CRONICAS DE LA ARENA
CAPITULO 15.
Cayó estrepitosamente al suelo. La herida de su tobillo empezaba a causarle un gran dolor, junto con las quemaduras de su cuerpo.
―No… no puedo dejarme inundar por el dolor… Ann necesita que le devuelva su espada… ―murmuro para sí, el clon, haciendo un sobreesfuerzo, volviéndose a levantar, prosiguiendo con su camino.
La voluntad de sus pocos recuerdos era lo que lo motivaba a seguir.
No sabía cuánto había pasado desde la primera vez que la vio. ¿Acaso seria unas doce horas o un día? Su primera conversación no fue muy agradable, pero tenía el fuerte impulso de seguir hablando con ella.
Las luces del lugar se encendieron, haciendo que el alcance de su vista se extendiera. Sus demás compañeros clones, se mantenían en ese estado inconsciente del cual solo el había logrado despertar.
La mujer joven no se comunicó con él, a pesar de que lo vio como la miraba fijamente en espera de que le hablase.
Apoyo de nuevo sus blandas manos en ese muro cristalino que lo separaba de aquel mundo seco y vacío. Trago un poco de ese líquido amniótico que lo cubría, produciéndole una grave molestia en su interior, un corto periodo de hipo.
Fue entonces que la Taiyō, decidió comunicarse con él.
―No vuelvas a intentar abrir tu boca, esa afección puede lastimarte, si te pasa algo, toda la culpa recaerá sobre mí ―comunicó esta, en la mente del clon.
Una gran emoción invadió al pelirrojo clon, sabía que lo estaba regañando, pero eso no le molestaba, muy al contrario, le alegraba saber que capto su atención.
¿Cuánto falta para que pueda salir de este lugar? Me gustaría poder ver con mis ojos, eso a lo que ustedes llaman “cielo” ―expreso el clon mientras volvía a pegarse a su cristal, fijando la vista en su creadora.
“No mucho, unos días, semana y media como máximo” ―respondió Ann, revisando los conductos y demás programas conectados a los enormes tubos.
Estoy ansioso por salir… hay muchas cosas que quiero hacer ―agregó el clon.
Anngelius se mantuvo callada ante esa última declaración del clon. Dejo de hurgar los artefactos científicos que tenía a su alrededor. Se levantó de su lugar, para colocarse justo en frente del tubo de contención donde se encontraba el clon.
No deberías emocionarte por conocer este mundo… tu propósito está alejado de la luz del cielo, que tanto, ansias contemplar ―señaló Ann, sacando una pequeña barra de chocolate de su bata médica, empezando a devorarla enfrente de él.
El pelirrojo clon centró su atención en aquella barra de material desconocido que ingería la Taiyō.
― ¿Qué es eso de lo que te alimentas? ¿Sabe bien? Inquirió.
― Se llama “chocolate” y si, es delicioso.
― ¿Yo podré probarlo una vez salga de acá?
―No veo el por qué no puedas, aunque… ―dudó― puede que no te guste, a tu original, según los informes, le desagrada los dulces.
―Ya veo… y dime ¿Cómo es la persona de la que fui clonada? ―abrió sus ojos con curiosidad.
―Pues… es idéntico a ti. O mejor dicho, tú eres idéntico a él.
―Pero… yo no sé cómo soy… ―expreso desanimado.
Ann desvió su mirada con indiferencia, ni ella misma sabia porque estaba respondiendo las inquietudes de tal ser. Desconecto el sensor que los comunicaba.
Se alejó del lugar, caminando en silencio.
― ¡Espera! No te vayas, no quiero quedarme solo, por favor, ya no te molestare con más preguntas, vuelve… ―golpeo el cristal, en un intento de llamar su atención.
Pero fue en vano, Ann desapareció de escena, dejándolo solo. Se despegó del vidrio y se encogió de pies y manos. Su rostro volvió a decaer.
Pero a los minutos, la Taiyō reapareció, cargando consigo un espejo grande, tal parece que se había ido a por él.
―Ahora puedes ver como es tu imagen, te compadezco, eres feo como una roja verruga ―expreso luego de reconectarse el artilugio con el que se comunicaba, poniendo el espejo frente al clon.
Este se pegó al vidrio y se observó detenidamente, vio los cables y extensiones que salían de su espalda, su cabello rojo flameante en su mundo acuoso, el color raro que tenían sus ojos y el contorno de estos, mas nada de esto le causo pavor, hasta que noto que estaba completamente desnudo.
De golpe se hizo bolita, tratando de taparse lo máximo posible para que su creadora no lo viese.
―No me digas que recién te diste cuenta de tu desnudez, sin duda eres una criatura ingenua ―la Taiyō alejo el espejo, al ver que ya había cumplido con su objetivo.
―Usted no me dijo nada al respecto… ―el clon agacho la cabeza, sentía una gran inseguridad―. ¿Por qué yo no me parezco a los demás? Mi apariencia es diferente…
― ¿Tu eres diferente? Todos somos sin igual, incluso tú, que eres la copia de alguien más.
Editado: 19.01.2020