Crónicas de Alathea Un cuento de amor nostálgico

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Merle llego a su casa con aire cansado, sin reparo alguno arrojó sus zapatos dejándolos perfectamente arrumbados para el día siguiente en la entrada del diminuto apartamento que poseía, se dejo caer en la cama víctima del cansancio hasta que un pequeño bulto marrón salto sobre su vientre.
-Hola nutella - dijo con voz chillona acariciando al cachorro de pug - ¿Cuántas hectáreas de selva talaste hoy? 
El perro ladro alegremente lamiendo la mano de su dueña, Merle atendía al pequeño animal cuando su teléfono vibro, lo ignoro pues nadie la llamaba, más bien nadie importante, pero a los pocos segundos sonó nuevamente.
-¡Carajo! ¿Qué acaso no merezco un poco de tranquilidad? - el perro ladro y sumergió la cabeza en el plato de comida
La castaña camino hasta el aparato, en la pantalla brillaba el letrero "no contestar"
Merle solto un suspiro exasperado y contesto intentando ocultar su enfado - Hola Allen
-¡Madre esta enloquecida! ¡¿Tienes idea de lo qué hiciste?!
-Hola hermana, ¿cómo estas? ¿Te mataría hablarme así?
-No tengo tiempo para imbecilidades como esa, ¡soluciona esto, YA!
-Allen mi adorado y respetado hermano, no tengo ni la más remota idea de lo que hablas y aun si lo entendiera puedes tener por seguro que me vale mierda
-¿Cómo puedes ser tan deliberadamente idiota? - El hombre maldijo de forma que fue incomprensible - Es sobre lo de Malinka
-¿Qué hay con ella? - el tono de Merle era desganado, uno pensaría que dejar una casa y cortar relación con la mayoría de los integrantes seria suficiente para ya no verse envuelto en los bochornosos dramas familiares
-Malinka le dijo a madre que no iría a la casa vacacional si tu no ibas - Allen sonaba enojado, Merle en cambio casi deja caer el teléfono de la sorpresa, no concebía sus razones, inmediatamente un sentimiento de culpa la atravesó, si no fuera tan abstraída, si hubiera controlado mis sentimientos, si no fuera yo, le ahorraría de problemas a todos si me hubiera muerto. Ella agito la cabeza recordando las palabras de la Dr. Hunvik "Pero estas viva y el hubiera no existe"
-Allen, no sabia nada lo juro
-Claro - repuso sarcástico su interlocutor
-Es enserio, creeme 
-Eres una tonta manipuladora, primero lo de la escuela y luego esto. ¡¿Cuándo vas a madurar?! Solo eres una inútil que desea que todos la comparezcan, una inepta que no sabe como arreglar sus desastres sola, que se oculta bajo las faldas de la única estúpida que le cree, eres basura ¡Oyeme! Eres basura y una manipuladora, puede que Malinka crea la idiotez del suicidio pero yo se que solo querías manipular...
Merle corto la llamada, sus labios entreabiertos comenzaron a temblar impotentes. De repente toda ella temblaba. El móvil volvió a sonar y por un momento Merle pensó en volverlo a contestar pero antes de darse cuenta lo había arrojado a la pared y ahora no era más que pedazos inservibles. Su brazo seguía extendido y su entorno comenzó a ensombrecerse, las voces murmuraban con suavidad "muerete" "eres veneno" "Arruinas todo lo que tocas"
-Por favor - gimió entre sollozos -¡No! ¡No! - ella se tiro al suelo tapando sus oídos y moviendo su cabeza frenéticamente, intentando no perder el aire, este era otro ataque de pánico.
Ella había añorado la libertad todos los días de su vida, pero al igual que hace un año solo podía pensar en morir.
Esa noche apenas pudo conciliar el sueño, el dolor que aquejaba su corazón era casi tan horrible como uno físico, no podía lograr que las palabras de su hermano salieran de su cabeza, se repetían en bucle atormentando su débil sentir, ¿en qué momento se abrió esa brecha entre ellos? Ahora parecían imaginarios aquellos días donde ella tocaba el piano y todos cantaban el alegre son de las melodías que sus dedos reproducían, Allen había cambiado, ya no era el hermano con el que tenia bromas privadas, el que le enseño a hacer piruetas, con el que reía sin parar, ahora era Allen el abogado y eso dolía profundamente.
Merle peinaba con gran dificultad a su joven clienta, ella lucia los estragos de una noche en vela, la piel debajo de sus ojos se había tornado con rapidez de un color oscuro que contrastaba con su perfecta tez, las conversaciones de sus compañeras le parecían ruido blanco y aun sentía la amenaza de un colapso cuando recordaba lo ocurrido ayer.
-Luces cansada - dijo Janis en el dulce tono que la caracterizaba 
-Estoy bien - respondió con sequedad mientras aplicaba fijador
-¿Sabes? No hay nada que un lápiz labial no arregle - ella le coloco un pequeño carmín que saco del mostrador en la mano
-Gracias - sonrió con sinceridad - pero no creo que pintarme los labios de rojo cenizo resuelva algo 
-Tal vez no lo puedes vislumbrar ahora todo el panorama, pero debes mantenerte positiva y todo marchara bien 
Merle se limito a sonreír débilmente y luego se pinto los labios de ese rojo intenso que devolvió un poco de vitalidad y felicidad a su rostro, Janis era una positivista empedernida, en ese momento ella la envidio deseando tener esa habilidad nata para sentir acogidas a las personas, de darle ánimos hasta al más desgraciado. Pero ella no podía ser así, era frágil como una copa de vidrio, había bastado una llamada para que el dolor que tenia estancado en el pecho regresara, ese dolor latente que era imposible calmar.
En todo el camino a casa no dejo de pensar en todo lo que ella era antes, un orgullo, una hija, una hermana. Ella soltó el grisáceo humo que voló a través de los barrotes de una de sus ventanas y desapareció lentamente, mientras Merle clavaba su mirada en el atardecer, los rayos de sol inundaban su cuerpo de calidez.
-Quiero - el débil murmuro se perdió entre las notificaciones del nuevo teléfono que se había visto obligada a comprar. 
La vida de mis padres fue increíble, sin arrepentimientos rodeados de cosas que todos desearían, con los hijos más maravillosos, claro hasta que yo llegue, el margen de error de un método anticonceptivo, un embarazo geriátrico, aquella más débil, enfermiza menos talentosa, brillante y agraciada quizá...quizá si yo no hubiera nacido
Inmediatamente Merle ahuyentó la idea de su cabeza, abrigándose en su propia piel concluyendo que no valía la pena seguir dándole vueltas a esas funestas e inútiles maquinaciones.
-Ven Nutella es hora de comer 
El pequeño pug corrió emocionado causándole una sonrisa a la castaña
-Vamos amiguito
Ella observo el collar tintinear en su cuello y lo sostuvo entre sus dedos -Debo ser fuerte ¿Verdad, abuela? - ella poso sus labios en el collar y por un momento juraría que lo vio brillar - ¿Puedes sacarme de aquí? - murmuro al dije deseando ser transportada al reino mágico de las historias de su abuela




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