Contra viento y marea

Capítulo 24

Y si tú barco se hundiera, y sintieras ahogarte. No tengas miedo querida que mis hombros volverán a sacarte a flote y te devolverán la vida.

-Criss Martínez.

Tishan

Salí corriendo del teatro y subí a mi auto para ir al juzgado, hoy era el juicio de Silvana y aunque normalmente estos procesos tardaban más tiempo al ser un delito grave lo apresuraron.

Según supe mi padre intento comprar a la farmacéutica para que no declarará en contra de Silvana, pero esta se negó rotundamente diciendo que ella era un peligro para la sociedad y era cierto, pues sólo había bastado que las cosas no se dieran como ella esperaba para que terminará haciendo locuras como las de la rosa de Guadalupe.

¡¡Joder!!

Sentía mi cuello doler de tan tenso que estaba por el estrés, mismo que no sólo era causado por el problema de Silvana, sino también por el inicio de la pelea por mi herencia, la cual aunque aun no habíamos tenido ni una audiencia, ya prometía ser muy larga y desgastante, sin embargo aún así no se la dejaría al vividor de mi padre, prefería pelearla toda la vida y no que cayera en sus manos.

No se lo merecía.

El era un infeliz que no merecía ni el aire que respira.

La imagen ser Adriana vino a mi mente eliminando todo rastro de enojo.

Estaba feliz, Adriana y yo habíamos vuelto.

Joder.

Quería gritar de la felicidad, esta semana había sido una completa mierda sin ella porque aunque en ocasiones me costara admitirlo, la verdad es que ya me había acostumbrado a su presencia y sabía que eso sólo me joderia aún más, pero no me importaba en absoluto.

Adriana era como la heroína, se volvía adictiva con mucha facilidad y era tan doloroso cuando intentabas dejarle que te hacia replantearte si realmente valía la pena hacerlo y es que ella tenía la habilidad de destruirse sin siquiera proponérselo.

El ruido de mi teléfono me hizo salir de mis profundos pensamientos, lleve mi mano libre al bolsillo de mis pantalones para sacarlo y después de casi perder el control del volante, pude ver quien llamaba, era Antoni.

Siempre tan impertinente.

Me lleve el teléfono a la oreja y respondí.

-¿Qué quieres?-le pregunté directamente.

-La sesión esta por comenzar,  he hablado con algunos contactos para que te dejen pasar-informo mientras yo seguía manejando lo más rápido que me permitía el auto.

- No será necesario, estoy a menos de tres cuadras-le hice saber.

-Lo que digas-estuve a punto de cortar cuando escuche nuevamente  su voz:

-No caigas en los juegos de mi tío y su mujer-aconsejo y el sólo escucharlos mentar me causo asco.

No quería saber nada sobre ese hombre que se hacia llamar mi padre y menos de su esposa, la única razón  por la que iba al juicio era por la memoria de mi madre, pues aunque Silvana nunca fue Santo de su devoción, antes de morir me hizo prometer que cuidaría de ella y aunque la verdad no había cumplido con ello, trataría de perdonarla y avanzar.

Hoy se terminaría todo.

-No necesito tus consejos-rodé los ojos-Cuida de Adriana cuando termine el juicio iré a la celebración-y sin más corte para estacionar el auto.

Cuando llegue a la sala ya todos estaban dentro, a excepción de la jueza la cual entro segundos después que yo lo hice.

Silvana entro casi al tiempo en que lo hizo la jueza, dos policías venían tras ella, aunque no se para que, si traía esposas en sus manos.

Las mismas le quedaban tan apretadas que ya habían teñido de color rojizo la blanca piel de sus muñecas.

No pude evita seguir reparando en todo su aspecto, el traje naranja la hacia lucir aún más pálida, su cabello estaba atado en una coleta mal hecha de donde gran parte de mechones de su, ya opaco y maltratado cabello rubio, se escapaban y sus ojeras eran aún más profundas que la última vez que la vi.

Ya no había ni un solo rastro de la chica con la que estuve a nada ser casarme, ahora lucía enferma.

-Amor, has venido-exclamó cuando sus ojos repararon en mi-Ya no quiero estar aquí-grito intentando correr hacia mi, pero uno de los policías la sujeto de un brazo obligándole a caminar hacia su asiento-Sácame de aquí, por favor-pidió sentándose a llorar.

Se veía tan vulnerable que en ese momento si sentí algo de lástima por ella.

Estuve a punto de levantarme e ir hacia ella, pero la voz de la jueza me lo impidió.

-Señorita, si no se siente en condiciones para estar en el juicio, se suspenderá, pero déjeme decirle que eso sólo alargará su estadía aquí-le informo apoyando los codos frente a ella-Y por lo que veo, no quiere eso o ¿si?-Silvana negó con rapidez secándose a las lágrimas a como podía-Bien, entonces se declara abierta la sesión -anuncio haciendo sonar su martillo-Señor secretario, léale los derechos a la acusada.

El susodicho se puso en pie y le leyó sus derechos mientras todos guardábamos silencio y el aire estaba tan tenso que incluso costaba respirarlo.

Minutos después las pruebas fueron presentadas, entre ellas el video de Silvana entrando y saliendo de la farmacia del hospital, así como las huellas dactilares que se encontraron en las tijeras y como ya lo había previsto, todo la señalaba, hasta un tonto podía notar que se estaba hundiendo.

Todo lo que alegaba la defensa se venía abajo cuando el fiscal abría la boca.

Silvana se declaró culpable y luego de un receso la jueza entro para dictaminar la sentencia.

-Luego de evaluar las pruebas presentadas y testimonios en contra de la Señorita Silvana Fox, se le encuentra culpable y se le condena a cumplir una pena de diez años por los delitos de tentativa de homicidio y robo de medicamentos controlados-finalizó el juicio y Silvana se dejó caer de rodillas al piso.

-No, por favor, no-suplico llorando y los oficiales la tomaron con brusquedad para obligarla a que se parara.

La escena daba mucho pesar.




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