Creo que te quiero

Conclusiones de primer año

Después de la fiesta, al día siguiente, domingo, me desperté pasado las 13 hrs, y era obvio porque había llegado tarde la noche anterior; no me había dado cuenta como pasó la hora, sobre todo después de esa maravillosa noche con Mónica. Cuando me levanté,  mi mamá ya tenía el almuerzo casi listo, ella que tan consentidora, nos había hecho nuestro plato favorito: arroz con chupe de guatitas y papas fritas, y por supuesto, como a todos nos encanta lo disfrutamos callados, hasta que a alguien se le ocurrió romper el silencio.

—Como te fue en la fiesta hijo—. Se le ocurrió preguntar a mi mamá.

—Bien mamá, lo pasé bastante bien—. Respondí de forma rápida mientras seguía comiendo del plato.

—Y conquistaste alguna chica—. Me miro moviéndome las cejas mi papá.

Esto era retorcido, ¿por que que le tenía que contar esas cosas tan personales a ellos? ¿Acaso yo les pregunto sobre lo que hacen ellos?. Realmente era muy incómoda la situación.

—A lo mejor no nos quiere contar lo que le pasó—. Atinó a decir mi madre.

Bingo, ella había dado justo en el blanco. Que bueno que las mamás son más comprensivas.

—A quien va a conquistar este feo—. Se rió de mí Javier, mi hermano.

—Debería contarnos, al fin y al cabo somos sus padres—. Argumentó mi papá.

Ante ese poderoso argumento no me quedó otra que agachar la cabeza y seguir comiendo. Por suerte, justo tocaron la puerta, era mi mejor amigo que me venía a buscar, así que terminé de comer y me fui a la calle a jugar.

Apenas salí el Víctor me miraba como queriendo decir que le contara todo lo que había pasado anoche con Mónica, así que nos subimos a la parte más alta del árbol frente a la casa del Braulio, para estar más tranquilos y así poder conversar.

—Tú quieres saber que pasó anoche verdad—. Lo quedé mirando con sospecha.

—Si poh, cuenta que pasó—. Me pidió ansioso.

—Pues nada, hablamos, ella se fue a conversar con el Ricardo y terminó definitivamente con su ex pololo, hablamos nuevamente , reconoció que yo tenía razón con lo que le había dicho sobre él, después bailamos un lento, nos miramos, nos abrazamos, pero no pasó nada más—. Hice un breve resumen de todo lo que pasó anoche.

—Pero como no iba a pasar nada más, ni un beso o un topón* que sea—. Me pegó en la cabeza mi amigo.

—¿Te acuerdas lo que te pasó con la Kuky en la fiesta? Eso mismo me pasó a mi, sentimos que no había nada más que hablar, ya todo estaba dicho y no era el tiempo para nosotros—. Le expliqué.

—Pero tu igual tenías ganas de darle un beso—. Me pinchó en un costado que casi me caigo de la rama en la que estaba afirmado.

—La verdad si, quería puro darle un beso, pero no podía obligarla tampoco. Mañana la voy a ver de nuevo a ver que me dice—. Dije seguro de mi mismo.

—Y si te dice que quiere pololear contigo—. Me miró intrigado mi mejor amigo

Eso seria genial, pero no sé si podía pasar, pero no quería entusiasmarme, había que irse con calma.

—Pololeo con ella, pero mañana vamos a ver qué pasa, no quiero presionarla o hacerla sentir obligada a estar conmigo, me entiendes —. Fue mi explicación.

—Ojalá, porque después te vas a arrepentir—. Me pegó en la cara con suavidad.

Ese día se pasó lento, pero no me importaba mucho, porque el lunes iba a ver nuevamente a Mónica. Al día siguiente, el lunes, me levanté a las 7:15 me metí a la ducha, me vestí, tomé desayuno me lave los dientes y partí al colegio. Como eran los últimos días de clases, todo era más relajado así que no importaba mucho si llegaba tarde o temprano.

—Y tu que haces aquí—. Me miró extrañado la Punky cuando llegué a la sala.

—Porque, acaso ya no puedo venir—. Le respondí moviendo los hombros.

—Es que como repetiste, pensé que no ibas a venir más—. Dijo ella

—En realidad vine a despedirme del curso y además, tengo  que arreglar un asunto importante antes que termine el año escolar—. Le cerré un ojo.

La Punky solo me sonrió,  seguro que entendió cual era el motivo por el que estaba ahí.

Esas cuatro primeras horas de clases pasaron rápido, jugando al bachillerato, chapitas y conversando con los pocos compañeros que fueron a clases; hasta que llegó el primer recreo, mi hora de ir a hablar con Mónica, de arreglar algunas cosas que habían ocurrido el sábado en la fiesta;  y porque no, el comienzo de una hermosa relación. Me fui rápido a la sala del 2f, estaba nervioso, pero traté de respirar profundo y me asomé a la sala.

—Hola, está la Mónica—. Pregunté en la sala del lado.

—No, no vino, de hecho no creo que venga más—. Me  explicó la Fanny que salió de su sala a atenderme.

—¿Y porque no va a venir más?—. Me sorprendí con lo que me dijo —¿Le pasó algo?—. Me preocupé.

—No, la Moni está bien, lo qué pasa es que ella se retiró, por que repitió de curso, así que decidió no venir más—. Me explicó.

—Ahhh entiendo, entiendo—. Sonreí tímidamente mientras me derrumbaba de pena por dentro.

Vaya, eso me habría sorprendido, ella me había contado que estaba en la cuerda floja, pero nunca me contó que había quedado repitiendo, igual me dio pena que ella no me contara que había repetido y que no iba a ir más a clases. No sé si iba a ser capaz de soportar no verla más, hasta el año siguiente.

—Hola Almuna —. Apareció la Maritza.

—Maritza, hola —. Traté de saludarla simulando mi tristeza.

—Supiste lo de Mónica—. Preguntó, yo asentí con la cabeza —Una pena ¿no?—. No me sacaba los ojos de encima.

—Si, yo tenía ganas de verla nuevamente—. Apenas me salía la voz.

—Sabes Almunita, no es por echártelo en cara, pero creo que otra vez te equivocaste—. Me mencionó y se fue caminando hacia el patio.

Esas palabras de Maritza me sacudieron, ¿Me había equivocado nuevamente al no elegir a la Maritza? Me sentí mal, sobre todo porque ella tal vez si estaba interesada en mi, pero ya era demasiado tarde.

—Te pasa algo Mono—. Se acercó a mi el Care Chiste.




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