Esto era realmente aburrido. Recorrer hectáreas de área muerta no era divertido sin alguien al cual molestar.
Cuando con mi hermano salimos un par de veces siempre lo hicimos por la puerta del lado oeste del imperio, en la ciudad de Syr. Recordaba los extensos campos carbonizados y sin vida pero no había recordado cuán interminables eran. Las pocas veces que lo recorrí Kalu jugaba carreras conmigo hasta que llegábamos a la zona prohibida y nos adentrábamos en ella.
Esta vez, tenía que direccionarme un poco lejos de la zona prohibida. Atravesar el doble de distancia para no ponerme en peligro innecesariamente e ir por el pequeño bosque en la colina de Ordovian. Según el mapa que tenía doblado y guardado en el libro que traje conmigo, justo al salir del bosque podría ver el primer poblado.
Sería mejor que me apurase, había salido de la ciudad de Syr justo cuando los primeros rayos de luz comenzaban a aparecer y ahora el sol estaba en mi cabeza. Por suerte no me generaba calor, aunque podría ser porque estaba acostumbrada a las fuertes temperaturas por los volcanes alrededor del castillo. Pero sí que comenzaba a fastidiarme.
Al principio había disfrutado de la calma y la soledad, ahora empezaba a desquiciarme. Me sentía inquieta sin alguien hablando a cada segundo a mi lado.
Obvio que jamás lo reconocería ante Kalu.
Así que me apresuré y comencé a galopar rumbo al bosque, quería llegar y cruzarlo antes de que anochezca del todo. Podría contra unos cuantos ladrones en busca de joyas y dinero pero con el humor que traía podría terminar calcinándolos. No sería un buen final.
Al menos no para ellos.
Cuando a lo lejos vi el bosque hice que mi caballo frenara. Escruté cada árbol con mi mirada, esperando ver sombras moviéndose y alertando de un nuevo viajero listo para ser atacado. Pero no vi nada, desde aquí era fácil no reconocer nada.
Bajé del caballo y tomé la cantimplora de agua, intenté que mi caballo tomara algo con un poco de ayuda de mis manos y le di una manzana. Yo comí una también, sentándome un rato sobre la tierra que ahora tenía cada tanto alguna mancha verde fértil.
Me aseguré de que la montura siga bien enganchada y mis cuchillos en su lugar, inclusive me tomé la libertad para buscar el libro, repasar el mapa y luego esconderlos dentro de mi armadura, apretados por el cinturón en mi espalda.
El sol ahora estaba descendiendo y la luz comenzaba a amainar. El sol siempre se escondía por el este, justo a mi espalda. Las vistas del atardecer desde la ventana de mi habitación eran espectaculares, parecía que las mismas montañas y volcanes se prendían fuego junto con el cielo.
Volví a subirme al caballo, me aseguré de esconder mi cabello rojo en mi capucha, y volví al trote. Saldría del bosque cuando la oscuridad se apodere del cielo por completo y encontraría una posada para quedarme en el pequeño pueblo de Ordovian.
Los árboles comenzaron a tapar la visión del cielo, eran más altos de lo que esperaba pero aún dejaban pasar algunos rayos de luz haciendo que el ambiente se vea encantado. Algunos insectos comenzaron a chillar e incluso las luciérnagas salieron de sus escondrijos.
Este podría ser el mejor momento y temporada del año para visitar el bosque, me sentía con suerte.
Hasta que el embelesamiento se rompió al crujido de una rama. Giré mi cabeza para aquel lugar, no habían movimientos. Si tenía algo de suerte solo habría sido alguna criatura del bosque, sino tendría que sacar mis espadas para luchar.
Y yo nunca le decía que no a una buena pelea.
Frené por completo cuando el sonido provino, ahora, de mi otro costado. Giré para ver en esa dirección y solo me llevó una fracción de segundo tirarme de costado para que una flecha no alcance mi cabeza.
Sentí mi mejilla escocer.
— Malditos traidores del imperio — Susurré.
Ahora sí que me hicieron enojar, pero ante todo pronóstico en mi cara solo había una sonrisa triunfante.
Desmonté ágilmente, por delante de mí ahora se encontraba un hombre delgado apuntando una flecha hacia mi dirección. Por detrás, otro más robusto y de espalda ancha sostenía una espada larga y puntiaguda. Finalmente, y del que supuse había oído ruido al principio, otro hombre apareció al costado del camino.
Todos estaban enmascarados y encapuchados, pero pude divisar que el último tenía uno de sus ojos una profunda cicatriz, esa herida le había dejado ciego de ese ojo.
No tuve tiempo para inspeccionar más detalles, me pegué espalda al caballo cuando otra flecha fue lanzada. A mi izquierda el tipo de la gran espada se había corrido de antemano y ahora se lanzaba contra mí.
Saqué tan solo una de mis espadas, frené su ataqué y con la mano que me quedaba aproveché para tomar un cuchillo de mi espalda y lo lancé al arquero que cayó muerto al instante.
Sin la distracción de tener que velar mi seguridad por sus flechas ahora tenía el camino libre para los otros dos hombres.
El tipo de la cicatriz estaba claramente enojado, su grito llegó junto a su ataque con una espada gruesa y de doble filo pero algo más corta que la de su amigo. Sus armas no eran de buen material y no estaban muy bien equipados en armaduras.
Frené su ataque y tomé la espada que me faltaba, con un elegante movimiento roté mi cuerpo y rocé el filo de mi espada contra su estómago. El otro hombre cortó el aire sobre mi cabeza con su espada, me había agachado justo a tiempo. Dejó un punto ciego a sus piernas por eso, rasgué su pantalón viendo como su sangre manchaba la cuchilla de mi arma.
No eran buenos empleadores de sus armas y no había gran destreza. Para un viajero normal ellos serían una gran amenaza, a mí comenzaba a aburrirme la idea de seguir peleando.
— ¿Eso es todo lo que tienen? — Dije dando unos pasos hacia atrás y dejándoles espacio para que respiren — Que decepcionante.
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Editado: 19.09.2020