Antonella procedió a atender la herida lo mejor que pudo con los recursos que tenía a mano. Esperaba hacer una buena sutura que no dejara marca, aunque perder un dedo era una marca que no podría remediar. Después de desinfectar la aguja y suturar el dedo comenzó una inspección completa. Hizo las preguntas de rigor pero la pequeña estaba ausente. Al ver su pantalón manchado de sangre en el área genital, concluyó lo obvio. Con ayuda de las mujeres desvistieron a la niña y la tendieron en la cama para revisarla.
Una inspección minuciosa la llevó a concluir que la habían violado. Cosió algunos puntos en el área genital que resultó desgarrada. Y verificando que el resto de las magulladuras no conllevaran fractura ni fisuras que atender, culminó su labor.
A petición de Nella las mujeres llevaron en brazos a una Chusmita desvanecida para asearla y dejarla dormir.
—Háganlo con cuidado—musitó Antonella muy preocupada por su pequeña paciente.
Había atendido su primera emergencia. Y la niña se recuperaría, gracias a su ayuda. Los ojos se le anegaron de lágrimas justo en el momento que el Capitán entró a la habitación. El hombre traía la mandíbula magullada y una herida punzante cruzaba su impresionante biscep izquierdo.
—Capitán, está herido—dijo Antonella dando dos zancadas e inspeccionó la herida con la mirada. Una herida incisiva y profunda. Hay que aplicarle antiséptico y suturarla—levantó su mano y notó que estaban manchadas de la sangre de Chusmita—. Me lavo las manos y comienzo con usted, siéntese.
—Es una tontería, ya se me cerrará.
—Desconocemos la profundidad de la herida así que no es una tontería. Solo me llevará un par de minutos, siéntese.
Antonella se dirigió al baño y se lavó tanto las manos como los implementos, los colocó en la mesita y se dedicó a limpiar la herida.
—¿Cómo supo que estaba capacitada para atender a Chusmita? Que yo recuerde no le mencioné que estudié medicina.
—Tus recuerdos y los míos son muy distintos, Doc. Me lo dijiste mientras dormías.
Antonella asintió, sabía que hablaba dormida ya que su familia se lo había dicho a lo largo de su vida. Comenzó a suturar la herida apenas consciente de la mirada del Capitán sobre ella.
Se la ve inteligente y profesional, pensó el Capitán, sintiendo que le gustaba mucho esa mujer y deseando en su fuero interno que pudiera corresponderle con la misma intensidad. Deseó tener algo más que ofrecerle a la joven a parte del dinero que necesitaba.
—Ha sido una fortuna que estuvieras aquí. Tener que ir a la ciudad para ingresarla a un hospital, habría sido un puto infierno.
—Yo también lo creo. Necesita que se le administre un tratamiento de recuperación, se le hidrate y que la revise un médico calificado. Preferiría que la llevaran a un hospital mañana para estar más seguros de que apliqué las suturas necesarias, aunque el viaje puede ser contraproducente en su condición.
—Tú estás calificada, Antonella, fíjate. Y no quiero que salga. Su vida corre peligro.
Antonella cortó el hilo sobrante.
—¿Quién le hizo eso a la niña?
—Un monstruo, un degenerado, un animal—escupió con furia—. Del que voy a encargarme nunca conozcas.
El Capitán se levantó de la silla con pesadez, Nella pudo ver lo mucho que le había afectado lo que le sucedió a la niña.
—Estará bien, Capitán —dijo con suavidad—. Pero necesito administrarle un tratamiento. Si lo sigue, sanará.
—Apúntamelo y te lo traeré ahora mismo. Y luego ve a dormir—le tocó la mejilla con el dedo y suavizó su voz—. Necesitas descansar.
—¿Y usted? ¿Usted no descansa? ¿Solo se dedica a trabajar en la mina y cuidar de todos como un paladín de la justicia?
El comentario y la gracia con la que se sacudió el cabello hacia atrás, le resultaron cautivadores al hombre arrancándole una sonrisa a pesar de la situación.
—El descanso puede esperar, conseguiré el tratamiento.
Antonella no pudo dormir, exaltada por los acontecimientos. Decidió darse otro baño y luego se encargó del bienestar de la niña. La joven estaba descansando en una habitación cuando el Capitán trajo, tal como dijo, lo necesario para el tratamiento. Antonella preparó un cóctel de antibióticos, analgésicos y antiinflamatorios que, mediante goteo, lograría que el cuerpo de Chusmita se recuperara.
El cuerpo larguirucho de la niña permaneció en la cama recostado y su boca no emitió ningún sonido hasta que el Capitán entró en la habitación. En ese momento la niña reaccionó echándose a sus brazos y lloró con mucha pena. El Capitán la abarcó con sus fuertes brazos y se recostó con ella acariciándole el cabello hasta que se durmió. La delicadeza con que su mano tosca arrulló el sueño de la niña hizo que algo dentro de Nella se quebrara.
Solo un alma noble cuida un pajarillo herido, pensó conmovida.
—No es necesario que te quedes ahí parada—dijo el Capitán —. Yo me quedaré con ella.
—Supongo que podría dormir un par de horas. Vendré en un rato a revisar el gotero—examinó que el cuentagotas estuviera arrojando lo que ella quería—. La niña lo quiere mucho. Y me di cuenta que usted a ella.
—Te ves cansada, ve y duerme.
Antonella se dio cuenta que el hombre se veía como si hubiera envejecido cien años en una noche. Se dio la vuelta y al tomar el pomo de la puerta escuchó:
—Gracias, no olvidaré lo que has hecho por Chusmita.
***
Antonella aplicó la inyección en el brazo de Chusmita y verificó que la vía continuara en su sitio. El tratamiento llevaba horas circulando por su sangre y la niña lo estaba asimilando bien, seguía adormilada y retraída, pero era lo normal dada la situación a la que había sido expuesta.
—¿Es necesario que la siga torturando así? —preguntó Pancha nerviosa, desde que despertó daba vueltas por la habitación y sufría con cada inyección que se le aplicaba a la pequeña.
—Hay que mantenerla hidratada, Solo así se repondrá—contestó Nella, con paciencia.
—¡Le va amoratar el brazo!
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Editado: 21.01.2022