Willow County era el sitio más cercano para abastecerse de provisiones, además de contar con algunas tiendas y un par de parques recreativos, el pueblo poseía una escuela primaria anexada a un instituto secundario. Allí había ido a esperar la salida de sus cachorros.
Patrick esperó reclinado sobre el capó de su camioneta gris, pronto el alegre sonido de risas y gritos le envolvió junto al potente estruendo del timbre. Los niños salieron corriendo, él los observó contento, sonrientes y despreocupados, yendo hacia sus familiares y padres.
Buscó a los suyos de entre la multitud ruidosa, ahí, saliendo a los escalones de la entrada, iba su hija menor, Naiara le detectó de inmediato y su precioso rostro se iluminó por una sonrisa que le abrigaba el solitario corazón. Patrick se agachó abriendo los brazos mientras le veía correr hacia él, hubo un bajo ronroneo feliz del león que también era su padre, pero fue corto, por una razón que no alcanzaba a identificar, estaba alerta desde que estacionó en el pueblo.
—¡Papi! —Exclamó Naiara, su abrazo fue largo, con toda la fuerza de una niña de siete años.
Ella crecía rápido, a veces demasiado para su gusto.
—Hola, cariño. —Patrick le dio un beso en la mejilla—. ¿Cómo te ha ido?
—Bien, hoy Alan se ha transformado.
Bien, eso no le agradaba.
—¿Quién es Alan?
Naiara se separó para mirar atrás, estaba buscando a alguien, varias niñas le observaron al pasar con un poco de reticencia. Al ser tan pequeña, su hija todavía no dominaba a la leona en su interior, a veces expresaba los cambios externos sin darse cuenta, como los ojos amarillos que usaba para observar en detalle alrededor.
—Alan es mi amigo.
—Oh, que bueno..., ¿y es un cambiante?
Ella asintió, la masa de rizos de color castaño claro rebotaron. A diferencia de Ian, Naiara había sacado rasgos más parecidos a Patrick, pero aun conservaba los ojos verdes atenuados. Pronto se desvanecerían por su lado humano.
—Sí, es un jaguar. La maestra dijo que debíamos estar juntos.
Reprimió un gruñido. Debía hablar con esa mujer al respecto, ¿separar a los niños cambiantes de los humanos? Eso no era un buen método para enseñar tolerancia y convivencia. Sí, puede que el peligro de que los pequeños humanos fueran lastimados por error sea algo real, pero eso no daba pie para una segregación dentro de las escuelas. También los padres cambiantes debían enseñar control para evitar accidentes.
—Es bueno que hagas amigos —le dijo, arreglando el listón rojo que mantenía sus rizos bajo control—. Humanos y cambiantes.
—¿Por qué no te agrada Alan? —Preguntó.
Bien, Patrick no tenía tanto control sobre su león que se agazapaba para doblegar a la pequeña cachorra por su protección.
—No dije que no me agradara, ni siquiera le conozco. Pero es bueno que tengas amigos, muchos de ellos. —Patrick sonrió levantándose—. ¿Has visto a tu hermano?
—Dijo que me adelantara, estaba rodeado por otros chicos.
Mierda. Eso significaba una sola cosa.
—Mira, allí va Clara.
Patrick divisó a una pequeña rubia dar saltos hasta su madre, una de las leonas de la coalición. Por poco suspira de alivio al verla.
—Elena —Llamó, saludándole con una mano, la leona le sonrió y se acercó con su hija tomada fuertemente de la mano—. ¿Te quedarías con Naiara unos minutos?
—Sí, ¿sucede algo?
—No, solo debo averiguar algo. Quedate con Elena.
—Quiero ir contigo —protestó la pequeña.
—No.
—Papi...
—Quedate con Elena —ordenó.
Patrick anduvo medio perdido entre el ingreso de los estudiantes del siguiente turno, Ian debía haber salido junto con Naiara, era su deber mantenerla segura dentro de la escuela en todo momento. Pero no le veía por ninguna parte, y comenzó a preocuparse.
Al llegar a los pasillos, Patrick escuchó el sonido de mesas moverse.
—¡Oiga! ¡Usted! —Alguien le llamó desde el final del pasillo.
—¿Qué necesita?
El hombre, bajo y regordete le hizo un gesto de cabeza apresurado.
—¿Es el padre de Mcgraw?
—Sí, lo estoy buscando.
—Excelente, venga, su hijo se ha metido en una pelea con sus compañeros.
Patrick apretó la mandíbula, Ian estaba completamente descontrolado desde que había conformado la coalición.
—¿Está herido?
El hombre le miró, sus ojos azules estaban llenos de miedo.
—No podemos separarlo del más grande.
—Genial... —Masculló.
Al final del pasillo ensombrecido por la mala iluminación, el olor de la sangre tibia le guió hacia una de las aulas, al entrar vio el desastre de mesas y sillas desparramadas, paredes manchadas con gotas de sangre y dos jóvenes batiéndose a duelo encima de un escritorio.
—Dijo que eran tres —murmuró.
El hombre palideció.
—Enfermería ha retirado a los otros, pero a ellos no podemos separarlos, no nos oyen.
Oh, pero a Patrick sí lo harían.
El león saboreó la violencia impregnada en el ambiente, y rugió al ver cómo aquel joven presionaba a Ian contra el escritorio, apretando su cuello con brazo mientras su hijo se retorcía tratando de zafarse.
Controlando la furia protectora, se acercó con cautela, sabía que ningún humano podría estar sometiéndolo de esa forma, y si era cambiante, el joven debía ser uno de los grandes, tigre... O tal vez un oso.
—Aléjate de Katya —le oyó gruñir entre dientes.
Genial. Ya sabía el motivo de la riña.
Patrick tomó al joven por un hombro, clavando las garras en la piel, no le haría daño..., pero estaba considerando darle una lección, nadie lastimaba a su cachorro.
—Dejalo —demandó.
El joven lanzó un codazo que alcanzó a esquivar de suerte. No le dio muchas opciones, Patrick rodeó su cuello con su brazo y lo jaló hacia atrás, logró alejarlo de Ian, el chico trató de usar su peso para derribarle al inclinarse, advirtiendo ese movimiento, giró todo su cuerpo, levantó una rodilla para golpear su columna sin demasiada fuerza y lo volteó al suelo. Presionó su pecho, ejerciendo peso pero sin aplastarlo por completo, solo para mantenerlo bajo control. Sus ojos oscuros destellaban con rabia animal, el joven estaba fuera de sí, tanto que luchaba con sus garras arañando su pierna, destruyendo la tela de su pantalón. A pesar del dolor, Patrick continuó presionando.
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Editado: 16.06.2020