Alex y yo aprovechamos de encontrarnos con Vee en el camino a mi casa, para luego juntarnos con los demás en la playa. Había pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos todos, pero ya que el verano se acababa, hicimos un esfuerzo. Estábamos caminando en la calle con las manos en los bolsillos y los ojos en la acera. Al rato llego Vee, que hizo lo mismo que nosotros por al menos otros cinco minutos.
A pesar de que todo estaba mejor entre Alex y yo y que Vee también estaba con nosotros, el ambiente era un poco tenso. No sabía si hablar o no. Gracias a Dios, Alex rompió el silencio.
—Vee, juro que Max se muere por sacarte a bailar.
La miré sonriendo y su rostro enrojeció.
—¿Y por qué no lo hace? —preguntó fingiendo indiferencia, cuando en realidad, lo más probable era que tuviera el estómago revuelto.
—Porque no sabe hacerlo —añadí. Ambos rieron.
—Dudo que Declan tenga intenciones muy distintas contigo, Lis —dijo levantando la vista y sonriendo de lado.
Comencé a transpirar. No sabía que decir.
—No es como piensas. Él no es así. Menos conmigo.
—Cuando se trata de Declan, nunca se sabe —dijo Vee —. Sabes que trata distinto al resto, no finjas. Todos lo notamos.
Eso si era cierto. Estábamos pasando a segundo año y él era tan callado como un niño de sexto de básica. Quería ignorar todo lo que decían pero, ¿cómo podía hacerlo? No es un misterio lo que me hace sentir, pero lo que él siente por mí siempre va a serlo.
No podía admitirlo. Me inundaba el temor de volver a pasarla mal, pero evitar mis sentimientos era mucho más peligroso. Y me gustaba. Él me gustaba, a pesar de lo distante y quieto que podía ser a veces, o lo poco que sonreía, porque cuando lo hacía, mostraba entre sus colores cálidos la sonrisa más linda del mundo, aunque no la más perfecta. De a poco, con su frío temperamento y delicada mirada, supo colarse en mi corazón y descongelarlo desde adentro.
Había caído nuevamente. Esperaba no tocar fondo esta vez.
—No sé... habrá que ver.
Al llegar a mi casa, no me sorprendió ver a Emma y a Daniel hablando apoyados en la reja de la entrada. Ella es la persona más puntual que conozco, a diferencia de nosotros, que nos demoramos diez minutos más de lo acordado. Mi hermano probablemente había olvidado las llaves, como siempre, por eso ambos se quedaron afuera.
—Tarde de nuevo —se quejo Emma.
Le di un beso en la mejilla e ignoré su comentario. Abrí la puerta para entrar a la casa mientras los demás me seguían en silencio. Nos sentamos en la sala del primer piso con vasos de bebida y una fuente con hielo para aliviar el calor que los últimos días nos habían hecho pasar.
—¿Qué hora es? —preguntó Vee.
Daniel miró su reloj y dijo:
—Son las 6:30. ¿Y los demás?
—Gia y May me dijeron que bajarían juntas —respondió Emma —. Probablemente están por salir.
—Declan y Max ya están ahí. Querían llegar de primeros tenían un par de cosas que hablar —añadió Alex.
—Estamos perdiendo el tiempo, entonces. Bajemos de una vez. Queda poco para que se oscurezca —dije poniéndome de pie.
Todos me siguieron hasta la entrada, para luego bajar por la escalera que daba a la playa.
El lugar es conocido por todos los del sector, más que nada porque recorre gran parte de él. Tantas veces ha sido posible ver el atardecer todos juntos sentados en la arena, que se ha hecho costumbre, tanto como para no apreciarlo. Para tanta gente es un sueño pasar una tarde frente al océano y el ocaso, siendo que para nosotros es algo del día a día. Hasta desde nuestra cancha de rugby tenemos vista hacia el océano.
Estábamos todos sentados en la escalera que daba al sector más popular de la playa. Gia hablaba con Daniel, Vee jugaba con Alex, Declan y May a un juego con un trozo de lana, mientras Max, Emma y yo charlábamos tocando la arena con la punta de los pies.
—Cada vez queda menos para entrar a clases —dijo Max.
—Cuando apostamos a que Emma ya tiene todo el calendario del primer semestre colgado en la pared —agregué.
Los tres reímos, porque era verdad. Emma es conocida en la clase por ser la más pendiente de las pruebas, tareas y fechas de entrega de trabajos. Era la alumna de promedio ideal, apuntes ordenados y registro perfecto. En cambio, Max y yo no nos preocupábamos tanto de nuestro rendimiento académico. Yo estoy constantemente ideando historias para escribir en mi diario y él tiene la cabeza metida en la cancha todo el día, igual que casi todos los jugadores del equipo. La única excepción es Declan. Al igual que Emma, es increíblemente inteligente. Esta es una de las razones por las cuales es tan callado, ya que los estudios son su más grande prioridad, después viene la familia, los amigos, el equipo, y luego todo lo demás.
—No puedo creer lo rápido que se pasaron las vacaciones —dije haciendo círculos en la arena.
—Segundo año... ¿en que momento llegamos hasta aquí? —dijo Emma —. Recuerdo haber hecho columpios para figuras de papel con alambre y lana como si fuera ayer. Es raro pensar que han pasado cinco años.