Cosas que pasan...

Había que acostumbrarse

Llegó el segundo día de clases de ese segundo año y había que acostumbrarse. Acostumbrarse a ver a tus ex compañeros en el bus (algunos), a veces en los minutos de recreo, a veces en alguna salida organizada. Quedaban atrás ese grupo de compañeros de primer año de clases con el que habíamos compartido tantas cosas.

Ahora había que acostumbrarse a un nuevo año de clases, nuevo grupo, nuevos compañeros, nuevos profesores. Y así fue, como fue pasando esa primera semana de clases y a pesar de la melancolía de lo que fue primer año, de a poco me fui adecuando y a darme la posiblidad de conocer a los nuevos compañeros. Así fue como conocí nuevas compañeras con las que pude entablar una buena amistad, además de tareas en equipo para el liceo. 

Tuve que adecuar mis horarios porque ellas vivían en Tarariras y no compartían el viaje en bus conmigo, así que nos reuníamos en la biblioteca del liceo a realizar las tareas grupales. Pero, recordándolo ahora no fue difícil adaptarme a ese nuevo grupo pues la mayoría teníamos el deseo de aprender. 

Fue así como el año fue transcurriendo, recuerdo que me costó mucho la materia Inglés , tanto que hasta fui a exámen. En realidad, no entendía nada de Inglés; el primer año lo fui sorteando porque hacía el tateti para responder en los escritos porque las preguntas eran de opción múltiple. Pero realmente, no entendía nada. Y claro, yo había ido siempre a escuela rural donde no se enseñaba otro idioma que no fuera el español, y ahora encontrarme con el idioma inglés me resultaba muy difícil. Además, tenía unos compañeros que estudiaban particular en otras academias y eso implicaba que nos llevaban ventaja.

Todo el año estuve con la materia baja, luchando para intentar entenderla pero fue en vano. Llegó diciembre y el resultado fue que en febrero debía dar examen de Inglés. Gran problema para solucionarlo en enero porque debía aprender inglés en un mes, para poder rendir el examen y aprobarlo. Gran problema para mi familia también, buscar y pagar a alguien para que me enseñara Inglés durante esas vacaciones.

Pero más allá de todo, ese segundo año fue una gran experiencia porque aprendí a convivir con otros compañeros que no conocía, a entender que no podemos aferrarnos siempre a las mismas personas y que debemos atrevernos a experimentar en la vida. El desafío fue muy grande, y aprendí a sortear ese obstáculo que se me había presentado. Ahora me había dado cuenta que estaba venciendo mi timidez y que podía ser más sociable.

 




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