(Confesiones).
Al día siguiente, un sábado por la mañana Anna María decidió ir a la biblioteca, luego de haber terminado con sus obligaciones escolares, tareas, trabajos y demás, camino por el centro de la ciudad. Se detuvo por un momento frente a una floristería y quedó totalmente encantada de la diversidad de colores, flores y materos con figuras que habían en aquel lugar. Rosas rojas de espinas y los grandes girasoles amarillos eran sus favoritos, incluso el amarillo era su color preferido y aquel hermoso lugar transmitía luz, calor y calma para su corazón. Sonrió e ingresó al lugar, donde la infinidad de flores reinaban con tonos increíbles, mezcla de colores y un olor a frescura pura ocupaba el lugar.
Una persona vestida de mimo, claramente era identificado al verlo a simple vista por su vestimenta blanco y negro se hizo frente a ella, este le regaló una flor amarilla y sin decir ninguna palabra le sonrió sin parar. Anna María deseaba ser como el, vivir en un mundo mágico, atrapado en su universo y con ella la felicidad radiante que los caracterizaba. Entre un juego de sonrisas este amigable amigo silencioso de Anna María extrajo una pequeña flor color blanca del ramillete que llevaba en sus manos y la coloco en el cabello de la joven y se marchó. Ella lo miro y camino dos pasos, el mimo se oculto entre las flores, en busca de este agradable amigo no se percató y tropezó con una persona, todos los libros que llevaba en su mano, junto a la flor que estaba en su ondulado cabello se desprendió y cayeron al suelo.
La flor cayo lentamente y el zapato de aquella persona la hizo pedazos. Anna maría empezó a recoger sus cuadernos y al terminar sus ojos vieron la pequeña flor hecha trizas, allí aún se encontraba aquella persona con la que tropezó, observo cada detalle de sus zapatos, brillantes de color negro, de cuero y un buen gusto de calzado lentamente alzó su mirada y se sorprendió al verlo nuevamente frente a ella.
—¿Profesor Emanuel?.
—Anna María, que gusto volver a verla.
Inmediatamente ella se levanto y dio de manera rápida media vuelta para marcharse, pero el la tomó del brazo.
En aquel instante su mente recordó toda su corta historia junto a el, su mayor secreto fue transmitido como una tirilla de película a la velocidad de la luz, la verdad sintió vergüenza de ella misma, pero aún no sabia por que sentía más, si por enamorarse inocentemente de su profesor de artes o por enterarse tiempo después que el tenía una familia, la diferencia de edad era más de diez años y si alguien se hubiera enterado de aquel indecente amorío todo hubiera terminado mal, peor de lo que había terminado, por esa razón Anna María no lo quería ver más a la cara, pero aquel día nuevamente la detuvo, su mano en su brazo izquierdo estaba puesto, algo dentro de ella no le permitía liberarse bruscamente de él, algo en su corazón se encendió al solo verlo unos segundos a los ojos.
Recordó también que ese fugaz amor solo hacia daño y se lamentó en ese instante haber echo de el un día realidad, que al paso de más días, lastimo varias personas alrededor. Camilo, Hilda esposa de Emanuel y su hijo.
Todo había empezado como un sueño y terminó como una pesadilla para Anna María, era como cuando niña su madre antes de dormir le contaba aquellos cuentos de príncipes y princesas que a pesar de todas las tristezas y obstáculos que se encontraban en su historia, luchaban por estar juntos con su primer amor y para ella era cierto que nunca el nombre del primer amor se borraba tan fácilmente de la memoria, había sido una buena moraleja para ella, por que aquel día lo estaba viviendo, aún no se olvidaba de él, por eso se quedó inmóvil cuando el la tomó del brazo.
—Suélteme por favor. —Dijo, pero dentro de ella quería quedarse para verlo nuevamente después de tanto tiempo.
—Me gustaría hablar contigo y explicarte algunas cosas que son importantes para mí. —Dijo Emanuel con plenitud.
Lentamente soltó su mano y sus dedos se deslizaron por la cálida y suave piel de ella. Había sido hermoso.
—No hay ninguna razón para que usted y yo hablemos otra vez. —Respondió.
—Por favor, se que no me quieres ver a los ojos, pero de verdad necesito hablar, decirte tanto y explicarte todo.
Ella se moría por contemplar sus bonitos ojos otra vez más, esa sonrisa que escondía una dentadura blanca y sencilla. El, amaba en silencio su cabello ondulado, su inocencia y sus manos suaves. Una vez más suplico por unas cuantas palabras.
—No te voy a quitar mucho tiempo, por favor.
