Nadie sabe realmente de donde vino esta historia y sinceramente yo desconozco el propósito de todo lo que pasó, quizás el lector se pregunte por qué digo esto, en realidad no tengo idea, pues no supe cómo empezar a contar todo lo que le paso a búho, el cazador y águila pueden quedarse donde están, hasta el momento de su salida de la catedral, pero, ¿Qué le sucedió al pobre y fácilmente ignorable búho desde el momento de su secuestro?
Pues bien será necesario retroceder unas veinticuatro horas, en el instante en que mauro el cuervo mayor graznaba: -si quieres ver a este ratonero vivo lleva la lágrima eterna al vertedero mañana al anochecer-.
Búho a pesar de lo que se podría pensar al verlo tan aparentemente frágil y de naturaleza tímida, era por las noches un peligroso enemigo, sin mencionar su extrema sagacidad venida de su recia costumbre de relacionar casi todo con el ajedrez.
Era uno de esos seres que nadie quería como enemigo pero que sabía ser un amigo fiel y confiable, quizás el lector se preguntara: ¿entonces por qué los cuervos lo maniataron tan fácil?, he de confesar que a mí también me sorprendió, pero mejor sigo adelante.
Una patada en la cara lo saco de su pasado, - nos vas a decir dónde está la lagrima eterna o te desplumo?- le dijo Aldo, los ojos grises de búho brillaron como los de un demonio como única respuesta para el cuervo, este sin saber porque, retrocedió asustado, pero la mirada de su hermano mauro lo hizo volver a su lugar, iban marchando tranquilos pues nadie se atrevía a enfrentarlos, a pesar de que búho era ampliamente conocido en el barrio sin nombre, así las cosas, hicieron la mitad del camino sin ningún contratiempo, al llegar a una encrucijada que se partía para los cuatro puntos del barrio, Mauro paro de pronto, mirando hacia el mar de sal que se encuentra en el sur, Mauro no llevaba sombrero como sus hermanos y siempre tenía su ojo derecho cerrado, casi nunca decía nada, cuando llegaba a decir algo, lo único que salía de su pico eran palabras crueles o duras, mauro como ya dije era el mayor de los tres y no recordaba nada de sus padres o de su infancia, pero les mentía a sus hermano haciéndoles creer que sus padres habían muerto en un accidente en la playa del mar de sal y que siempre los amaron mucho, quizás eso era lo único bueno que había hecho en toda su vida, Marco era el de en medio, extremadamente serio y reservado, los seres de fronteras contaba que había matado a muchos humanos, aunque jamás hablaba de eso con nadie, Aldo era el menor y casi siempre estaba riendo, era un ser de alma degenerada y podrida, mejor será no meterse en sus costumbres.
Búho levanto su cabeza de la tierra del camino al ver el primer gesto de ser sensible en Mauro, pensó: -¿será que este moustro le teme a algo?-.
Mauro temblaba y apretaba sus emplumados nudillos víctima de un gran odio, Aldo se encogió un poco, lleno de miedo y volteo a ver a Marco muy preocupado, su hermano no había cambiado su gesto de indiferencia y tranquilo le dijo a Mauro señalando a búho: -hermano, recuerda que esto es más importante que vengarte de ese salvaje-.
Mauro no respondió y volteo a ver a su hermano con ambos ojos abiertos, búho se estremeció de asco, pues la cuenca vacía de su ojo se veía aun sangrante y oscura por alguna razón, no había dejado sanar esa herida y aunque sus plumas lo disimularan, tenía una larga cicatriz desde su cabeza hasta el pico.
-voy a matarlo, aunque sea lo último que pueda hacer- le dijo a Marco mientras caminaba a su izquierda y tomaba la calle que va al vertedero.
Búho empezó a reír y dijo –este ave un día va a matarlos solo porque si-, Aldo salto sobre búho y lo golpeo lo más fuerte que pudo, -¡nuestro hermano jamás nos hará daño, oíste plumero!-.
Búho no escucho pues se había desmayado, Marco después de un suspiro de fastidio, siguió los pasos de Mauro, en su interior sabía que búho tenía razón.