Su corazón era una bomba acelerada, astillas clavándose de forma dolorosa en sus pulmones, contrario al ambiente externo, su sangre se fundía con la rabia amarga que empujaba su cuerpo hacia adelante.
Ella jamás le había temido al frío, nunca lo había sentido tan lacerante como esto.
La quemadura era peor que la abrasión del fuego.
Mientras continuaba en esta carrera desesperada, ella dejó salir las lágrimas que el frío convertía en esquirlas que dolían, como si llegaran hasta es punto luminoso al que llamaba alma. En ese momento, ella no sabía si había luz, con cada paso parte de lo que era iba apagándose. Su llanto desprendía la impotencia y el miedo que nadie quiso atender, nadie vendría para abrazarla y escuchar su explicación quebrada de cómo su inocencia le había sido robada.
Ella quería venganza, quería sangre... Pero no le habían concedido tal petición y ahora ardía, un puñal de odio se enterraba en su carne.
No habría tenido que tomar este camino si le hubieran escuchado... Si le hubieran creído cuando encontró su voz para reclamar a los suyos el calvario que había estado viviendo los últimos años...
Pero no lo hicieron.
La justicia no cayó de su lado.
Y los lazos que la mantenían en estas tierras... Se desvanecieron lejos de su corazón.
Ya no tenía nada. Nada, excepto la criatura furiosa que le daba su fuerza para seguir adelante, ellos le dieron la espalda, ahora les devolvería el favor. Cometería el peor delito que alguien de su tipo podría hacer.
Desertar.
La noche era perfecta para deslizarse en el abrazo negro y frío del mar, nadie vería más que olas fluyendo en calma. Nadie podía oír a la mujer destrozada que lloraba, retraída a un pequeño espacio en su mente.
Y mientras el animal se alejaba de la costa, su figura fluyendo en sincronía con el canto del agua, algo se quebró dentro al abandonar lo que había amado alguna vez...
Cruzó el mar con las promesas que guardó en su interior, nadie, jamás, volvería a tocarla. Ella no volvería a confiar en un hombre. Nunca más volvería al clan.
Las personas no sabrían su verdadera identidad.
La chica que había amado la música, los cantos y la vida en las montañas, el abrazo de la nieve y el beso del invierno, quedó sepultada por la ácida furia que ahora era su única compañía.
Y desde el momento en que abandonó todo, dándole la espalda a todas las personas a las que amó, el corazón de Sialuk fue envuelto en escarcha...
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Editado: 16.06.2020