…
Esteban caminaba lentamente hacia el cementerio para visitar la tumba de su amigo, prometió incluso después de la muerte no dejarlo solo y aunque era cada día más la tristeza de no haber podido salvarlo sacaba las fuerzas para ir al lugar desolado, silencioso y frio que guardaba la memoria de Camilo, su mejor amigo. Antes de ingresar al lugar se encontró con Daniel, era su segundo encuentro con aquel muchacho desconocido de test blanca, ojos claros y estatura que no superaba el metro ochenta, el le había avisado a su madre sobre el plan que tenía unos años atrás para acabar con la vida del asesino de Camilo, gracias a el Esteban no cometió ese terrible error, lo reconoció de inmediato por su característica muy particular, el lunar que llevaba sobre la ceja derecha.
Esteban se extraño e inmediatamente le pregunto.
—¿Otra vez usted por aquí?.
—Me gusta caminar por estos lugares.
—Al parecer usted es el único loco que camina por un cementerio todos los días. —Comento Esteban con sarcasmo.
—Eso me tranquiliza. —Respondió Daniel con plenitud.
—Sabe algo, yo no confío en usted, así que es mejor que valla.
—Yo de usted, no me confiaría de otras personas que están rodeando la zona. Ellos están vigilando todo y es mejor que tenga los ojos bien abiertos. Es un concejo.
—Conmigo no ande con rodeos, usted quiere decir algo, dígalo ya o si no piérdase que no lo quiero ver más.
Daniel se quedó mirando fijamente a Esteban después de aquella respuesta tan contundente, no podía ocultar más su identidad.
…
—Fue un grave error haberme enamorado de ti. —Dijo Emanuel con notoria culpa en sus ojos.
—¿Eso era lo que me querías decir?. —Pregunto Anna María con notable tristeza.
—Perdóname, se que te estoy lastimando con esto pero fue algo que nunca tuvo que haber pasado, me desvíe del camino y del propósito que tenía… fui un cobarde.
—Ya no te preocupes por mi y por lo que tengas que decir, eso ya no tiene sentido. Tienes una familia y debes para ellos.
—Es verdad. Voy a ser sincero contigo, mi propósito no fue enamorarme de ti, no estaba en mis planes.
—No lo digas más.
—Perdón. —Se disculpó una vez más Emanuel con terquedad.
—Mi único propósito es mi hermano.
—¿Tu hermano, no te estoy entendiendo?.
—El siempre a estado enamorado de ti.
Anna María se quedó sorprendida ante la extraña confesión de su profesor de literatura. Muchas preguntas empezaron a rondar por su cabeza, pero fue palabra por palabra que salían de la boca de su profesor que pronto entendió la situación.
—Antes que yo empezara como profesor en su colegio, mi hermano estudiaba ahí contigo, imagino que nunca notaste su presencia. El cuando llegaba a casa te describía de una manera majestuosa, hablaba de ti en el almuerzo y en la cena, contemplaba tu sonrisa, tu presencia, tu carisma y era feliz con eso, pero sabia que era invisible para ti. Tiempo después tuvo un accidente y ahí le detectaron una terrible enfermedad que acaba con el cada día que pasa, ni la más grande fortuna cura su enfermedad, desde ese tiempo para acá a sido un infierno para el y yo solo le quiero devolver su felicidad y cumplir sus más queridos anhelos.
—¿Qué quieres decir?.
—Anna María, yo quiero que te cases con mi hermano.
Anna María quedó petrificada, sus ojos se cristalizaron de lágrimas y ahí entendió que el nunca la quiso, solo se acercó a ella para cumplir la promesa a su hermano.
—No va a ser para toda la vida, podemos hacer un acuerdo yo me haré cargo de todo, te puedo recompensar el tiempo que estés con mi hermano y luego…
—¡Cállate!. Cállate por que ya no soporto oír una palabra más de ti. Tu con quién crees que estás hablando. —Dijo Anna contundentemente y continuo diciendo su respuesta.
—Que carajo estas pensando, entiendo lo de tu hermano y lo lamento pero hablas como si me estuvieras comprando para el, estas loco. Yo jamás me voy a casar con una persona que ni conozco.
—Anna María, calma… déjame explicarte mejor.
En ese instante ella se levanta y siente un terrible mareo en su cabeza, Emanuel de inmediato reacciona para sostenerla pero ella se aleja de él gritando entre lágrimas.
—No, no me toque maldito miserable. Déjeme en paz.
Emanuel había cometido un grave error, todo estaba perdido. Anna María, quedo tan consternada de aquella propuesta que lentamente se desplomó en el suelo, Emanuel la sostuvo y contempló sus ojos cerrados radiantes de tristeza. Estaba en sus manos, dos opciones se presentaron en su cabeza, llevarla al centro de salud o presentarla frente a su hermano. Anna María tenía su destino escrito, era lo más imaginable para ella.