La luz que se colaba por la ventana me daba directo a los ojos, no sabía qué hora era, pero por la intensidad de la luz seguramente estaba cerca el medio día, ¿medio día? Casi salto de la cama al darme cuenta de donde estaba ¿Cómo había llegado a mí cama? ¿Cómo había llegado a mi casa? ¿Qué había dicho mi tía al verme? Y algo todavía peor ¿Por qué no recordaba nada de lo que había pasado? Antes de bajar y enfrentarme a mi tía y mi abuela tenía que echar un vistazo a mi aspecto, por lo que recordaba debía tener un facha horrible, un gran moretón y herida en la frente, otra marca más en mi cuello, eso sin contar el moretón debajo de mis costillas, aunque ahora que lo pensaba no me sentía nada mal, de hecho todo lo contrario, me sentía muy bien, como si hubiera dormido días enteros; al entrar al baño cerré los ojos y me acerque a tientas al lavamanos, una vez ahí parada di un largo respiro armándome de valor para ver lo peor, pero al abrir los ojos me asombro aún más mi reflejo: no tenía nada, mi frente lucia completamente bien al igual que mi cuello, me toque y presione el lugar donde debería de tener una herida y ni siquiera me dolía en lo más mínimo, seguramente debajo de mis costillas debería de tener alguna marca, levante la blusa y no había nada, mi piel lucia igual de blanca que siempre, hice lo mismo que con mi frente y nada, no dolía. Vi mi reflejo en el espejo aun sin creer y entonces realmente lo note, traía la pijama puesta ¿Quién me había cambiado las ropas?
Con mil dudas en mi cabeza baje las escaleras esperando encontrar por lo menos una respuesta, mi tía y mi abuela hablaban tranquilas en la pequeña mesa de la cocina, ambas me voltearon a ver en cuanto entre y esbozaron una sonrisa.
Me sentía un poco confundida, era extraño no recordar nada, pero mi tía me había dicho que me había visto y ella me había visto bien, tal vez solo había sido un sueño, un muy extraño y horrible sueño. Decidí darme un baño antes del almuerzo, después iría a casa de Erick, mi único amigo en toda la ciudad, el único que no me quedaba viendo raro o me ignoraba al entrar en la escuela.
Desde el primer día que había llegado a la escuela las cosas habían aparentado que serían fáciles, Alice, la “reina” de la escuela se había interesado por mí, al principio había fingido ser mi amiga y que con Beverly y Megan las cuatro seriamos las “mejores amigas del mundo”, hasta que comenzó a molestarme su tonta forma de ser, eran egocéntricas y caprichosas, por alguna razón todos los chicos estaban a sus pies, siempre hacían lo que querían aunque tuvieran que pasar encima de alguien que no lo mereciera, en mi caso era todo lo contrario, a mí nunca me había gustado llamar demasiado la atención, nunca me había gustado ser abusiva o injusta con las personas y cuando comencé a protestar por como hacían ellas las cosas todo se vino en mi contra, poco a poco me volví la “apestosa” del grupito y de pronto ya no eran mis amigas sino mi peor pesadilla, comenzaron a tratarme peor que a cualquiera de los demás y la gota que derramo el vaso fue aquel chisme de que en mi anterior escuela había sido una promiscua y que incluso había tenido un aborto, resultado de un “resbalón” con uno de mis profesores y que esa había sido la causa por la que me había mudado a esa ciudad; ahora recordaba esos días en los que todos me veían de manera despectiva, por un lado las chicas murmuraban a mis espaldas y por otro los chicos me veían como una especie de juguete nuevo; Erick había sido el único que no había creído todas esas cosas, el único que había demostrado que si podía ser un verdadero amigo.
Siempre había sido sociable pero reservada al mismo tiempo, en mi escuela anterior tenía un pequeño grupo de amigos, en verdad los extrañaba. Al principio cuando me había mudado habíamos mantenido buena comunicación pero poco a poco las ocupaciones de todos nos fueron alejando y ahora dos años después ya casi no sabía lo que era de sus vidas, de vez en cuando me mandaba mensajes con Nora, mi mejor amiga, pero ahora era solo una buena conocida. A estas alturas Erick era la única persona con la que podía contar y ahora me encontraba frente a su puerta tocando el timbre.
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Editado: 08.01.2019