Las últimas dos semanas habían sido un torbellino de actividad en el área médica. Después del accidente y el interrogatorio con el Capitán Seo y Lee Minho, el perímetro de peligro por minas no localizadas se había expandido, lo que significaba que los soldados estaban trabajando más duro que nunca bajo el sol abrasador. Como resultado, muchos de ellos habían terminado en la enfermería con insolaciones, golpes de calor y heridas menores como arañazos o pequeños golpes.
Aquella mañana comenzó como cualquier otra. Estaba revisando los suministros cuando un grupo de soldados entró, claramente afectados por el calor. Los hice sentar, les di agua y empecé a tratarlos uno por uno. Mientras trabajaba, no pude evitar recordar el incidente con el Capitán Seo unos días antes.
—Seo, ¿qué estás haciendo aquí? —le pregunté cuando entró en la tienda, visiblemente cansado y sudoroso.
—Necesito un par de vendas, Kim —dijo, tratando de sonar despreocupado.
Algo en su tono me alertó. Me acerqué y le puse una mano en la frente.
—Estás ardiendo —dije con preocupación—. Tienes fiebre. Necesitas descansar.
—No puedo descansar, hay demasiado que hacer —protestó él, dando un paso atrás.
—No voy a discutir esto contigo. Si sigues así, solo empeorarás.—fruncí el ceño— ¿quién querría un Capitán inútil? Si sigues así, darás más problemas a tu equipo que avanzar el trabajo, así que déjate de tonterías y siéntate en la camilla.
Él pareció visiblemente sorprendido y no dijo nada más, obedeció sin rechistas. Tenía una insolación de nivel dos y lo mantuve bajo estricta supervisión hasta que su temperatura e hidratación volvieran a la normalidad.
Volviendo al presente, uno de los soldados que estaba atendiendo me sacó de mis pensamientos.
—Gracias, doctora Kim —dijo, tomando la botella de agua que le ofrecía.
—De nada, asegúrate de beber mucho líquido y descansar un poco a la sombra —le respondí con una sonrisa.
Después de atender a todos los soldados, salí un momento del área médica para respirar un poco de aire fresco. El calor era intenso, y los soldados seguían trabajando arduamente para asegurar el perímetro y detectar minas con sus aparatos. Mientras caminaba hacia la tienda de campaña de los soldados número 14 para entregar las provisiones de sus kits médicos, no pude evitar pensar en cómo había cambiado todo en tan poco tiempo.
Al llegar a la tienda, los soldados me recibieron con sonrisas y agradecimientos.
—Aquí están las provisiones para los kits —dije, comenzando a distribuir los suministros.
—Gracias, doctora Kim. Nos ha salvado la vida con estas vendas y el agua extra —dijo uno de los soldados.
—De nada, cuídense y asegúrense de mantenerse hidratados —respondí, mientras repartía el resto de los suministros.
Entré en el área médica, agotada pero satisfecha con el trabajo del día. La luz del atardecer se colaba por las ventanas, bañando todo con un cálido resplandor anaranjado. Me dirigí al escritorio y me senté para guardar los documentos del registro de los pacientes de hoy. Apilé las hojas ordenadamente y las deslicé dentro de la carpeta correspondiente.
Al abrir dicha carpeta, noté un papel doblado encima de la mesa. Me detuve un momento, frunciendo el ceño. No recordaba haber dejado nada allí. Lo desdoblé lentamente y leí el mensaje en su interior:
"Tengo algo importante que decirte, a las doce de la noche bajo el árbol del poblado. Atentamente: el Capitán Seo."
Me quedé perpleja, sin saber qué pensar. ¿Por qué el Capitán Seo querría verme tan tarde y en un lugar tan específico? Algo en la nota me hizo sonrojarme ligeramente. Decidí guardarla en el cajón del escritorio, y al hacerlo, vi el número de teléfono del Capitán Seo que me había dado para emergencias hace unas semanas.
—Tengo que guardar el número en mi agenda de contactos del móvil,—murmuré para mí misma. —Luego lo haré.
Cerré el cajón y me levanté para verificar a mis pacientes una vez más antes de irme a cenar. Félix estaba descansando cómodamente y los otros dos pacientes, soldados con un golpe de calor, estaban hablando entre ellos de manera divertida, así que les dejé tranquilos.
—Todo en orden,— dije en voz baja, asegurándome de que todo estuviera en su lugar antes de salir del área médica.
Me dirigí al comedor, esperando encontrar al Capitán Seo y preguntarle directamente sobre la nota. El comedor estaba lleno de soldados y algunos miembros del personal médico, todos disfrutando de su merecida cena. Escaneé el lugar con la mirada, buscando a Seo, pero no lo vi por ningún lado.
Me serví un plato y me senté con mis compañeros de trabajo, en concreto al lado de Seungmin, aunque mi mente seguía dándole vueltas a la nota. ¿Qué podría ser tan importante para que Seo quisiera verme a medianoche?
—Dana, ¿todo bien? —me preguntó el moreno.
—Sí, estoy bien, solo pensando en algunas cosas del trabajo —respondí, intentando sonar despreocupada a la vez que cogía un poco de arroz y me lo echaba a la boca.
La cena transcurrió sin incidentes, pero no pude evitar sentir una creciente curiosidad y una ligera ansiedad por el encuentro nocturno. Mientras charlaba con mis compañeros, seguía echando miradas al comedor, esperando que Seo apareciera, pero no hubo rastro de él.
Después de la cena, me dirigí de nuevo al área médica para realizar una última revisión antes de irme. Hoy le tocaba guardia nocturna a mis dos compañeras enfermeras, así que no tenía que preocuparme mucho. Revisé los suministros y anoté mentalmente lo que necesitaríamos reabastecer al día siguiente.
Finalmente, me dirigí a mi tienda para cambiarme de ropa antes de que llegara la medianoche. Era obvio que no podía dejar de pensar en la nota. ¿Qué quería decirme el Capitán Seo? ¿Por qué en ese lugar y a esa hora?
La espera se hizo eterna, pero finalmente, el reloj marcó las once y media. Me levanté y me dirigí hacia el poblado, el corazón me latía con fuerza. No sabía qué esperar, pero estaba decidida a descubrirlo. Mi mente empezó a imaginar cosas...¿me hablará de una misión? No creo, no soy la más indicada para una misión militar, ¿tal vez quiere pelear sobre algo que he dicho o hecho en este tiempo? La verdad es que razones para discutir no le falta, pero él tampoco es un santo asi que yo también tengo cosas que pelear con él. O ¿y si...? ¿Una confesión?
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Editado: 08.08.2024