempo me di cuenta de que me importabas más que para solo distraerme.– empecé a sonreír–. Me sacabas de quicio con tus bromas. Planeaba apodos y peleas para después discutir contigo. Decía cualquier cosa con el único propósito de escucharte llamarme idiota. Sé que suena extraño pero así es. Se sentía bien tener tu atención. Fue así desde nuestro primer encuentro en la enfermería.

 

–Yo no te soportaba. Sabías eso, ¿cierto?–dijo riendo y sonreí.

 

–Creo que lo mencionaste, sí.– ella tomó mi mano.

 

–Eres un tonto.– dijo y sonreí.

 

–No te imaginas lo mucho que me alegra escucharte decir eso.– respondí exagerando la voz. Emily rió. Golpeó mi hombro con su mano libre y la agarré también–. ¿Me perdonas por no haberte contado esto antes?

 

–No esperaba que me lo contaras ahora...así que sí.– la abracé. Gregory y Ainsley nos miraban confundidos y el resto de personas en el restaurante hacían lo mismo.

 

–Perdón por el espectáculo.– dijo Emily y volvió a la mesa por sus cosas. Tomó mi chamarra de la silla y se la puso. Sonreí al verla–. Vámonos Alex, no tenemos nada que hacer aquí.– asentí sonriendo.

 

–Hasta la vista Jeff, hasta nunca Ainsley.– grité a mis espaldas mientras Emily me jalaba a la salida. Cuando por fin salimos Emily paró. La miré a los ojos y quité de su rostro un mechón de cabello–. Te amo Emily Jones...aunque seas un gremlin.– ella giró los ojos y yo reí.

 

–Y yo te amo a ti Alexander Palles...aún si eres un idiota.

 

–Por cierto...¿a dónde vamos ahora?– pregunté y ella me miró sonriendo.

 

–Mmm no lo sé...pero ¿sabes? Contigo, iría hasta la luna.– sonreí y la besé. 

 

–A la luna será.


 




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