Coral de Fuego

Capítulo IV

NAT

Max tocó la puerta de mi dormitorio y una chica alta de cabello negro abrió la puerta. Una sonrisa se le dibujó al ver a mi hermano. 

—¿Está aquí? —preguntó emocionada—. ¡Quítate! Quiero verla.

Le dio un buen empujón a mi hermano que lo quitó del medio y quedé frente a ella. Su cabello estaba lleno de bucles, estos no llegaban al afro, pero le daban un aspecto muy bonito a la chica. Su piel era morena y ella era guapísima.

Me sorprendió la confianza con la que me agarró del brazo y me jaló dentro del cuarto. Max me siguió y se empezó a reír mientras ella me observaba como si fuese su juguete nuevo. 

—Te dije que la ropa le quedaría de maravilla. Es digna hermana tuya— dijo la chica mientras me analizaba de pies a cabeza. Yo al parecer no formaba parte de la conversación.

—Pues no lo se... la ropa que le prestaste me parece que no le favorece— dijo mi hermano en tono burlón para molestar a la chica mientras se acostaba en una cama. Sabía que no hablaba en serio. 

—Perdón— la chica se disculpó conmigo—. No estoy acostumbrada a conocer a personas nuevas. Soy Valeria, pero todos me llaman Val. Y ella es Isa— dijo señalando con sus largas uñas a una chica que venía saliendo del baño con el cabello mojado. Igual que su amiga era muy bonita, aunque un tipo de belleza diferente, cabello claro también ondulado y unos ojos color grises con tonos verdosos que llamaban muchísimo la atención. 

Isa se acerco a mi y me hizo una reverencia en modo de juego. Más que nada para complacer a su amiga. Mi hermano les sonrió a ambas chicas y se paró de la cama. 

—Pues te dejo en muy buenas manos —se despidió — nos vemos para la cena. No lleguen tarde o Alec nos volverá a castigar — la puerta se cerro tras él. 

Ahora yo estaba sola con Isa y Val.

—Okey, antes de que se me olvide, Alec pasó a dejar esto. Tu diarium—dijo Val entregándomelo. Era un cuaderno con funda de piel color vino. Como los típicos diarios antiguos. En la esquina inferior derecha de la portada tenía mi nombre tallado en latín. Le daba un toque único y muy especial. 

—Fue mi misma reacción cuando vi el mío, es hermoso ¿no? —era la primera vez que Isa hablaba.

—Me recordó al primer diario que mi mamá me regaló —comenté.

—¿Tú escribías un diario? —Val sonaba sorprendida— nunca me lo hubiera imaginado.

—Entonces para ti va a ser fácil llevarlo. El primer año yo tenía alarmas para que no se me olvidara y al segundo decidí que un día a la semana escribiría todos los días. Ahora escribo cada tres —Isa dijo con tono irónico, no pude evitar echarme a reír. Val me imitó.

—Nunca me canso de escuchar eso. Cuando nuestro sargento se enteró la hizo correr tanto que al día siguiente no podía caminar —Val agregó.

—¿Alec? —pregunté 

—No... Alec es relativamente nuevo —me contestó un poco cortante. No pregunté más. 

Nos sentamos en la sala y seguimos platicando. Isa se paró por algo de tomar y preguntó —Nat, ¿quieres algo? Me imagino que no has ni comido ni bebido nada desde que despertaste —se me había olvidado por completo eso, y ahora que lo pensaba estaba sedienta.

—Porfa.

—¿Agua natural?

—Sí, gracias.

—Val, ¿lo de siempre?

—¡Obvio! Y tráele a Nat lo mismo. Conoces mis reglas — Isa fue hasta un mueblecito junto al librero y comenzó a servir las bebidas.

—¿Qué es lo que voy a tomar?

—Pues mira, tuviste la buena suerte de que nosotras—se señalo a sí misma y después a Isa— seamos tus compañeras de cuarto. Porque no sólo somos las que mejor se ubican en esta escuela, sino que también nuestros gustos en bebidas son impecables. Por ejemplo, no tomamos agua natural —dijo con una gran sonrisa en su cara.

—Es broma ¿verdad? —Val fingió estar ofendida por mi pregunta.

—Yo no bromeo con eso. El agua natural no sabe a nada y por ello nadie debería siquiera plantearse a tomarla. Conmigo nadie toma agua natural.

Isa llego con las bebidas y nos dio una a cada una. Era agua de granada. Val levanto su vaso y dijo —por Nat —chocamos los vasos y le dimos un trago.

—Bienvenida al club.

Nos terminamos nuestra bebida mientras platicábamos y reíamos. Por poco tiempo que nos lleváramos conociendo, Val e Isa se habían vuelto mis amigas. Era muy a gusto estar con ellas. 

—Demonios— dijo Isa mientras checaba su teléfono —vamos a llegar tarde a la cena.

—¿Qué hora es? —preguntó Val.

—Las ocho.

—¡Joder! —exclamó Val mientras salía disparada al baño seguida por Isa.

—¡Ey qué está pasando! —grité

Isa salió del baño —¿Qué esperas? Ya vamos a llegar tarde, más vale que nos apresuremos.

—Entonces que rayos hacen —dije mientras entraba al baño.

—¿Qué parece? Nos arreglamos. No podemos ir a cenar con nuestra ropa de entrenamiento —dijo señalando nuestra ropa de cuero.

—Entonces que ¿nos tenemos que poner uniformes? —pregunté en broma. Me miraron con los ojos bien abiertos y se empezaron a reír. 

—No estamos en una escuela militar. Tenemos que bajar en ropa respetable. 

Mire mi closet y después a ellas. Mis opciones estaban limitadas: era o uniforme o la ropa que traía puesta. Así que me senté en el tocador y empecé a dar vueltas en la silla.

Isa me observo un rato y después empezó a sacar ropa de su closet. Las empezó a tirar al suelo hasta que por fin dio con la blusa que parecía estar buscando. Una camisa vino de seda. Me la pasó. Se dirigió al closet de su amiga. Abrió un cajón y sacó unos pantalones de cuadros negros y blancos de vestir. Abrió otro cajón y sacó ropa interior. Se acerco a mí y le pase la camisa. Me miró sorprendida. Mientras me la regresaba y junto con ella toda la ropa que traía con en sus manos. 

—Más vale que te apurarte. No querrás llegar tarde a tu primera cena. 

—¿Esto es para mí?




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