Crónicas de Gladius: Crucis

5. Dolor

Era pasada la hora de almuerzo cuando Jeffrey y Sarah llegan a la mansión Crossrose, como el abogado la vio tan débil la ayuda a bajarse y luego subir las escaleras. Cuando iba a abrir Sarah lo detiene con un rostro sin vida. Inhala para calmar el palpitar que había comenzado a llenar sus oídos en el camino a casa como decía su padre. Al entrar la joven apaga la alarma mientras Jeffrey volví a ver aquella mansión con tanta historia. Se dirigen al salón principal con tonalidades invernales y estilo neoclásico, donde Sarah inmediatamente se sienta en aquel gran sofá donde le leían historias fantásticas.

—Ahora debo ir a solucionar los pendientes como ya te he dicho. —Le comenta Jeffrey. —Trata de dormir un poco. —Sarah solo estaba sentada mirando al vacío, lo que preocupa al hombre. —¿Sarah?

—Está bien. —Fue todo lo que pudo modular.

—Entonces me voy. —La forma en que el abogado frunce los labios provoca mayores palpitaciones.  

—No debe preocuparse, estoy tranquila. Además, debo ir a la escuela. —Se levanta buscando su celular para ver la hora.

—Ya no vale la pena que vayas.

—¿Cómo?

—Solo quedan algunas clases antes de que termine el día y no estás en condiciones de hacerlo. —Le da una sonrisa paternal.

—Pero…

—Tranquila, iré personalmente a informar lo sucedido.

—Si es así, la dirección es…

—No es necesario, ya me la sé. —Esto la desconcierta, pero entiende que quizás sus padres le dieron esa información.

La sensación de que había algo raro se comienza a extender en su mente, era como si sus padres supieran que iban a morir y por ello dejaron las formas de actuar si eso sucedía. Además, la extraña llamada reforzaba la idea. Las preguntas que tenía que hacerles ya no tendrían respuestas. Parecía que los secretos se quedarían ocultos y no verían la luz. El abogado le da un último vistazo mientras pensaba en las cosas que él sabía y ella no. Una vez se queda sola se cuestiona el hecho de que sus padres no le habían dicho nada.

A medida que los minutos iban pasando comienza a sumirse en la opresión y palpitaciones. Se agacha hasta sus muslos y se abraza el pecho. Las lágrimas empiezan a caer ante la oscuridad provocada por las cortinas cerradas. La luz parecía luchar por entrar, pero eso no era importante. Ese ambiente acrecentaba la soledad que la inmensidad de la casa provocaba. No había y no iba a haber nadie más que ella. Luego de estar en esa posición por un rato se recuesta y comienza a ver la cortina de la ventana que daba a la calle. Podía sentir como sus manos estaban heladas y blanquecinas, lo que junto al dolor de ojos por tanto llanto solo hacía difícil el proceso. Poco a poco va escuchando a lo lejos una música y una vibración. Se sienta y saca de su bolsillo su teléfono, la llamada se corta. Al revisarlo nota que tenía cerca de veinte llamadas pérdidas, no había notado que sonaba, quizás el abogado decidió no interrumpir sus pensamientos. Al ver las llamadas identifica que eran de los teléfonos de sus amigos. En eso suena nuevamente y contesta, era Carrie.

—¿Sarah? —Pregunta su amiga con tono preocupado.

—Sí, ¿qué sucede?

—¿Por qué no viniste a clases? —Sólo hubo silencio por parte de Sarah. —Madame Smith dijo que no habías ido por un asunto familiar, pero no quiso decirnos más. Pero también mencionó que quizás la obra sería cancelada, no podría hacerse si tú no estabas bien. Pensamos que te pasó algo malo. —La adolescente no comprendía o escuchaba las palabras. —Sarah, ¿está todo bien?

—Mis padres han muerto. —Siente una nueva opresión que la hace exhalar con fuerza. Ante el silencio de Carrie era evidente que estaba impactada. Sarah escuchaba la voz de sus amigos que le preguntaban qué le pasaba a lo lejos.

—¿Sarah? —Al parecer James le quitó el teléfono a su hermana.

—Sí.

—¿Qué pasó?

—Mis padres murieron. —Al escuchar esas palabras James tuvo la misma reacción.

—¿Dónde estás?

—En mi casa.

—Vamos para allá. —Por primera vez no sentía preocupación en ocultar su hogar.

Sarah se vuelve acostar en el sillón, pero esta vez ya no caían más lágrimas. La frialdad la había envuelto totalmente. Ve la hora en el celular y eran las siete cuarenta y cinco de la tarde.

† † † † † † †

El despacho de Jeffrey James era uno de los más respetables de Reino Unido y el mundo, la firma Magnum tenía clientes poderosos. Todos los hombres de leyes eran expertos en variados temas del Derecho y eso los hacía ser cotizados por muchos. Para aumentar su reputación estaba ubicado en el área financiera de Londres, lo que lo hacía tener aún más prestigio. Cuando Jeffrey entra al piso de las oficinas la recepcionista le señala que hay alguien esperándolo, ante esto se alerta. Se dirige a su oficina y saluda a su secretaria. Al entrar ve a una mujer de cabello como el fuego y vestida de negro, una gladius.

—Llegaste Jeffrey. —Le señala Eara mientras le dirige una mirada desde la ventana. Sus fríos ojos hacen que un escalofrío le recorra la espalda, pero debía mantenerse compuesto y duro ante ella, los gladius eran peligrosos.



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En el texto hay: fantasia, peleas epicas, iglesia y corrupcion

Editado: 19.02.2024

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