El infierno del parto le retrotrajo a los angustiosos momentos en donde creyó que solo era un pedazo de cerebro con patas, inútil e insignificante, recordó como se había convertido en un manojo de nervios cuando se avecinó el momento de Ian, y la absoluta emoción que le golpeó con fuerza cuando escuchó su grito, el llanto y comprobó que lo más valioso de toda su miserable vida estaban a salvo.
Con Naiara fue diferente, una complicación en el canal obligaron a los médicos a intervenir con una cesárea. Y debilitada por la anemia crónica, Amaia se fue perdiendo en silencio mientras Patrick no podía hacer nada en su encierro.
—Felicidades.
Al mirar de frente al tigre lleno de orgullo y cansancio, Patrick se acercó para darle su apoyo, mientras veía a los dos bebés durmiendo en los brazos de Talinda, la fuerza de la leona no concebía un tamaño fijo, y aunque sabía desde lo profundo que ella podía tomar el desafío, todavía se mantenía vigilando por cualquier cosa.
De todas formas, ella tomaría de su energía por las próximas semanas.
—Nicholas y Harding —habló Nolan desde la silla que le había tomado “prestada” a un compañero león—. Serán un par de tigres hermosos.
Byron y Patrick compartieron una mirada, pero en el gesto silencioso, prefirieron que el único tío de los pequeños se diera cuenta dentro de un año, cuando llegara el momento de su primera transformación y ambos se convirtieran en la razón de múltiples locuras, cosas roídas y arañadas, y un montón de gruñidos adorables por toda la cosa.
—Van dos, faltan cuatro —Gala apareció desde la habitación contigua—. Y ustedes ya han cubierto la cuota del día, afuera.
—Pero...
—Ningún pero, tigre. —La enfermera puso los brazos en jarras y pisó firme—. Cuando crezcan ya no los querrás tener cerca.
—Ah no, ni creas —Byron agregó con un tinte divertido—. Su tío estará siempre para cuidarlos.
Nolan asintió sin dudarlo, y una protección feroz apareció en sus ojos dorados cuando bajó la mirada a los dos pequeños.
—Tú también Patrick, debes estar cansado, le diré a Alex que prepare algo extra para que no pierdas energía, aun no ha pasado lo más difícil.
—Estoy bien.
Gala no era una mujer a la que se le podía ocultar algo, y hasta estas alturas, ese rasgo todavía no se grababa en su mente.
—Lo veré en cuanto pueda —dijo, para que dejara de preocuparse—. Marshall pidió hablar conmigo, ¿donde está Tanya?
—Fue con Trent para la revisión a Ruth.
—Dile que me vea en cuanto se desocupe.
—Entendido.
Una vez afuera de la enfermería, se encontró con Marshall de pie en el balcón principal, al notar su presencia el otro león entró al pasillo y lo saludó formalmente con una inclinación.
—Vamos a mi oficina.
Marshall dudó un segundo.
—Si no te molesta, ¿podríamos hablar afuera? Una caminata a la laguna sería genial.
Patrick no estaba cómodo con la idea de dejar la casa Matriz teniendo a dos leonas a punto de dar a luz en cuestión de horas o días, pero Marshall se había visto inquieto desde que regresó, un paseo rápido no lo alejaría del núcleo por mucho tiempo.
La caminata resultó pesada e incomoda, y cuando llegaron a la orilla del cuerpo de agua, Marshall se detuvo frente a las cenizas que quedaron de la fogata nocturna. Resistió la tentación de regresar al interior de su mente, y buscar en el entramado de vínculos el único que parecía llamarlo constantemente. Pero Marshall era lo importante ahora.
—¿De qué quieres hablar?
El otro hombre se quedó observando más allá de la laguna, el bosque calmo bajo una brisa fuerte, con las manos en el bolsillo delantero de su sudadera gris jaspeada. Tenía la postura un poco encogida, preocupada, mientras que su melena era ocultada por la capucha.
—Quise este sitio para minimizar las posibilidades de que alguien nos interrumpa, o escuche.
Intrigado, Patrick rodeó el cúmulo pequeño de cenizas para quedar de frente, sin embargo, Marshall no hizo contacto e insistió en mantenerse de perfil hacia él, su mirada perdida en algún punto distante de la laguna. Estaba tan tenso que podía ver las puntas de sus nudillos sobresalir un poco en la tela del bolsillo.
—Esto es difícil —dijo luego de un suspiro—. Y puede que no me creas, pero...
Dio un paso pero se detuvo, pateó uno de los troncos, sin fuerza, apenas lo movió un poco. Patrick estaba perdiendo la paciencia, no había nada tan difícil que no pudiera manejar.
—Dilo.
Marshall giró medio cuerpo hacia él, por la duda en el color avellana de sus ojos, Patrick imaginó que había algo serio detrás del aparente nerviosismo, él jamás lo había visto de esta forma, como si percibiera algo malo acercándose desde cualquier punto.
—Hay un traidor en la coalición, y es Nolan.
Patrick lo quedó mirando durante largos segundos, fue como si algo lo desconectara de golpe y llegó hasta pensar que podía tratarse de un sueño del que despertaría sentado en el sillón de su oficina, pero al sentir un pinchazo del aire frío, supo que esto era real.
Se enfocó en Marshall un segundo, luego echó una carcajada y palmeó el hombro del hombre, pero ningún gesto fue correspondido y el león continuó tan serio como piedra.
—No es broma.
Dejando de sonreír, el león comenzó a dar vueltas mientras Patrick trataba de darle lugar a la verdad que Marshall estaba tratando de meterle en la cabeza. Negó, hasta este punto, él creía conocer a cada uno de los miembros de su coalición, todos leales a él, y Nolan...
—Imposible.
Negando con fuerza, Patrick se alejó para detenerse en la orilla tocada por el agua.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Nolan estuvo en el pueblo cuando ocurrieron los asesinatos... —Un suspiro—. Será mejor que te sientes.
Y Marshall relató una historia por demás absurda, de una supuesta empresa minera que quería las tierras por un yacimiento de plata en la laguna, y que el director junto al alcalde pactaron una rebaja en el precio original del territorio para sacar más beneficios, el movimiento ilícito fue descubierto por la chica del clan Night Shadows y por eso enviaron a alguien para silenciarla.
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Editado: 16.06.2020