Contigo Nada. Sin Ti... Peor.

CAPITULO 2. "La inminente llegada del amor."

CAPITULO 2

Lo vi por fin en la cena de año nuevo. Todos los miembros de “los pollitos” se encontraban ahí y al no encontrar excusa para confinarme, me uní a la celebración: Tronamos “triques”, recorrimos las calles aledañas a la casa de tía Jacinta platicando, jugamos un béisbol improvisado pero por demás divertido. Nos reímos mucho de nuestras bobadas y yo evité todo contacto directo con él. Lo miraba, no podía evitarlo, pero lo hacía solamente cuando estaba segura de él no se daba cuenta. Lo examinaba de pies a cabeza: su cabello de reflejos dorados, su perfil recto, su ancha espalda, sus manos…, me extasiaba con su risa... ¡Ay, por Dios! Terminaba sintiéndome la más sucia de los enfermos mentales sobre la tierra.

 

Para cuando el año nuevo llegó, me limité a abrazar a mi hermana, mis padres, por supuesto a tía Jacinta y todos aquellos que estuvieran de camino a la puerta principal. No soportaba estar ahí adentro. Sentía una ansiedad que me sofocaba; necesitaba tranquilizarme. El jardín no me bastó así que caminé hasta el poste más lejano y apoyada en ese cuerpo gris de concreto me deslicé víctima de mi locura hasta quedar sentada en el suelo. Miraba ese hermoso cielo chiapaneco que me enamoró totalmente y para siempre con su negrura y profundidad, con sus presuntuosas constelaciones y sus centelleantes estrellas plateadas amontonándose despreocupadas luciendo su belleza y esplendor. Escuchaba las lejanas risas, música y tiros que acostumbran soltar algunos por aquellas tierras a modo de bienvenida para el año nuevo. De mi boca, comenzó a salir la melodía de “Amor secreto”. Al poco, la estaba cantando bajito pero con el alma.

-Cantas muy bonito pero ¿no crees que te falta el público? -Volteé sobresaltada. Estaba sentado a mi espalda, del otro lado del poste. Un caballo desbocado corrió en mi pecho. -¿Qué haces aquí? Es peligroso. Te pueden robar.

-Aquí no pasa eso todavía.

-No estés tan segura... ¿Estás bien? Has estado extraña toda la noche. -No respondí. No sabía qué decirle. -¿Extrañas a tu novio?

Le hablé de él. -Estos días sin verlo han sido horribles.

-... ¿Lo quieres mucho?

-Sí. No sé ni cómo sucedió... Lo quiero muchísimo.

Su voz sonó extrañamente dulce: -Volvamos adentro. Notarán que no estás y te van a buscar.- Se levantó del suelo y caminó hacia mí. Extendió su mano ofreciéndome ayuda. Al contacto de su piel olvidé que existía un mundo y comprendí que lo que sentía era un amor irremediable que ya se había enraizado en mi corazón. Conscientemente lo disfracé de amistad. Volvimos a casa de tía Jacinta.

 

Para finales de enero de 1992, era novio de la tal Susana. Lo supe por medio de una carta de Mari –para variar- y mi corazón se destrozó. Lloré cual Magdalena y decidí que lo mejor sería olvidarlo. Hacía ya un tiempo que Gerardo me pretendía abiertamente. Despechada, acepté ser su novia. Nuestra primera cita fue desastrosa. Al menos para mí. No fui capaz de pasarla bien. Era un chico muy agradable, guapo, simpático y espléndido. Mayor que yo por un año; sabía que le gustaba mucho desde hacía varios años, básicamente, desde que me besó aquella vez en el clóset, pero mi corazón no respondía a sus galanteos. Me gustaba pues era guapo pero me hacía sentir halagada, no más. Al caminar tomados de la mano por Insurgentes, de regreso a casa después del cine y la cena, se detuvo debajo de un árbol, me tomó por los brazos y decidido me besó. Fue mi segundo beso de verdad con él. Y al igual que sucediera con el primero, no sentí nada. Su boca, ahora ya experimentada, se abrió y su saliva me mojó mientras yo me quedé impactada. Su lengua se abrió paso entre mis labios y tocó la mía. Traté sinceramente de corresponder a su beso, sin embargo, no pude hacerlo con la misma intensidad con que él lo hacía. Sus dientes mordían mi labio inferior, lo succionaba y volvía a meter su suave lengua en mi boca. Me tenía por la cintura y me cargó. Yo le pasé los brazos por el cuello. Se me hacía graciosa la sensación de mis pies en el aire. Geri –que así le llamo de cariño-, me besaba cada vez más enardecido. Notaba la agitación de su respiración. Abrí los ojos y contemplé los suyos cerrados. Estaba totalmente entregado al beso. Continuaba saboreando mi boca. No sé cuánto tiempo duró pero se me hizo eterno. Pedía a Dios que por favor hiciera que me soltara. Cuando por fin lo hizo me miró apasionado, sonrió, me bajó, tomó de nuevo mi mano y seguimos caminando. No sé de qué estuvimos platicando. Solo recuerdo haber pensado cuánto me pesaba el no haber sentido nada... Pasó marzo. Con él, el cumpleaños de Axel. Estuve todo el día imaginándolo en brazos de la susodicha. No la conocí físicamente pero tengo mucha imaginación, así que ella, en mi cabeza, era una muchacha exuberante y preciosa con una rizada melena negra; sensual y muy apasionada. Yo era virgen aún, así que no tenía más idea que lo que me habían enseñado en la escuela de lo que implican las relaciones sexuales, sin embargo, creía que se acostaban y eso me ponía furiosa...




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