La habitación de Jin estaba tranquila esta noche. Incluso la lluvia irregular, que normalmente lo inquietaba, no parecía molestarlo. A pesar del dolor, yo también estaba tranquilo, más tranquilo de lo que había estado en mi propia casa con los brazos de mi madre rodeándome. Jin murmuró mi nombre mientras dormía, como solía hacer, y sonrió. Por la mañana, durante el desayuno, Jongsu hizo mención al buen humor de Jin, y me tocó a mí sonreír. Al menos yo también lo hacía feliz a él.
Se subió a mi coche rápidamente, con una amplia y ansiosa sonrisa, y parecía tan deseoso de pasar tiempo juntos como lo estaba yo.
—¿Cómo has dormido? —le pregunté.
—Bien. ¿Qué tal tu noche?
Sonreí.
—Placentera.
Frunció los labios.
—¿Puedo preguntarte qué hiciste?
Podía imaginarme cuál sería mi nivel de interés si hubiera tenido que pasar ocho horas inconsciente, sin saber nada él. Pero no estaba listo para responder a esa pregunta por ahora… O puede que nunca.
—No. El día de hoy sigue siendo mío.
Él suspiró y puso los ojos en blanco.
—No creo que haya nada que no te haya contado.
—Cuéntame más de tu madre.
Era uno de mis temas favoritos, porque obviamente era uno de los suyos.
—Vale. Mmm, mi madre es algo así como… ¿salvaje, supongo? No como un tigre, sino como un gorrión, como un ciervo. A ella, simplemente…, no le gusta estar en una jaula. Mi abuela (que era totalmente normal, por cierto, y no tenía ni idea de dónde había salido mi madre) solía decir que era como el fuego fatuo. Me da la sensación de que criar a mi madre durante su adolescencia no debió de ser nada fácil. De todos modos, para ella es muy difícil quedarse en un lugar durante mucho tiempo. Poder irse por ahí con Daewoo sin un destino seguro final en mente… Bueno, creo que es cuando más feliz la he visto. Pero conmigo se esforzó mucho. Se conformaba con aventuras de fin de semana y cambiaba constantemente de trabajo. Yo hacía lo que podía para liberarla de todas las cosas mundanas. Me imagino que Daewoo hará lo mismo. Me siento… algo así como un mal hijo. Porque me siento un poco aliviado, ¿sabes? —Hizo una mueca de disculpa, levantando las palmas de las manos—. Ella ya no tiene que quedarse ahí para mí. Es un peso que me quito de encima. Y luego Jongsu… Nunca pensé que me necesitara, pero realmente es así. Esa casa está demasiado vacía para él.
Asentí pensativamente, analizando esta inmensa mina de información. Ojalá pudiese conocer a la mujer que tanto había moldeado el carácter de Jin. Una parte de mí habría preferido que Jin tuviera una infancia más fácil y tradicional…, que hubiese podido ser el niño y no el adulto. Pero entonces él no habría sido la misma persona, y, la verdad, no parecía resentido en absoluto. Le gustaba cuidar, que lo necesitaran. Quizá aquel era el verdadero secreto de por qué se sentía atraído hacia mí. ¿Alguien lo había necesitado en algún momento más de lo que yo lo necesitaba?
Lo dejé en la puerta de clase, y la mañana se desarrolló como el día anterior.
Jimin y yo nos pasamos la hora de gimnasia prácticamente en coma. Observé la cara de Jin nuevamente a través de los ojos de Mark, y me percaté, al igual que él humano, de que Jin parecía estar a años luz de la clase.
Me pregunto por qué Jin no quiere hablar de ello, pensó Mark. Supongo que se lo guarda para él solito. A menos que me dijera la verdad, y no esté pasando nada realmente.
Su mente repasó las veces que Jin se lo había negado el miércoles por la mañana —«no va por ahí la cosa», le había dicho cuando Mark le había preguntado por los besos—, y su deducción de que Jin estaba decepcionado al respecto.
Debe de ser una tortura, pensó Mark en ese momento. Mirar, pero no tocar.
La palabra me sorprendió. ¿Tortura? Estaba exagerando, obviamente, pero… ¿de verdad algo así podría hacerle daño a Jin, sin importar cuán leve fuera? Seguramente no, sabiendo como él sabía la realidad de la situación. Fruncí el ceño y capté la mirada inquisitiva de Jimin. Sacudí mi cabeza hacia él.
Parece bastante feliz, pensó Mark, que seguía observando a Jin mientras este miraba a través de las ventanas de la claraboya sin enfocar los ojos. Debe de haber estado mintiéndome. O ha pasado algo nuevo.
¡Oh! La repentina quietud de Jimin me alertó al mismo tiempo que su exclamación mental. En su mente veía la cafetería en un futuro cercano y… ¡Bueno, ya era hora!, pensó, esbozando una gran sonrisa. Las imágenes se iban descubriendo: Jimin estaba de pie detrás de mi hombro hoy en la cafetería, frente a Jin. Una breve presentación. Cómo había empezado todo todavía no estaba claro. La visión iba y venía, dependiendo de algún otro factor. Pero sería pronto, si no hoy.
Suspiré, al tiempo que devolvía distraídamente la pluma de bádminton al otro lado de la red. Voló mejor de lo que hubiese volado si hubiese estado atento; anoté un punto justo cuando el entrenador hizo sonar el silbato para terminar la clase. Jimin ya se dirigía hacia la puerta.
No seas tan infantil. No es para tanto. Y ya puedo ver que no me detendrás.
Cerré los ojos y sacudí la cabeza.
—No, no será para tanto —reconocí en voz baja mientras caminábamos juntos.
—Puedo ser paciente. Pasito a pasito.
Puse los ojos en blanco. Siempre era un alivio cuando podía prescindir de los puntos de vista secundarios y simplemente ver a Jin cara a cara, pero todavía estaba pensando en las suposiciones de Mark cuando Jin entró por la puerta del aula. Sonrió con una sonrisa amplia y cálida, y a mí también me pareció que estaba muy feliz. No debería preocuparme por las imposibilidades cuando a él no le molestaban. Había una serie de preguntas que hasta ahora no había querido abordar. Pero, con los pensamientos de Mark todavía rondándome en la cabeza, de pronto sentí más curiosidad que aversión. Nos sentamos en la que ahora era nuestra mesa habitual, y él picoteó de la comida que le había comprado. Hoy había logrado ser más rápido que él.