¡corre!

La mujer

La noche había oscurecido la ciudad. Era hora de dormir, y como era habitual, prendí mi lámpara de noche al igual que unas luces que colgaban sobre la cabecera de mi cama. 

—Lista para dormir —dije.

Desde pequeña, siempre he tenido pesadillas. Las cuales me han provocado unas ojeras enormes y un miedo a la oscuridad. 

Dormiría con la luz del cuarto prendida, sin embargo me costaba conciliar el sueño con ella encendida, así que opté por las luces de noche. Me tranquilizaban al despertar de las horribles pesadillas. 

Apague la luz de mi cuarto y me coloque las cobijas encima. 

Era una noche tranquila, sin lluvia ni truenos que me asustarán. Solo el ruido de la bella ciudad. 

Cerré mis ojos para hundirme en un sueño. 

 

Primera noche
 

Me encontraba en un departamento abandonado. No estaba segura de si era mío o era otro lugar. 

Caminé por un pasillo, al fondo se hallaba una puerta semi abierta. Seguí caminando. De repente se escucharon lamentos provenientes de las paredes. La puerta comenzó a abrirse más. Una mano mojada e hinchada, con los dedos torcidos y con una tonalidad azulada (como si hubiera permanecido años bajo el agua), salió de ella. Goteaba agua aún de la mano.

Di dos pasos hacia atrás. 

—No podrás escapar… —dijo una voz. 

—La muerte siempre te acompaña… —dijeron otras voces. 

—Estarás aquí para siempre..

—Ella te ve. 

Por la puerta se asomó su pie, al igual que su mano, estaba hinchado y amoratado. Su pie se hallaba mojado lo que provocó que hiciera un pequeño charco en el suelo.

Las voces se silenciaron. Había un silencio sepulcral. 

—Pronto nos volveremos a ver —musito detrás de la puerta. 

Desperté sudando. Mi corazón latía a mil por hora. Me temblaba el cuerpo. Todo pareció tan vívido. Mire mis luces para tranquilizarme y después observe el cuarto. Nada que me esperara en la oscuridad. Respire hondo. Me levanté y bebí un poco de agua del termo que siempre dejaba sobre mi mesita de noche. 

Era casi un ritual cuando tenía pesadillas: Mirar las luces, después el cuarto, respirar hondo y beber agua. 

Odiaba vivir así. Casi siempre la noche era un martirio. Cuando no llegaba a tenerlas o no las recordaba, mi día era maravilloso. Como envidio a todos por dormir bien. 

Me acosté de nuevo y volví a cerrar los ojos. Para cualquiera, diría que ya debería estar acostumbrada a esto, pero saben, uno jamás se acostumbra a las pesadillas. 

 

Segunda noche.
 

Prendí las luces. Me aseguré de que las ventanas estuvieran cerradas y me dispuse a dormir.

—Te puedo ver —La voz de una mujer me despertó. 

Exactamente no recordaba lo que estaba soñando, ni sé porque soñé con aquella voz.

Me levanté de la cama y tomé mi termo, lo incline para beber pero el agua no salió.

—Que raro —dije.

Agite el termo. Vacío. Era raro ya que todas las noches me aseguraba de tener agua. Lo volví a colocar sobre mi buró, dándome cuenta que había un charco enorme sobre ella.

—Mierda —maldije.

Me agache y quite todos los papeles que se estaban mojando.

—Mierda. ¿Cómo sucedió esto?

Me di la vuelta para recoger un trapo, cuando vi que la puerta de mi habitación se hallaba entreabierta, dejando entrar una luz roja.

<<¿Qué es esa luz?>>, pensé.

Caminé hacia ella, cuando una mano se posó en la puerta, la misma de aquella pesadilla.

<<¿Qué?, qué está pasando?>>. 

Pum, pum, pum. Podía escuchar como mi corazón latía cada vez más, casi al punto de querer salir de mi pecho. 

La puerta se abrió un poco más. Su pierna se asomó por la puerta, el agua escurría de ella, mojando todo el suelo.

—Casi te alcanzó.

Mi cuerpo no respondía. No podía hacer nada más que quedarme mirando fijamente a la puerta. 

Uno de sus dedos rasguño mi puerta. De pronto se escucharon lamentos provenientes del suelo, como aquella vez.

—Ayúdanos —decía la mayoría de ellos.

Desperté gritando, aunque no salió ruido de mi boca. Solo fue un gritó seco. Agarré una toalla y sequé el sudor de mi frente. Me levanté y bebí casi toda el agua del termo.

Mire el cuarto: puerta cerrada, luces prendidas, ventana cerrada. Todo se encontraba normal. Respire hondo.

Me quedé contemplando mi puerta hasta que el sol salió.

 

Tercera noche.
 

La oscuridad comenzó a reinar en la ciudad. Había estado ansiosa todo el día. Una y otra vez esa mujer regresaba a mis pensamientos. ¿Por qué soñaba constantemente con ella?



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En el texto hay: suspenso, terror y misterio.

Editado: 31.10.2021

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