Contra el tiempo ©

Capítulo 3: Inminente atracción

Caminamos por minutos que me parecieron eternos. Y no comprendía como había caminado tanto sin darme cuenta. Maldije el ser tan despistada y es que con facilidad lograba perderme y olvidarme de todo al contacto de mi cámara. Suspiré, ya casi no lograba ver nada, lo cual me causaba varios tropezones. Pero en una de esos me tambaleé con rapidez y creí que me estamparía contra el suelo. Entonces sentí como unas fuertes manos, sus manos, me aferraban y acercaban a su cuerpo con rapidez, evitando que mi trasero tocara al suelo.


—La tengo... —dijo, deslizando su mano por mi cadera. La mera sensación hizo que mi estómago se comprimiera y cosquilleara. Alcé la cabeza y de inmediato su mano se cernió con mayor firmeza en el hueso de mi cadera. Sus ojos bailaron en sus cuencas, que iban desde los míos hasta mi boca levemente abierta. Posó la otra mano a la altura de mi cintura y me empujó un poco más a él—... es muy escurridiza pero eso me gusta —susurró, con su voz demasiado ronca. La mitad de su rostro estaba iluminado y la otra parte se desconocía por la densa sombra. Mordí mi labio inferior, anticipando lo que pronto iba a pasar. Sus pupilas se dilataron, y su aliento estaba haciendo estragos en mi capacidad para pensar con claridad. Poco a poco fui testigo de cómo iba bajando su cabeza, relamiendo sus labios y con el deseo palpable en su mirada. ¡Dios!, deseé besarlo con premura. Y así pasó, sus duros labios hicieron contacto con los míos y todo lo demás no importó. Apresó primero uno y lo devoró, lo succionó y mordió con dulzura. Nunca nadie me había besado de aquella forma: suave y riguroso, tierno y exigente. Era una combinación que me volvió loca. Y justo en ese momento mande de vacaciones a mi conciencia junto a la razón. Me estampó contra un árbol y sus agiles manos viajaron desde mi cadera hasta mi piernas, subían hasta mis brazos y se perdían en mi cuello. Se sentía jodidamente bien. Entonces una conocida voz me regresó la cordura, y como una bola de hierro estrellándose de lleno contra un edificio la realidad barrió conmigo: Mariana.

— ¡Sughey, Daniel! ¿Dónde están? —gritaba mi mejor amiga, mi casi hermana. Me separé de golpe, reconociendo lo que había hecho. Use mis manos para alejarnos y al mismo tiempo recobrar un nivel normal para respirar.

—Esto... nunca pasó. ¿Oíste? —dije severamente. Negué con la cabeza y con grandes zancadas me alejé. Corrí, para tomar eso como excusa del porqué de mi inestable respiración y sonrojo.

—Mar, hola... —dije, apareciendo en su campo de visión. Sonrió con claro alivio. Me apoyé en mis rodillas, pues la corrida y lo reciente... me habían dejado sin aire. Mi amiga me ayudo a recomponerme y en segundos Daniel apareció, igual de agitado que yo. Ignoré su mirada descolocada. Le di la espalda y me aproximé a mi yegua—... ya es noche, debemos regresar —dije. Mar, asintió con la cabeza y me siguió. Se subió y yo intenté lo mismo.

—Déjame ayudarte... —dijo Daniel, acercándose peligrosamente a mí. Negué con la cabeza y con la ayuda de un gran brinco logré subirme. No dejando pasar que ahora me trataba de tú.

—Déjala, Danny. A ella le gusta ser muy independiente. —Sonreí a boca cerrada. Mi amiga me vio extrañada. Desvié mis ojos, temía que si seguía mirándome descubriría todo.

Llegamos hasta el establo y ahí Daniel intentó hablar conmigo, lo esquivé. Estaba asustada, rebobinaba en mi cabeza el suceso reciente y me desconocía. Nunca nada pasaba sin que yo analizara sus pro y contra, pero justo ahí, teniéndolo así de cerca, con la inminente atracciónque en mi cuerpo despertaba con su presencia mandé todo al carajo. Sus labios sobre los míos me envolvieron en una bruma que, aunque me empecinara a negarlo, me había encantado y encandilado de una forma desconocida. Había sentido cosas que nunca había experimentado, mis pensamientos no habían sido claros, mis acciones no habían sido dominadas por mi mente sino por un deseo deliciosamente peligroso. ¡Y en tan solo el primer día!, ¡joder!

Cenamos con la familia Sandoval, e intenté enviar al baúl de mis recuerdos recluidos ese increíble beso. Medianamente lo logré, pero muchas veces mis cavilaciones me encajonaban en el mismo suceso. Y me encontré queriendo más. ¿Acaso ese clima caluroso había incendiado y despertado mis deseos más ocultos? Ni idea, lo único que sabía era que: no volvería a pasar. Mi mejor amiga estaba colada por él, ¿cómo iba a pagarle de esa forma? Sin duda, que el tipo no era bueno, pues seguramente le decía cosas a mi amiga y ahora intentaba conmigo. Me enfureció contemplar esa idea.

A la mañana siguiente desayunamos muy temprano y Marcos junto a Ruth nos llevaron a un establo a ordeñar vacas. Fue divertido. Mar lloriqueaba cada que la vaca se movía, sin duda que estaba más nerviosa que el animal. Por lo que, le pidieron que mejor ya no lo siguiera haciendo. Y yo, obviamente tomé fotografías y ordeñé una cubeta completa. Miré a mi mejor amiga con aires de orgullo. Durante toda la mañana ignoré a Daniel, y a lo mucho respondía de forma escueta. ¡Era un cínico!



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En el texto hay: therinne, amorjuvenil, verano

Editado: 19.02.2018

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