Jonathan
Detuve el coche en una florería cercana a casa, he adquirido la costumbre de comprar pequeños detalles a Sebastián desde nuestra mudanza a un nuevo país. Ha sido difícil adaptarse a otras tradiciones y modo de vida, incluyendo la notable diferencia de horario que fue un reto acostumbrarme.
Por poco he llegado tarde para comprar un ramo de rosas, quería sorprender a Sebastián llegando con flores después de no mirarnos en dos semanas he estado trabajando en una nueva empresa ya que, mi padre terminó arruinando el legado familiar por la avaricia de poseer dinero sin importar las consecuencias de sus actos.
El nuevo trabajo implica pasar horas extras atrapado detrás de una pantalla y en una silla creando planes de crecimiento en el mercado francés y viajes sorpresas para hacer estudios de campo, es difícil lidiar con la modificación que he enfrentado en la vida personal que llevaba hace años atrás. No poseo el mismo tiempo de antes, terminó llegando a casa exhausto y caigo dormido en el sofá, el cual Sebastián ha acondicionado para pasar solo una noche.
Extraño sentir la calidez de su cuerpo rozando el mío por las noches, sus manos sobre mi pecho después de tener pesadillas.
Me detengo en una sección de rosas donde existe una gran variedad de ramos con diferentes diseños, busco un ramo que no exprese el sentimiento de culpa que cargo conmigo desde ausentarse sin decir nada. Sebastián debe de estar furioso esperando con un palo de escoba para darme una lección que merezco, aunque anhelo que sea con un látigo estando en la cama desnudos y acariciándome.
Sin pensar más elijo un ramo de rosas, tomé una tarjeta de regalo con una dedicatoria. Me acerco a la caja para encontrar a una joven mujer realizando el cierre del local, detuvo lo que está haciendo para captar mi atención distrayendo de los pensamientos lujuriosos que empiezo a tener sobre Sebastián.
—¿Sería todo? —preguntó la joven mujer, con calidez.
Por desgracia, no venden paquetes de condones ni juguetes para divertirme con Sebastián en esta noche de verano, estaré aburrido a su lado mirando el programa de concursó de postres, mientras mantenemos una conversación cotidiana de nuestro día.
—Una caja de chocolates —respondí, notando que había paquetes de chocolate.
La joven mujer lo agregó a la cuenta. Opte por pagar con tarjeta, no traigo conmigo efectivo porque acaba de regresar de un viaje sorpresa, esto será maravilloso cuando mire a Sebastián con felicidad de verme y tendremos nuestro momento íntimo.
Di las gracias y con una sonrisa salí del local deseando llegar pronto a casa. Esa necesidad urgente de estar ahí, es creada por la falta de equilibrio entre la vida profesional y personal, nuestro lado de avaricia intenta atrapar cualquier oportunidad de dinero para tener lujos innecesarios creando un vacío.
He intentado no seguir los pasos de mi padre para no quedarme sin nada, he intentado crear mi propio legado y resulta difícil por el precio a pagar, he decidió emprender un pequeño negocio de alcohol en la ciudad, y ha empezado a dar frutos solo que no está listo para ser una fuente fija de ingresos; es inestable un mes obtengo ganancias y otro mes está en saldo rojo con facturas pendientes a pagar, fue un gran esfuerzo decidir hacer esa locura usando el poco dinero que papá dejó después del desastre.
Lo bueno que Sebastián no decidió ser el princeso del hogar a ser el princeso empoderado, es bonito mirar todo el esfuerzo que hizo en construir su blog de noticias y siguiendo el caso Ashford, aunque esté último fue un sufrimiento por las consecuencias que tuvo. Ambos nos hemos apoyado mutuamente e inclusive aportando en nuestros proyectos.
Estacione el coche en el subterráneo, bajo a una velocidad rápida para encontrarme con Sebastián y poder tener la posibilidad del delicioso. Estaba empezando a tener de nuevo pensamientos pervertidos, debía trabajar en ello para controlarlos porque últimamente tenía erecciones con solo pensar en el placer, y se ha vuelto difícil de controlar. Era vergonzoso admitirlo, pero he tenido que recurrir a un viejo hábito (pornografía y masturbación), no me gustaba usar eso porque no sentía la misma sensación de placer.
Presioné varias veces el botón del elevador, sintiendo una desesperación creciente por estar en casa. Necesitaba ver a Sebastián, imaginármelo con esa pijama de pato Donald rota que se negaba a tirar, a pesar de todas mis críticas. Cuando finalmente las puertas del elevador se abrieron, me metí rápidamente y presioné el número 15. Observé cómo los números ascendían lentamente, y no pude evitar pensar en la reacción que tendría Sebastián cuando me viera. Habían pasado dos semanas desde que nos vimos por última vez, y aunque habíamos hablado todos los días, no era lo mismo.
Al llegar al piso 15, salí del elevador apresurado y caminé a paso rápido hasta la puerta del apartamento. Saqué las llaves con manos temblorosas y abrí la puerta, esperando encontrar a Sebastián esperándome en el sofá, tal vez con un libro en las manos o perdido en sus pensamientos. Pero al entrar, fui recibido por el silencio. Miré alrededor, notando que la luz suave del atardecer se filtraba por las ventanas, pero no había rastro de él.
Mi corazón comenzó a latir con más fuerza.
—¿Sebastián? —llamé, con la esperanza de que estuviera en alguna otra habitación.
Caminé hacia la sala de estar y luego al dormitorio, pero todo estaba vacío. La sensación de vacío se intensificó, y una ligera punzada de preocupación se instaló en mi pecho.