Cristal Frágil [libro 1.5 Saga Cristal]

Capitulo 4

4

 

Dejó caer su lápiz sobre la mesa, estaba agotada mentalmente, su cabeza ya no daba para más.

—Jóvenes, por favor, dejen sus lápices sobre la mesa, el examen ha concluido — anunció el profesor.

Linav se sintió complacida de haber terminado unos instantes antes de que el profesor lo anunciara.

Estaba preocupada, sin embargo, anatomía era una materia difícil y más por el profesor que la impartía, era terrible, demasiado estricto. Pero ella comprendía que a lo largo de la carrera se encontraría con profesores así y hasta peores, después de todo, no era fácil estudiar Medicina.

—Will, por favor, que bajes el lápiz — insistió el profesor.

—¡Ya, ya, listo, listo! — exclamó el chico sentado a dos puestos de Linav.

— Levántense, entreguen su examen y pueden irse.

Sin dudar un segundo, Linav tomó su hoja y su bolso y se levantó, fue la segunda entregar el examen y salir con rapidez del salón.

Necesitaba relajarse, necesitaba despejar su cabeza del cuerpo humano, sus partes y todo el asunto. Había estudiado hasta el cansancio durante días y ya se sentía aliviada de haber terminado con eso.

Se dirigió a su auto sin demoras y luego de subirse a él, salió del estacionamiento.

Era obvio el lugar al que iría, no podía creer que habían pasado tres días sin ir hasta allí, sin tomar su delicioso café americano con extra crema.

El dirigirse a ese lugar, ahora también le producía una inquietud que no lograba definir si era buena o mala.

Se sentía tonta de solo pensarlo: quería ver al rubio otra vez.

Así de sencillo, esperaba poder encontrárselo de nuevo. Pero nunca antes lo había visto allí, al menos no había notado su existencia hasta el día en el que se chocó con ese moreno alto.

Pero alguien como él no pasaba desapercibido, una vez que lo veías, ya quedaría en tu cabeza.

Entró a Motto's, el lugar no estaba tan lleno, era justo lo que necesitaba.

Saludó a Jota y este supo de inmediato lo que ella pediría, por lo que a penas tuvo que asentir y pagar el café.

No tenía muchos ánimos tampoco, estaba cansada, su cabeza le dolía y solo quería café.

Se sentó en su mesa favorita junto a la ventana, diagonal a la puerta y frente al mostrador y olió el increíble aroma del café.

Tres días tenía sin ir a ese lugar y ya le parecía una tortura.

Disfrutó cada sorbo de su café, lo bebió con toda lentitud, pero fue hasta que llegó a la mitad del café que se dio cuenta de algo inquietante:

Tomaba el café con paciencia, no por disfrutarlo, si no para dar tiempo a que ese rubio llegara.

Era estúpido de su parte, ¿cómo podría estará si por un desconocido?

Se rió de sí misma, pero es que cada vez que lo veía algo se disparaba dentro de ella y no podía decir que no era agradable.

Luego de ese día en el que ella le sostuvo la mirada por primera vez, lo vio dos veces más, en ambas ocasiones él la saludó de lejos y luego se había ido.

Pero la última vez fue hace cuatro días y ya dudaba que pudiese verlo otra vez para cuando terminó su café.

No quería irse, al menos no aún, quizás si esperaba un poco más él llegaría.

Pidió un cupcake de chocolate blanco, ya que el
chocolate negro no era su favorito, y lo disfrutó observando la lluvia caer.

Pero el dolor en su cabeza no había desaparecido, pronto comenzaron a llegar pensamientos frustrantes a su cabeza como el hecho de que realmente pasase el examen que acababa de presentar.

Ese profesor Coleman era estresante hasta lo sumo, todo debía ser terriblemente perfecto...

—Empiezo a creer que el hecho de que tus cejas estén unidas es porque son parte de tu vestimenta, algo así como tu accesorio preferido.

Giró su cabeza de inmediato para encontrarse al dueño de la voz tan varonil y perfecta: era el rubio.

¡Era el rubio! ¡Realmente le estaba hablando!

Pero luego cayó en la cuenta de lo que le había dicho y no le había agradado del todo, ni siquiera se había dado cuenta de que tenía el ceño fruncido.

Alzó las cejas asombrada por lo que le había dicho.

—Ese no es tu problema — respondió tajante —, mejor déjame en paz.

Se asombró a sí misma por lo que había dicho pero se mantendría firme, él no podía aparecer de repente y hablarle de esa forma.

Él sonrió simplemente, aumentando su belleza, y sin decir nada más, se sentó.

Linav estaba asombrada.

—Disculpa, ¿te he dado permiso para sentarte? — se quejó de mala gana cruzándose de brazos.

Quizás haber anhelado tanto que apareciera, no había sido tan increíble como pensó.

—Este establecimiento no te pertenece — dijo seguro de sí sin quitar su sonrisa de medio lado.



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En el texto hay: psicopata, joven adulto

Editado: 22.09.2020

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