A Eve no le gustaba llevar la cuenta del tiempo que transcurría cuando hacía algo que de verdad disfrutaba hacer… Era como si le hiciera sentir que la felicidad tenía fecha de caducidad.
Y la tenía... Pero se negaba a pensar en eso.
De cualquier manera, no le gustaba contar... Pero no podía ignorar el hecho de que ya tenía un año siendo la niñera de Elian y Eliana.
El año más feliz de su vida, por cierto. Ella era feliz, como nunca antes lo había sido.
La casa de Basil era bastante encerrada y totalmente silenciosa, pero para ella no existía un lugar que le hubiese traído más felicidad que ese.
Observó la espalda de Basil (como cada mañana) y se maravilló por la forma en la que le quedaba esa camiseta gris sin mangas.
Sus brazos se veían tan... Lamibles. Todo él lo era.
—Hoy tengo una reunión importante con Anastasia y Keelan, así que puedes mantener ocupados a los niños durante la mañana y yo me encargaré de ellos en la tarde.—dijo Basil sacándola de sus pensamientos y haciéndola dar un saltito.
Olía delicioso lo que estaba preparando.
Era algo como unos burritos con vegetales y carne.
Eve había aprendido que los Kana tenían gustos bastante exóticos en cuanto a la alimentación.
Lo peor era que ya estaba totalmente enamorada de la comida de Basil.
¿Cómo demonios iba a comer algo cocinado por alguien más una vez que se fuera de ahí?
—Está bien. De todas formas había planeado ir con ellos a la tienda. Eliana quiere un nuevo tutú, y yo vi uno con volantes de colores que me encantó. Estoy segura de que lo va a amar.—dijo intentando no sonar tan emocionada como se sentía.
Habían mejorado la comunicación entre ellos, pero sólo lo suficiente como para llevar una convivencia saludable mientras se encargaban de los niños.
—Ya te dije que no gastes tu dinero comprándole cosas a los niños. Dijo el rápidamente, girándose para mirarla con desaprobación.
Eve levantó su mirada rápidamente, intentando evitar que la descubriera escaneándolo con la mirada.
—Y yo ya te dije que estoy feliz de darle regalos a los niños.—respondió ella con terquedad.
Basil la observó con un brillo extraño en los ojos y abrió la boca para seguir hablando, pero no pudo terminar porque se vio interrumpido.
—¡Tengo una nueva palabra!... Tentáculos.—exclamó Eliana emocionada, entrando como un torbellino a la cocina.
Se apresuró a abrazar a Eve, quien se inclinó y le dio un beso en la cabeza y luego se fue saltando hacia su padre; quien no dudó en cargarla en brazos para luego esparcir besos por todo el rostro de su hija.
—Pero mira esta belleza.—susurró él enamorado, y algo en el corazón de Eve se removió. Le encantaba verlo en su modo papá cariñoso.
Basil era el hombre que toda mujer mataría por tener a su lado.
—Ya basta, papi. Soy una niña grande.—se quejó la pequeña rubia haciendo que Eve se riera por lo bajo.
—Así que eres una niña grande, ¿eh?—respondió su padre divertido mientras la sostenía con una mano y revolvía la comida con la otra.
Eve casi se babeó encima ante esa imagen.
—Sí. Hoy ayudé a Elian a ponerse los zapatos.—informó justo en el momento en que su hermano entró a la cocina con el ceño fruncido.
—Ya yo sé ponerme los zapatos, pero me obligaste a que te dejara atarlos.—se quejó el susodicho caminando hacia Eve con los brazos cruzados.
Basil se giró sonriente, viéndolo entrar.
La niñera le regaló una pequeña sonrisa al rubiecito, y él no dudó en subirse a las piernas de Eve con total confianza.
Basil observó la escena y su corazón se sintió un poco debilitado.
Por alguna extraña razón, él sentía que esa imagen jamás saldría de su mente... La forma en la que Eve parecía haber hecho una conexión con Elian era algo que él jamás se podría explicar.
Su hijo ya no era retraído como antes.
Ahora se expresaba con bastante facilidad, además de que no se dejaba mandonear por su hermana.
Él sabía que ella quería a sus dos hijos por igual, pero el pequeño estaba perdidamente enamorado de Eve desde que ella llegó a su vida y eso le hacía doler el corazón a Basil.
¿Cómo iba a hacer cuando Evelynn se fuera?... ¿Dónde demonios estaba Eleanor, joder?
¿Cómo era que ella se perdía ese tipo de cosas, esa maravillosa conexión con sus hijos?
—Es hora de desayunar.—dijo Basil y sirvió los cuatro platos, organizándolos en la mesa para cuatro que compartían en cada comida. Los dos adultos comieron en silencio, respondiendo de vez en cuando a las intervenciones de los pequeños.
Una vez que terminaron, Eliana y Elian bajaron de sus asientos apresurados, asegurando que iban a buscar sus colchonetas para hacer pilates.
Eve los vio irse con una sonrisa y Basil bebió esa vista por unos segundos, pero luego recordó que tenía una conversación pendiente con ella sobre el asunto, así que aprovechó mientras recogían la mesa y lavaban los platos.