Estaba seguro de que tenía ampollas en mis pies después de toda esa caminata y el gran esfuerzo para salir del bosque. Suspiré cuando lo hice, sintiendo que el esfuerzo al menos había valido la pena. Aunque no pude evitar derrumbarme, tuve que sentarme a recuperar el aliento.
Aún era de noche cuando conseguí ver el pueblo a tan solo unos cuantos pasos, pero estaba seguro de que el sol saldría en un par de horas.
Caminé seguido del Zyrath, que daba pequeños saltos y rebuscaba en la tierra alimento sin poder saciarse nunca. Pasé de largo lo que parecía ser una taberna y posé mi vista en la posada.
No tenía draks para pagar una estadía.
Cerré mis ojos intentando pensar qué hacer. Solo quería recostarme un rato, ni siquiera ya me lamentaba por el baño.
Si decía quién era podría armar un alboroto, pero si no lo hacía no conseguiría lo que quería.
Entonces ¿Cómo hacer?
Me tendría que comportar como cualquier viajero desesperado por un techo y comida.
— Oye, Zyrath — El bicho peludo y con cola me prestó atención inclinando algo su cabeza — ¿Puedes encontrar algún sitio tranquilo donde podamos descansar desde la altura?
Señalé hacia el techo de la posada, era uno de los más altos en el pequeño pueblo.
El Zyrath comenzó a escalar sin decirme nada a cambio. Se balanceaba y se sujetaba a las salientes en la madera. Inclusive clavaba sus garras para escalar cuando no tenía con qué, su cola era de gran utilidad también.
Cuando lo vi llegar a la cima, se paró en dos patas y comenzó a observar a todo el alrededor hasta fijar en una dirección.
Me miró y señaló en diagonal, luego de eso descendió.
— Hay una casa apartada más adelante, casi llegando al precipicio.
— ¿Precipicio?
— Estamos en Laurentus, justo al borde del risco — Explicó, parecía ser que no era su primera vez aquí — Si quieres seguir adelante, viajero, deberás cruzar el puente de Laurentus.
— Espero que haya seguridad draconiana o pasar será otro problema.
Seguimos por la calle de tierra hasta que las casas escasearon, doblamos a la derecha y comenzamos a ir hacia lo que parecía ser un depósito. No habían ventanas y tenía una única puerta doble cerrada.
Con mi espada forcé la puerta y con un par de patadas la abrí. Era un depósito, efectivamente. Estaba lleno de herramientas y materiales, más que nada lo que parecían ser minerales embolsados.
— En Laurentus viven de los materiales que encuentran en el risco, como todas las ciudades lindantes a riscos.
— Bajan hasta lo más profundo para conseguirlo ¿Verdad?
El bicho afirmó mientras escarbaba en las bolsas y mordía piedras a ver cuál tenía mejor gusto.
Tomé unas cuantas bolsas y las arrastré contra una pared, haciendo una fila que me cubriría por si alguien más abría la puerta. Solo necesitaba descansar una o dos horas.
Me despertaría con el sonido de la bocina de trabajo, si no tenían una sería con los gritos de alarma para despertar al resto de los trabajadores.
Me acosté, espalda contra el frío suelo, e intenté conciliar el sueño. Los ruidos de pequeños minerales cayendo al piso de piedra me arrullaron hasta quedar inconsciente.
Al otro día me desperté, tal como lo había predicho, con el ruido de la bocina. Era una alarma realmente chillona. Hasta el Zyrath se cayó se su cama de piedras.
Me levanté del suelo sintiendo como todo, cada uno de mis huesos, dolían. Apostaría que me sentía más cansado que ayer. Maldición.
Con suerte había dormido tres horas por la posición del sol al abrir las puertas.
Observé sobre mi hombro al Zyrath que escalaba por las bolsas hasta una punta del depósito donde atrapó con sus ágiles manos una araña y se la llevaba a la boca para degustarla.
Hice una mueca de asco sin poder evitarlo, luego mis ojos observaron las piedras esparcidas por el lugar gracias al desastre que hizo el bicho rajando cada una de las bolsas.
Algunas eran arcatios, piedras preciosas de color similar a la plata pero mucho más brillantes con las que se hacían hace muchos años el caltio, la moneda de Caeli. Sin poder evitarlo me acerqué y tomé varias piedras de tamaño considerable y las metí en mi bota. Mi padre debía ser informado a cerca de lo que estaban haciendo en Laurentus.
Había otras piedras de diferentes colores, no pude evitar tomar unas cuantas. No sabía cuándo necesitaría algo como esto para intercambiar por, aunque sea, algo de comer.
Y jamás intercambiaría mi espada o mi armadura, serían de vital importancia cuando encuentre a mi dragón.
Escuché pisadas y voces, algunas joviales. Llamé al bicho que rápidamente se colgó de mi brazo hasta alcanzar mi espalda. Y salí del depósito cerrando la puerta. Me deslicé por un costado, agradeciendo por la clara ventaja que tenía al tener la puerta del lado del abismo y no mirando hacia el poblado.
Cuando la muchedumbre estuvo cerca y entretenida corrí en dirección opuesta a ellos intentando llegar al camino de roca. El camino se unía en un extremo hacia el pueblo y del otro hacia el puente de Laurentus.
Observé como lo que parecía ser un mercader con dos caballos y carreta llena de mercancía intentaba cruzar al otro lado desde este extremo.
Me oculté tras unas enormes rocas y esperé a ver qué pasaba, fijándome detrás de mí que no me haya seguido nadie también.
El hombre fue registrado, inclusive necesitó un papel en específico que los guardias draconianos revisaron con insistencia. Cuando todo estuvo en orden el hombre pudo seguir su camino.
— Los viajeros tienen que pedir permiso — Dijo el Zyrath en mi hombro, observándolo todo tal cual yo lo hacía.
— Pero no soy un simple viajero, soy el próximo rey — Aún cuando dije eso no pude levantarme de donde estaba — Hay algo que no me cierra.
Fruncí mi ceño. Si habían guardias draconianos ¿Qué hacían que no se daban cuenta de lo que los pueblerinos estaban haciendo?
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Editado: 19.09.2020