Apenas se tumbó de lado en la hierba fresca, su cachorra le saltó encima, pequeños dientes en su oreja tiraban hacia arriba. Patrick quería descansar bajo el sol, pero no le negaría un poco de juego a Naiara, detrás estaba el pequeño leopardo jugando a atrapar la punta de su cola, él trataba de moverla lento, Elijah todavía no estaba muy firme sobre sus cuatro patas, por eso no podía unirse al montón de cachorros que exploraban la nueva zona segura más allá.
Los niños se dividieron entre Lyra, transformada en una loba delgada color plateado y una atlética leona de pelaje arenoso, casi blanquecino. Joey los observaba desde el balcón trasero de la enfermería, mientras otro grupo de cinco leones terminaban de ampliar el claro, arrancando maleza, aplanando un sector para colocar juegos y removiendo algunas rocas que podrían ser demasiado peligrosas.
En la mañana había puesto a trabajar a los dos linces que gustaban de construir cosas, ellos ahora eran los encargados de elaborar juegos para que los cachorros pudieran practicar sus habilidades al aire libre. El resto había retomado sus tareas normales, a excepción de las patrullas que continuaban siendo concéntricas y ya no apuntaban a la frontera del sur.
Hasta que no declarara al grupo del ataque como un evento aislado de errantes, no podían arriesgarse a rondar por ese extremo. La noche anterior, después de la cena con todos metidos en la sala comedor, se encontró con Marshall, luego Nolan se sumó junto a otro par de leones quienes les explicaron todos los detalles del ataque, los agresores encontraron un punto débil en la vigilancia: patrullas pequeñas demasiado dispersas entre sí, concentra el ataque en una sola y el daño será mayor.
Y lo fue, Leroy ya no estaba y el resto de su patrulla seguía en recuperación, lo que dejaba a la coalición con tres leones menos.
Cuando se levantó, Naiara cayó de espaldas, la leona lanzó un gruñido agudo y él jugó a morder una de sus patas, la tuvo queriendo alcanzar su nariz, soplando aire, la soltó para ponerse de pie. Miró atrás, Elijah se quedó sentado, Patrick empujó a Naiara para que regresara a jugar con el grupo, luego llamó a la matriarca a cargo.
La leona adulta atendió el llamado con su rugido y trotó para recoger al cachorro por el pelaje del cuello, luego se frotó contra su costado y volvió con los demás cachorros. Sacudiéndose el pelaje, estiró su cuerpo.
—¿Disfrutando del sol?
Tanya se acercó desde el extremo en donde estaban trabajando los leones, les había llevado agua y apenas se percató de que ella estaba cerca. Tanya se puso de rodillas para inspeccionar la cicatriz cerrada por puntos internos, no era visible para cualquiera desde lo lejos, pero para un ojo medico como ella tenía, no sé ocultaba.
—Quedará una marca.
Patrick se sentó sobre sus patas traseras, y ambos quedaron igualados en tamaño.
—¿Estás bien?
Dedos delgados se hundieron en la parte oscura de su melena, de pronto una idea salvaje se le cruzó en su mente mientras cerraba los ojos, perdiéndose un instante en el contacto, Tanya subida a su lomo, él corriendo libre por el bosque mientras bebía de su risa... Sería una primera cita interesante, pero demasiado ruda e informal, la apuntó de todas formas y luego se puso de pie.
Empujó su cabeza contra su costado, hasta asegurarse que su olor se quedara con ella durante un buen tiempo, luego regresó al escondite donde guardaba ropa, lejos de la zona segura donde exploraban los cachorros. Regresando a su forma humana sacó del interior de un arbusto tupido su mochila negra, y se vistió con un par de bermudas grises, una camisa de maga corta color vino y zapatillas deportivas camufladas.
Cuando volvió, Tanya continuaba en el lugar, pero a la sombra de un grupo de alerces.
—Aria quiere hablar contigo —informó, pero Patrick respondió tomándola por la cintura para un beso rudo que hizo que la mujer curvara los dedos en su pecho—. Ponte serio, por favor —dijo cuando recuperó el aire.
—No puedo contigo —sonrió contra sus labios y luego se separó para mirarla—. Pensé que se iría temprano.
Tanya tomó el dije de metal que colgaba en su pecho, atado a un hilo negro, ella preguntó por su significado cuando por la noche, cuando todos dormían, la sacó de su cama para bailar de nuevo en el balcón, bajo el brillo de las estrellas.
«Hay que darle el suyo»
—Tal parece que prolongará su estadía.
—O tal vez es el momento de fijar las cuotas de la deuda.
Todavía seguía siendo impresionante que ella pagara una suma tan grande de dinero por un territorio que valía solo una décima parte del suyo, donde Aria vivía era un sitio de bosques de coníferas y caducifolias que rodeaba montañas de poca elevación, un río que alimentaba el lago Saint Jerome, y por supuesto, la ciudad del mismo nombre que el lago también formaba parte.
Ese territorio valía mucho. Pero doscientos mil dólares por tierras tan lejanas de una ciudad grande sería considerado como un desperdicio por cualquiera, excepto para él, Patrick hubiera hecho la misma puja si hubiera tenido el dinero en mano.
—¿La conoces?
Patrick pasó un brazo alrededor de la espalda de Tanya.
—Algo..., antes fue el Alfa del clan Ice Daggers.
—Eso explica por qué todos pululan alrededor de ella, tiene liderazgo natural.
Mirándole de reojo, Patrick agregó:
—Igual que tú.
Tanya frunció el ceño, aunque tenía un rubor suave en las mejillas y el indicio de una sonrisa contenida en los labios.
—Eso no es cierto.
Comenzaron a caminar de regreso a la Casa Matriz, bajo las atentas miradas de los trabajadores que volteaban a ver de vez en cuando.
—Marshall me contó como dabas orden tras orden y mantenías todo bajo control en medio del caos externo.
No era algo de asombrarse, dado a su oficio, también debía comandar a un montón de enfermeros, técnicos e internos durante sus turnos en los hospitales. Pero decirles lo que debían hacer a un montón de humanos frecuentemente era mucho más sencillo que hacer lo mismo con cambiantes, que Tanya lo hubiera logrado sin darse cuenta le hacía sentirse orgulloso por su fuerza.
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Editado: 16.06.2020