Corazones imperfectos (2024)

CAPÍTULO 5

Cuando la hermana Cayetana la despertó, habían pasado pocas horas desde que había llegado. La obligó a comer algo y tomar sus pastillas, Candela seguía sin tener buen aspecto.

—Aprovecha que las niñas están en clase y usa su baño, después ve a ver a la madre superiora, te estará esperando.

Candela asintió y le hizo caso a la hermana Cayetana. Se dio una ducha rápida, se cambió de ropa y fue directa al despacho de la madre superiora.

—¿Puedo pasar?—preguntó después de tocar a la puerta.

—Pasa hija—la chica entró y se quedó de pie frente a la mesa—Siéntate Candela.

—Gracias Madre—se aclaró la garganta—Quería hablar con usted…

—No hace falta, la hermana Cayetana me lo ha contado todo. Hiciste muy mal al no venir aquí con nosotras. ¿Tan mal te tratamos?—bromeó—Sabes que no puedes vivir aquí si no eres al menos novicia.

—Lo sé Madre, conozco las reglas. El favor que yo quería pedirle era que si podía dejar aquí mis cosas mientras encuentro un trabajo y un techo, es lo único que necesito, yo puedo buscarme dónde pasar la noche.

—Haremos una cosa, puedes quedarte mientras haces eso, pero no puede ser mucho tiempo ¿Entiendes?

—Sí Madre, no sabe cómo se lo agradezco—Candela al fin pudo respirar—Prometo que será lo menos posible.

—Muy bien. Ahora buscaremos un lugar donde puedas dormir.

 

El único sitio posible en el que Candela podía quedarse era justamente en la pequeña estancia junto a la despensa. Estaba llena de trastos y era bastante oscura, pero le serviría.

—Sé que no es muy acogedora, pero es lo único que podemos ofrecerte—se disculpó la madre superiora—Le diré a Pablo que venga ayudarte a sacar todo esto afuera y que las hermanas se encarguen de tirar lo que no sirva.

—Puedo hacerlo sola Madre, no es necesario que moleste  a Pablo—se volvió de frente hacia la religiosa y la abrazó—No sé como agradecérselo, una vez más, me salva la vida. Prometo que será poco tiempo.

—Agradéceselo a Dios, no a mí hija. Si fuera por nosotras, podrías quedarte todo el tiempo que quisieras, pero no puede ser—una de las hermanas fue en su busca—Te dejo, si necesitas algo, búscame.

—Gracias Madre—le dedicó una sonrisa triste.

Una vez que se quedó sola, comenzó a echar a un lado las cosas con las que podía cargar, no creía necesario sacar nada de ahí, con tener un pequeño espacio para ella, serviría. Había encontrado un par de mantas que podían servirle y las echó a lavar, con el buen día que hacía, se secarían pronto. Estaba de espaldas a la puerta cuando percibió la presencia de alguien.

—¿Por qué estás metida en este sitio?

—No es para tanto Lidia, no está tan mal. ¿Ya has terminado las clases?

—Sí, por fin—se rascó su morena cabeza y miró a su alrededor—Pero no me has dicho qué haces aquí.

—Bueno, digamos que me tengo que instalar aquí hasta que encuentre un sitio donde quedarme.

—Al final te ha echado ¿No?—la chica conocía la situación de Candela—¡Qué cabronazo!

—¡Lidia, esa boca!—la regañó—Te he dicho mil veces que no hables de esa forma.

—Ya, ya, se me ha escapado—se disculpó—Yo veo muchos trastos aquí pero ¿Dónde se supone que vas a dormir? No hay ninguna cama.

—Encontré un par de mantas y las lavé, pueden servir para no tener que estar en contacto con el suelo—explicó.

—No puedes estar hablando en serio—Lidia observaba a Candela y su gesto serio—Sí, sí que estás hablando en serio. ¿Estás loca o qué? ¿Cómo vas a dormir en el suelo?

—Después de pasar la noche en un parque a la intemperie y muerta de miedo, cualquier cosa es mejor.

—Dame un momento, enseguida vuelvo—la muchacha iba a salir por la puerta, pero ella la detuvo.

—Conozco esa mirada, algo estás tramando—la miró directamente a sus ojos azules—Suéltalo.

—Voy a pedirle permiso a la madre superiora para que me deje prestarte mi cama. Yo puedo dormir con alguna de las niñas—y sin esperar respuesta, salió de allí dejando a Candela sin derecho a réplica.

—¡No Lidia, espera!—cuando salió tras ella, la joven ya había desaparecido.

Volvió a la habitación y siguió con lo que estaba haciendo antes que Lidia hiciera acto de presencia. Estaba algo cansada, así que se sentó en el suelo dándole la espalda a la puerta mientras sacaba cosas de una caja haciéndola estornudar.

—¡Salud!—la voz de Pablo la sobresaltó haciendo que se pusiera de pie—No pretendía asustarte.

—No me has asustado, para nada—no había vuelto hablar con él desde el incidente con Camila, había algo en ese hombre que la ponía nerviosa.

—Pues díselo a tu cara porque creo que no se ha enterado—¿Acababa de hacerle una broma? Se sorprendió a sí mismo.

—Anda si resulta que tienes sentido del humor y todo—ironizó.

—Y tú tienes una bonita araña en el pelo—señaló.




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